Me gustó tanto Piedras, que no tuve que pensarlo ni un momento para ir a ver 20 centímetros, la nueva película de Ramón Salazar, que se ha clasificado como comedia musical, pero a la que la definición le queda corta, muy corta.
La historia está protagonizada por Marieta, un transexual, que se dedica a la prostitución a la espera de poder desprenderse de sus generosos atributos masculinos. Marieta sufre narcolepsia, una enfermedad que le lleva a dormirse en cualquier parte, y que da lugar a excelentes momentos musicales.
Mónica Cervera se encarga de darle vida, en sus dos diferenciadas facetas. Por un lado aparece creíble, cercana, divertida, tierna y gamberra, como transexual. Por el otro se muestra fascinante, cautivadora, insólita, espléndida y sensual, en sus actuaciones musicales. Una protagonista absoluta, que en este papel demuestra todo su talento. Lo que se decía antiguamente, una artista completa. El resto de personajes, secundarios, pero absolutamente necesarios, no dejan de sorprender en toda la película. Rossy de Palma, un lujo, libre de excesos, como compañera de calle. Nawja Nimri, que también ha participado adaptando parte de las canciones, cuesta de reconocer, en su breve, pero impresionante aparición.
Los más cercanos a ella son Tomas, el enano con el que comparte piso, interpretado por Miguel O’Dogherty, que consigue sacarle su lado más cariñoso, y el reponedor, que la vuelva loquita de deseo, y no es de extrañar, teniendo en cuenta que Pablo Puyol está que se sale.
Pero no me refiero sólo a su impresionante físico, y a lo bien que baila, que también, sino a que sabe dar la talla, perfectamente, en un papel valiente y arriesgado, que le aparta totalmente de la imagen a la que nos tenía acostumbrados hasta ahora.
Todo fluye, de forma natural y espontanea de la sordidez a la belleza, de la cruda realidad a la más pura invitación a soñar, como en la vida misma. Al verla me fue inevitable no pensar en Mi idaho Privado, y en River Phoenix, como el chapero tirado en medio del desierto, tras un episodio de narcolepsia o en Dancer in the Dark a la que precisamente, en su día, encontré que le faltaba la magia del auténtico musical, que 20 centímetros si tiene.
Quizá por eso, no me pareció que la pretensión de la película fuera ser original. Hay muchas formas de llegar a un personaje, de comprenderlo, de sentirlo, y en este caso de disfrutarlo en todas sus consecuencias. A Marieta se llega a través de la música, del humor, de las imágenes que permanecen en la memoria, por perturbadoras o desconocidas, del amor, de la complicidad, del sexo. Llegar a ella, me parece lo realmente importante.
Todo eso que tan bien la acompaña, no le quita el protagonismo, no empequeñece la historia, al contrario. Al salir del cine te queda la sensación contradictoria, de que la película te hizo olvidarlo todo, mientras unas inquietudes nuevas te revolotean por la cabeza, como si un pequeño abejorro se hubiera colado en ella.