Al igual que en la película, voy a permitirme empezar mi reflexión sobre Concursante de Rodrigo Cortés desde el final, por comodidad más que otra cosa, ya que al intentar ordenar las ideas lo primero que me viene a la mente es la sensación agridulce que me quedó a la salida del cine tras contemplar un film de formas libres, inusuales y cautivadoras, utilizadas para contar una historia inverosímil y con muy poca sustancia.
Ante todo aclarar que Concursante es una película que se disfruta de principio a fin, con unos efectos muy bien utilizados y una dirección sorprendente para tratarse de una ópera prima, que sabe darle a cada situación la intensidad que requiere.
Tiene momentos realmente bellos, como cuando Chete Lera le explica a Sbaraglia como funcionan los créditos bancarios sobre un tablero de ajedrez, o cuando este último corre bajo la lluvia. Otros más gamberros, como el enfrentamiento con los "matones" del banco para que no se lleven las cosas del piso, e incluso algunos algo surrealistas relacionados con Elvis Presley.
Por no hablar de la soberbia actuación de Leonardo Sbaraglia, que es un lujazo para disfrutar en todos los sentidos. Los literarios y los que os podáis figurar.
Pero todo esto envuelve un guión que narra como un profesor de historia de economía se ve sobrepasado al ganar un premio millonario en lujosas pertenencias que muy pronto descubre que no podrá mantener.
Resulta inverosímil, teniendo la profesión que tiene, la candidez inicial con la que el protagonista va cayendo en una trampa tras otra, al igual que el comportamiento de la mayoría de personajes secundarios, que suelen estar fuera de tono, o simplemente no aportan nada al relato.
Destaca entre ellos (para bien) el de Chete Lera que tiene unos guiños muy simpáticos, y consigue crear unas altas expectativas sobre lo que va a contar que luego desgraciadamente no se cumplen.
Porque todo el tema de las monedas, los huevos y los tomates, e incluso la preciosa escena del caballo blanco, no sirven para revelarnos nada nuevo sobre nuestra economía. Una desilusión cuando todo en la película parece conducirnos precipitadamente a descubrir una gran verdad o hacernos salir del cine con una forma diferente de ver las cosas.
Es cierto que no deja a los bancos en muy buen lugar, pero ¿Es que hay alguien a estas alturas que los tenga en un lugar más elevado?
Unas imágenes tan fascinantes, tan bien utilizadas, tan creativas, puestas al servicio de tan poca chicha, hacen que el resultado general sea algo decepcionante. Mientras veía el film, por ejemplo volviendo a la escena del ajedrez, pensaba, ¡pero si esto es el marco ideal para exponer algunas de las ideas de Jodorowsky! En lugar de eso (o cualquier otra cosa más profunda), se utiliza para explicar teorías simplonas sobre préstamos, bancos y ciudadanos ilusos, que muy poco tienen que aportar.
En ese sentido, Cabeza de perro, otra película igual de original (o más) en las formas pero que no se ha tenido tan en cuenta, me parece muchísimo mejor, ya que sabe encontrar un equilibrio arriesgando también en lo qué está contando, no sólo en el cómo.
Si a la misma pasión, fuerza y capacidad de transmitir que tiene Cortés al dirigir, le añadiéramos una historia realmente auténtica, de las de tirarse a la piscina (con agua o sin ella), entonces seguramente si que estaríamos ante algo grande. Pero de momento nos tenemos que conformar con un film bien hecho, que contra todo pronóstico no habla de nada.
Quién sabe, quizá la próxima...
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