La mayor parte de problemas que puedes encontrar en un proyecto como ‘Cazafantasmas: más allá’ se pueden intuir en su tráiler. Los mimbres con los que se construyen esta secuela tardía son los mismos que otras secuelas tardías, reboots encubiertos o remakes recientes que tienen a personajes de las películas originales. Por lo tanto, a nadie debería sorprenderle que lo que nos espera en esta nueva aventura responda a unos patrones estándar para proyectos similares.
Podemos además percibir desde el material original que la nueva película trata de encajar en un escenario en donde su propia influencia ha creado el fenómeno de la cultura pop actual masivo ‘Stranger Things’, que aporta aquí a un Finn Wolfhard que ya se había vestido con el mono beige en la segunda temporada de la serie de Netflix. No puede negarse que esta nueva entrega llegue tarde al revival ochentero, pero es un caso en el que cabe preguntarse qué fue antes, el huevo o la gallina.
‘Cazafantasmas: más allá’ está dañada también por la presencia de un remake que recibió una ola de odio en redes que no merecía. Una actualización que trató de repetir el germen sobre el que se concibió la original, coger a los mejores cómicos de Saturday Night Live de su generación y hacer una comedia de terror con la sensibilidad de la era. El reparto de la versión de 2016 era espectacular y su mayor tropiezo fue plantearse como un episodio en acción real de la fantástica serie de animación que, a juzgar por las reacciones de muchos “fans” no parecían conocerla.
Por tanto, hay una serie de inconvenientes de partida que pueden hacer perder el interés en lo que plantea, pero la falta de originalidad no significa que no estemos ante uno de los grandes espectáculos de terror y fantástico del año. Desde el principio, hay algo especial en el proyecto que denota un mimo especial de Jason Reitman, el hijo del director de la original Ivan Reitman, que funciona en todo momento como un gran homenaje a una de las piezas fundamentales del éxito de la original, Harold Ramis, que no solo fue miembro de la cuadrilla, sino también guionista de la leyenda.
Nostalgia de plantilla, pero consciente y con gusto
La propia narrativa de la película, hablando de legados familiares que pasan de generación a generación, se refleja en el propio elemento extracinematográfico de un hijo tomando la antorcha de su padre, pero además hay un tono de elegía meta en todo momento que hace difícil no encontrar un punto encantador a toda la operación, que justifica incluso alguna de las decisiones más cuestionables en torno al artefacto nostálgico que acaba siendo, algo por otra parte inevitable y que no debería sorprender a nadie a estas alturas.
La operación de trasladar la tarea de acabar con espectros de los hombretones originales a unos chavales responde a unos códigos de revival que alcanzó el cénit en ‘It’ (2017) o ‘Stranger Things’ (2016), pero no se debe dejar pasar que uno de los nombres tras el guion es Gil Kenan, artífice casi él solo de este revival con su maravilla ‘Monster House’ (2008), que ya proponía una pandilla de jóvenes investigadores en una casa embrujada con un tono Amblin adelantado a ‘Super 8’ (2011) y la serie de Netflix. Su sello puede verse en esa casa desvencijada y la fascinación adolescente por lo sobrenatural.
Tanto él como Jason Reitman saben lo que están haciendo al manejar la comedia, sacar brillo a sus personajes y gestionar los pulsos emocionales que derivan inevitablemente de un aparato nostálgico de esta envergadura. La estructura de la historia es muy diferente a cualquier película de ‘Cazafantasmas’, y juega con retazos de éxitos revival recientes como ‘Pesadillas’ (Goosebumps, 2015), que ya era más ‘Cazafantasmas’ en sí misma que parecida a la obra de R.L. Stine, y ‘Star Wars: el despertar de la fuerza’ (The Force Awakens, 2015).
Un humor más negro de lo que parece
Reitman utiliza el mismo recurso que Abrams, convirtiendo los elementos de la original en reliquias, poniendo a una protagonista femenina al frente que las descubre e incluso replicando el uso del Halcón milenario con el Ecto-1. El hilo argumental sigue el planteamiento de ‘Jóvenes Ocultos’ (The Lost Boys, 1987), con dos subtramas para cada hermano de una familia de madre soltera recién mudada y cae en la trampa del Baby Yoda de convertir a iconos de la franquicia en muñequitos, como el ataque de las pequeñas mascotas de la marca Marshmallows.
El gag de los comestibles convertidos poco menos que en Gremlins —hasta se utiliza algún efecto de sonido similar a los de la creación de Joe Dante– es una nueva repetición de la idea de las galletas de Jengibre de ‘Krampus’ (2015), pero lo cierto es que su comportamiento anárquico y suicida a lo Lemmings tienen un componente de humor macabro que no solo salva la idea, sino que conforma parte del tono de la película, mucho más macarra de lo que puede parecer en un primer momento gracias a un guion simpático pero también lleno de socarronería.
Desde un profesor que pone ‘Cujo’ a sus alumnos de 12 años, los chistes negrísimos de Phoebe o esa madre desastrosa al estilo ‘Young Adult’ (2011), el sello del Jason Reitman ácido de ‘Gracias por fumar’ (2005), o el que dirigía a Elliot Page viendo películas de Herschell Gordon Lewis junto a Jason Bateman está presente durante toda la película, con un guion preciso, bien escrito y con un gran timing para la comedia, algo que se echa de menos en la piara de estrenos de plataformas que aparecen todas las semanas.
Ocurrente, divertida y con grandes FX
La mitad del éxito de ‘Cazafantasmas Más Alla’ es su inspirada elección de casting. Mckenna Grace no es extraña a los fans del cine de terror, pero aquí tiene más espacio para mostrar su estrella, todo un hallazgo como una pequeña Spengler, que replica de forma brillante la forma de ser de su abuelo. Además de ese acierto, le acompañan un ocurrente Logan Kim, el siempre efectivo Finn Wolfhard, la divina Carrie Coon y un Paul Rudd siempre absurdo e inesperado al que es imposible no adorar.
Lo más decepcionante del conjunto es que cuando la película explota de verdad no acaba de aprovecharse del todo su ejército de fantasmas y monstruos y parece que tiene prisa por llegar a cierto momento clave en la trama. No obstante, el terror juega con una mezcla de lo familiar y lo nuevo que funciona mejor cuando se apoya en la atmósfera, recuperando parte del peligro que desprendía la original. Además, hay una mezcla de efectos especiales con animatronics tangibles con digital admirable en estos tiempos.
‘Cazafantasmas: más allá’ tiene tantos guiños a la original que a veces su fan service juega en contra y la hace predecible, pero si sabe aprovechar su plantilla con una mezcla equilibrada de terror, aventura juvenil, revelaciones bien colocadas, y comedia con estupendas secuencias de acción –maravilloso homenaje a ‘Hatari’(1962)–, gags que funcionan, y un plan general sorprendente que sabe encajar muy bien todas sus piezas con una aproximación visual muy digna, un guion con alma y personajes que importan, y un presupuesto de 75 millones que lucen mejor que los 200 de algunos blockbusters de estreno doméstico recientes con peste a telefilm. No está el cine para dejar pasar estrenos en la gran pantalla como este.
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