En la Cumbre de los espantos

Películas de historias cruzadas, también llamadas corales, hay muchas en el Cine, sobre todo en los últimos 15 años. Desde la maja 'Vidas Cruzadas', pasando por la magnífica 'Grand Canyon' y por 'Magnolia' (la obra maestra del subgénero), hasta llegar a la estupenda 'Crash'. Y me dejo algunos títulos igual de buenos, pero tampoco me voy a poner a citarlos todos. Me ha llamado la atención una cosa mientras hacía un repaso mental de las películas corales, y es que ninguna es mala. Unas son mejores que otras, pero todas me parecen productos dignos. Hasta que llegó 'En La Cumbre' para poner la nota discordante, y de una forma realmente sonora, porque la palabra aburrimiento se queda corta para definir esta película.

La historia sigue el consabido esquema de personajes entrecruzados que en principio no tienen nada que ver, y al final por supuesto, todos están conectados. En la ciudad de Nueva York podemos encontrarnos un microcosmos formado por Jonathan e Isabel que pronto se casarán, mientras han dejado de fumar. También tenemos a Diana, una conocida actriz con problemas matrimoniales, que para desahogarse se "fija" en hombres más jóvenes que ella. Está Alec, quien busca la oportunidad de participar en una buena obra de teatro. Y están un montón de personajes más, los cuales pululan por el film, todos con cara de interesantes. Lo cierto es que nada de lo que les pase nos importa lo más mínimo.

Puede que la culpa sea sólo de la guionista, Amy Fox, que con este film se estena en el mundo de los guiones. Todas las situaciones son de lo más común y tópico, y resueltas de la forma más común y tópica. Las supuestas sorpresas argumentales terminan no siéndolo, y no porque nos las veamos venir, sino porque sencillamente están mal explicadas e introducidas en la trama. Una trama que no interesa lo más mínimo, debido a un exceso de pedantería en los personajes, los cuales caen todos absolutamente mal, algo casi inaudito en un film. O puede que la culpa sea del director, Chris Terrio, que también se estrena en la dirección de largometrajes. Su puesta en escena es simplemente sosa y sin personalidad. No sabe narrar una historia, y el ritmo del que dota al film, es totalmente inapropiado, ya que no hay dinamismo, y la historia lo requiere, pues pasan muchas cosas en 24 horas.

Los actores no aportan aboslutamente nada a sus personajes, los cuales no son nada creíbles. Glenn Close tiene que ponerse a gritar y gesticular para dar a entender que es una importante actriz. James Marsden se ve que lo intenta, pero todavía es muy pronto para darle un personaje de estas características a tan limitado actor. Elizabeth Banks es guapa pero anda un poco perdida, e Isabella Rossellini no hace honor a ser la hija de quien es. Menos mal que sale tan poco que apenas nos da tiempo para decir que está mal. Jesse Bradford parece que es el único que intenta dar un poco de seriedad al conjunto, pero lamentablemente hay tantos aspectos negativos que su esfuerzo es en vano. El resto de los actores siguen la misma tónica.

La ciudad de Nueva York sale retratada en varias escenas como si de un personaje más se tratara, pero los escenarios de la gran ciudad están totalmente desaprovechados, por lo que se pierde una oportunidad única de que el espectador admire, una vez más, la ciudad en todo su esplendor, algo que le hubiera venido muy bien a la historia. Tal vez esa era la intención, pero no lo han conseguido, por lo que no hay una conexión entre el escenario y los personajes, perdiéndose así uno de los efectos más importantes de la película.

Una película, muy, pero que muy mala, heredera directa de los títulos citados al principio, pero a los que no les llega ni a la suela de los zapatos. Y muy, muy, pero que muy aburrida. Tengamos en cuenta que fue una de las útlimas producciones de Ismail Merchant, quien dedicó parte de su vida a producir coñazos. Ahí sí que se nota su sello.

Portada de Espinof