Ante todo quiero aclarar que nunca he sido muy fan de Shyamalan (hasta ahora) y que fui a ver La Joven del Agua, con una mezcla a partes iguales de desconfianza y extraña corazonada de que la película me iba a gustar.
El resultado es que coincido totalmente (¡Milagro! ¡milagro!) con la crítica que ha escrito mi compañero Red sobre la película, nada tengo que añadir, pero aun así quiero expresar mi más profunda admiración por la valentía que ha demostrado Shyamalan.
No sólo por la propuesta arriesgada de situar un cuento fantástico e inocente en el escenario de nuestra vida cotidiana, sino por conseguir transmitir (sin aleccionar) mensajes cargados de belleza, amor y sentido que nos hablan de la fuerza de la unión, de la esperanza, del destino, de cómo transmutar el dolor y de la necesidad de encontrar nuestra función en el mundo.
Ahora que lo que vende es totalmente lo contrario, el terror, la tragedia, la violencia o en el peor y mayor de los casos el desolador vacío, Shyamalan nos regala este precioso cuento de cautivadora atmósfera, relatado con intensidad, sencillez y algunas dosis de humor del bueno.
Una historia en la que es imprescindible entrar con el corazón (No creo que sea casual que el personaje del crítico no acierte absolutamente nada de lo que va a pasar), para descubrir que somos capaces todavía de creer en mujeres hermosas que habitan en las cañerías de las piscinas, en seres oscuros que vienen de las tinieblas, en secretos poderes que nos habitan o incluso en que existen personas buenas.
¿Qué más puedo decir? Gracias Mr. Night Shyamalan, creo que voy a volver a revisar toda su obra de nuevo, con estos ojos nuevos.
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