Puede sonar extraño, pero nunca podremos agradecer los trolls fanáticos de Trump suficiente que airearan un chiste de mierda de James Gunn en twitter hace unos años. Si eso llevó a ser despedido de Marvel y que DC le diera carta blanca para hacer ‘El escuadrón suicida’ (The Suicide Squad, 2021) es una coincidencia del destino demasiado afortunada ya que estamos ante el mejor blockbuster de acción y fantástico del año, puede que desde hace muchos años.
El cheque de Gunn con 200 millones de dólares y ningún tipo de restricción ha conseguido que junte lo mejor de los dos mundos del cine actual limitado por calificaciones. Por una parte tiene el suficiente dinero para hacer un gran espectáculo a escala épica, y por otra la libertad para incluir todo lo que no se nos permite ver nunca en ese tipo de películas. Sangre, humor corrosivo, más sangre, chistes sexuales incorrectísimos, tacos y lo más importante de todo, elocuencia visual sin fisuras.
Gunn no utiliza la comedia negra y el gore solo porque puede hacerlo, al estilo de una película como ‘La fiesta de las salchichas’, que parecía querer ser incorrecta con un sinfín de bromas pueriles que cansaban a los 20 minutos porque tenía esa opción a la carta, sino que elabora su propio lenguaje gracias a la situación inusual como creador en la que se encuentra, es como un pintor liberado que acaba de encontrar la inspiración, como un perro sin bozal o un gorila fuera de la jaula, poder hacer salvajadas en su película de gran presupuesto se convierte en un lienzo.
El desafío de las aves de presa
La creatividad es inagotable en detalles como ese mismo logo inicial de Warner Bros hecho con sangre desparramada, y a su vez se convierte en un minucioso recorrido por todas las situaciones de blockbuster a las que estamos acostumbrados en las que nos quita la venda y nos invita a ver qué había más allá, explorando posibilidades delirantes, impredecibles, frescas y mordaces. Es como si nos enseñara por primera vez cómo se folla sin condón (nda: una metáfora de peligro sin intención de elogio de "lo otro", chicos) y recordara que el cine es más que las cuatro paredes que nos han/hemos autoimpuesto.
Es fácil pensar en la primera ‘Escuadrón Suicida’ y pensar en lo que pudo ser y no fue, pero es injusto pensar eso porque esta secuela no es solo la adaptación del cómic que nos merecíamos sino una de las mejores películas de superhéroes desde hace muchos años. De hecho, los géneros se intoxican aquí entre ellos y puede verse como un film bélico moderno, incluso la ‘Malditos bastardos’ (Inglorious Basterds, 2009) que pensábamos (y queríamos) que iba a ser cuando vimos su tráiler, y aunque resultara ser una gran película, no era la que teníamos en la cabeza.
Desde su inicio hay un film de misiones, como la incursión inicial de ‘Depredador’ (Predator, 1987) durante más de dos horas, con un comando lleno de tarados, freaks y desahuciados, al estilo de ‘Los violentos de Kelly’ (Kelly’s Heroes, 1970) o ’12 del patíbulo’ (The Dirty Dozen, 1967) a los que llegamos a conocer con pocas pinceladas con un guion emocionalmente muy vivo, que sabe llegar al corazón mientras llueven balas, cabezas cortadas y criaturas similares a los facehuggers de la saga ‘Alien’.
En realidad el tono se parece más al de una entrega de ‘Los mercenarios’ (The Expendables, 2010) solo que aquí Sylvester Stallone es un tiburón devorahombres acompañado del Vengador tóxico, Snake Plissken, Willard y hasta un Norman Bates que lanza verrugas de colores. ‘El escuadrón suicida’ es un demencial cóctel de gore brutal, mugre, furia, humor para muy adultos (ni se le ocurra llevar a su hijo a verla) y postre con ciencia ficción de horror de ultracuerpos y kaiju, con la estrella de 'Asalto a la tierra' remozada, que va mucho, mucho más allá del cine de superhéroes.
Se rompe la balanza de marvel y DC
La dinámica de los personajes borra las líneas de Marvel y DC, porque no deja de ser una variación de la idea de ‘Guardianes de la galaxia’ (Guardians of the Galaxy, 2014) dentro del universo DC, en general ambas están muy conectadas con el estilo de Gunn, pero esta se parece más a lo que estaba haciendo hace una década con ‘Super’ (2010), volviendo a los mismos temas para explorarlos sin límites de presupuesto y la misma capacidad para crear momentos aberrantes, histriónicos y de (buen) mal gusto.
‘El escuadrón suicida’ es la película para la que James Gunn había nacido. Es una especie de autoremake de ‘The Specials’ (2000) a la que le hubiera ido añadiendo todo lo mejor de sus filmes posteriores, desde ‘Slither’ (2006) y sus terrores cósmicos con conexiones psicológicas, a la muy infravalorada ‘The Belko Experiment’ (2016), otro baño de sangre que exponía experimentos secretos en Sudamérica en un edificio de oficinas como el que llegamos a ver también en ocasiones en el de la misión de los suicidas.
Más allá del gore y los exabruptos de todo tipo, su timing para la comedia negra es propio de un maestro de la perversión y aprovecha para infiltrar un ácido comentario sobre el colonialismo silencioso de Norteamérica que destapa la hipocresía también del gobierno y de los superhéroes de “clase A”, sirviendo como una celebración de los marginados, los diferentes y la imperfección nada ajena a su filmografía pero más pulida y honesta que nunca.
La transgresión va por dentro
No es la primera vez que vemos un film de superhéroes salvaje y deslenguado, pero casos como ‘Deadpool’ (2016) confían demasiado en su condición de juguete gamberro y acusan una autoconsciencia que les da cierta fecha de caducidad. ‘El escuadrón suicida’ no es solo un tartazo de vísceras a la cara, sino que supone por sí misma una gran película en la que vemos la constante mejora de un autor capaz de escribir dejando cien semillas que eclosionan más tarde, redondeando una colosal colección de personajes desechables a los que acabas adorando.
No solo es descacharrante por su incorrección, sino que supone también una demencial explosión de creatividad de un James Gunn sembrado de gags, narración visual de cómic y espíritu de serie B de terror y monstruos que tiene tan en cuenta sus orígenes en la Troma que vuelve a traer a Lloyd Kaufman para un divertido cameo. También abre su película con Johnny Cash y el tema de Jim Carroll Band de los créditos de ‘Amanecer de los muertos’ (2004), quizá un sutil mensaje de autoafirmación o tan solo un guiño a su compañero Zack Snyder.
‘El escuadrón suicida’ demuestra que se puede ser transgresor sin tener que forzarlo todo el rato, mostrando cómo puede ser el cine cuando no le pones limitaciones a la imaginación, postulándose como uno de los films de gran estudio más subversivos, no por las palabrotas y los miembros cercenados volando, sino porque pone al propio subgénero que ha reinado en las pantallas ya hace más de una década frente al espejo, abriendo nuevos límites que tienden al infinito. James Gunn ha hecho un manifiesto de color, pólvora y punk rock, y es escandalosamente brillante.
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