Desde que ganó la Cámara de Oro en Cannes en 1984 con Stranger than paradise, Jim Jarmusch se convirtió en un cineasta de culto y en el paradigma del realizador independiente. Dos décadas después no soporta que le digan "independiente", a juzgar por la entrevista que publica The New York Times.
Me enferma esa palabra. Cada vez que escucho adjetivos como 'caprichoso' o 'arriesgado' saco mi revólver. Esas palabras se han convertido en etiquetas que le colocan a los productos para poder venderlos. Todo aquel que hace la película que quiere hacer, y que no es definida por análisis de mercado, es entonces 'independiente'. Mis películas son hechas a mano. No son pulidas. Como si hubieran sido hechas en un garage. Son, de alguna manera, productos artesanales.
En Estados Unidos, un filme independiente es tratado como si fuera de las ligas menores (de béisbol). Y se presupone que uno debería estar tratando de pasar a las ligas mayores, que son los (grandes) estudios (de Hollywood). Pero esa nunca ha sido mi meta. Y en Europa lo entienden.
Jim Jarmusch estrena esta semana en los Estados Unidos su último filme, Broken Flowers, protagonizado por Bill Murray.
Broken Flowers | Trailer