'Caterina va in città', metáfora de Italia desde un corazón adolescente

Caterina va in città de Paolo Virzí, es una buena comedia, que navega en ocasiones entre el género adolescente y la clásica comedia italiana, caótica y excesiva, capaz de provocar la carcajada.

Caterina va in città es una metáfora del pueblo italiano, representado por una chica de provincias recién llegada a Roma, que inicia una amistad con la hija de un importante escritor de izquierdas y su rival en la escuela, la hija de un ministro de Berlusconi. (Hay que tener en cuenta que el film representa el año 2002, se realizó en el 2003, y ha llegado a nuestras salas tres años más tarde, como tantos otros).

Ambas igual de desequilibradas, ambas igual de manipuladoras y finalmente inaccesibles, confunden a una Caterina ya de por si bastante perdida, entre las novedades de la ciudad, y las teorías de su resentido padre, un profesor fracasado, con pretensiones de triunfar como escritor, que representa la parte victimista, el quiero y no puedo, la pasividad, la negatividad, el quejarse de todo sin intentar nunca poner remedio, que puede aplicarse a un sector de ciudadanos tanto italianos, como franceses o españoles. En general, ciudadanos de todas las nacionalidades acomodadas.

Caterina va in città, como había comentado, hace reír, pero también tiene momentos amargos e invita a la reflexión. Eso sí, no deja en ningún momento de ser una película optimista, como no podría serlo de otra forma el corazón de una adolescente, criada en un pequeño pueblo junto al mar, ante una ciudad como Roma para descubrir.

Y si se trata de descubrir Roma, la fotografía de Arnaldo Cantinari nos la muestra en todo su esplendor, llena de luz y de contrastes, desde los barrios más populares, hasta los lujosos interiores dónde las altas esferas celebran sus mejores fiestas.

Paolo Virzí ha sabido además añadirle un ritmo vertiginoso (en un par de ocasiones, hasta un poquito mareante), a la ciudad y a la historia, que hace todavía más palpable la sensación de la protagonista de estar en un lugar desconocido, enorme, diferente, dónde todo ocurre mucho más deprisa de lo que está acostumbrada.

Caterina va in città, es también una película de actores, con un Sergio Castellitto como siempre magnífico, en la piel de un personaje totalmente desequilibrado, que igual consigue sacarnos de quicio, como dibujarnos una sonrisa, al menor descuido.

Margherita Buy, como esposa del personaje de Castellitto y madre de Caterina, está sencillamente perfecta. Su trabajo le valió el Premio David de Donatello 2004 a la mejor actriz de reparto, y da gusto verla interpretar un personaje aparentemente simple y anodino, que deja entrever un interior mucho más profundo, que lucha en silencio por encontrar un poco de felicidad.

Por último, Alice Teghil en el papel protagonista, debuta como actriz para regalarnos un personaje encantador, inocente y entrañable, que sutilmente consigue transmitirnos su fuerza y su ilusión. Una Caterina repleta de emociones, que sólo logra expresar plenamente a través de la música, que le encanta escuchar con los ojos cerrados.

Caterina va in città, es una película que bebe de muchas fuentes, que toca muchas teclas, pero que en ningún caso se queda a medias en sus intenciones. Vale la pena, en estas fechas en que el número de estrenos recomendables ha bajado considerablemente, ir al cine a deleitarse con el viaje a Roma de Caterina. Y mejor hacerlo rápido, que aunque no me gusta ser pesimista, no creo que dure mucho tiempo en cartelera.

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