La polémica ha formado parte de la promoción de ‘El código Da Vinci’ desde que apareció. Los constantes ataques al Opus Dei y a la Iglesia en general que abundan en el libro han levantado más de una ampolla. También ha existido una demanda de plagio que se sospecha que no fuera más que un ardid publicitario, pues la misma editorial que publicó los tratados de los que supuestamente copió Dan Brown es la que ha editado el best-seller. A finales de febrero, Michael Baigent y Richard Leigh llevaron a juicio a Dan Brown porque todas las ideas y teorías que presenta en ‘El código Da Vinci’ las había sacado de su libro 'El enigma sagrado' (‘Holy Blood, Holy Grail’ o ‘Sangre santa, santo Grial’), que escribieron junto con el historiador Henry Lincoln, que no participó en el proceso judicial. El 7 de abril, un juez británico dictaminó que Dan Brown no plagió otro libro para escribir 'El Código Da Vinci'.
La película no iba a ser menos y las primeras protestas ya han empezado a llegar. Como se suele decir: “que hablen de mí, aunque sea mal”. Toda aparición en la prensa beneficiará a la taquilla. Además de las esperables quejas del Opus, ha habido un curioso caso de censura: ¿Quién sabe si la colocación del cartel en la fachada de una iglesia se hizo con esta intención? La iglesia de San Patealeo, en Roma, está siendo restaurada por el Ministerio del Interior. Como se suele hacer con los andamios, el de esta fachada se ha cubierto con publicidad. Una gran imagen de la Gioconda con la boca tapada resalta ante el templo. El párroco, Adolfo García Durán, no ha tardado en hacer algo parecido a lo que indica el nobre de la iglesia, ejercer su derecho al San Patealeo: "Hemos solicitado que retiren el anuncio", lo que ha obligado a la empresa de publicidad a ocultar el cartel con una lona negra.
La novela de Brown se ha denostado desde todas las voces de la cultura y se ha criticado que el gran público escoja obras como ésta. Es cierto que ‘El cógido Da Vinci’, como libro, no es bueno. La película, muy probablemente, tampoco lo será. Pero el hecho de que se haya leído tanto es una buena señal. ‘El código Da Vinci’ está dando constantemente datos y exponiendo teorías. Esto indica que al gran público nos fascina leer cosas de las que no habíamos leído antes, aprender, llenarnos de datos y de novedades. La parte de aventura mal narrada, evidentemente, no es lo que ha llevado a la novela al top de los best-sellers, pues eso lo tienen miles de libros. Lo que la ha distinguido es ese montón de teorías metidas en boca de los personajes. Las ventas del libro prueban que la mayoría de la gente quiere saber. Dejando claro que la calidad literaria de ‘El código Da Vinci’ es muy baja, no creo que tenga sentido meterse con él pues su éxito ha radicado en novelar estas ideas. En lugar de criticarlo, se debería hacer algo similar, pero bien escrito.
No sólo eso: el libro desmonta los pilares de una de las religiones con más adeptos del mundo, se mete con sectas muy numerarias y puede resultar hasta blasfemo. Es verdad que se retracta al final, pero de momento ya lo ha soltado todo para quien quiera plantearse que muchas cosas de las que daba por sentadas eran mentira. Aunque se desdiga hacia el final, ahí queda eso. Así que no se puede decir que el problema de que se lean grandes éxitos es que acarrea que la mayoría de los lectores esté adocenada.
Se me puede objetar que ese gran público ya tenía las teorías a su alcance en los libros de de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln y que no se acercó a ellas. Es cierto, pero tampoco es de extrañar que se prefiera que nos lo acerquen novelado, que lo hagan más accesible. ¿Qué tendrá de malo que se meta la gota de medicina en un terrón de azúcar?
En cuanto al tema del juicio, por un lado está la cuestión de que, si no se copian tal cual algunas líneas de texto, no hay plagio. Pero lo que más llama la atención es que esas ideas, por sí solas estaban ya hace más de dos décadas en librerías cuando apareció ‘El código Da Vinci’ y, si no hicieron con sus ventas el dinero que ahora reclaman, por algo sería. El mérito de haber vendido tanto es de Dan Brown porque ha decidido novelar estas conjeturas. A lo mejor lo que debería haber hecho Brown es proponerles hacer un libro conjunto (cosa a la cual seguro que no habrían accedido cuando el novelista no era aún famoso y millonario), pero lo que está claro es que por sí solas las teorías no iban a vender, o sea, que no han vendido, esos 40 millones de ejemplares.