Gaspar Noé está de vuelta. Da igual cuando leas esto y cómo lo leas. El argentino de nacimiento y francés de adopción está de vuelta de todo y de regreso a los cines con su extraordinaria 'Lux Æterna', la película más accesible de su carrera, algo que no quiere decir que sea algo para todo el mundo. Con la película en nuestras pantallas es un buen momento para charlar con el cineasta sobre lo humano, lo divino y las crisis de epilepsia.
El cine según Noé
Desde París nos recibe de manera digital. Se le ve animado y con ganas de charlar, pero yo sigo un poco nervioso porque han sido muy pocos los colegas a los que haya leído refiriéndose a su película como una comedia. 'Lux Æterna' no se parece a nada de lo que haya hecho anteriormente, al menos en cuanto a tono. O puede que sí.
Kiko Vega (KV): Viendo tu película he sentido lo mismo que cuando Lars von Trier estrenó 'La casa de Jack' hace un par de años. Me ha parecido una comedia realmente divertida.
Gaspar Noé (GN): ¡Yo también me cagaba de la risa con la película de von Trier! La vi en Cannes y la gente me pedía que parase de reír. Es un plato de risas. Hasta las pelis de Haneke son divertidas cuando se ponen malas. Como 'Funny Games' con su sadismo ritualizado. 'Lux Æterna' es lo más divertido que he hecho y mi primera película para todos los públicos. El humor negro de Luis Buñuel a mí me mata de risa. Ver 'Los olvidados' o 'Brutos, sucios y malos' de Ettore Scola me divierte muchísimo. Y ahora mismo el cine de Ulrich Seidl, con películas como 'Paraíso: Amor', que la he visto diez veces, me gusta mucho. Hay gente que tolera el humor negro mejor que otra. Para mí 'Lux Æterna' es una película muy divertida, no veo nada en ella que no lo sea.
KV: De alguna manera podríamos ver tu película casi como la obra definitiva del cine dentro del cine. ¿Necesitabas sacar algo fuera con ella?
GN: No lo sé, pero sí te puedo decir que mis dos películas más autobiográficas son 'Love' y 'Lux Æterna'. Aquella era una mezcla de mi vida y otras tres o cuatro que conozco, de amigos cercanos. Hice una mezcla generacional. Con 'Lux Æterna' quería representar las pesadillas de todos mis amigos directores, y las mías también. Todo lo que queremos evitar en un rodaje. Sobre todo en los que se han vuelto locos rodando publicidad. Hay directores a los que después de un rodaje les cuesta unos años volver a rodar o prefieren dejarlo y hacerse actores o profesores. No quieren otra tormenta de este tipo. Esas tensiones colectivas de un rodaje se entienden mejor en el mundo de la política: es un nido de ratas. Sean de derechas o de izquierdas, son egos enfrentados para lograr dominar dentro de su grupo social. El trabajo colectivo es complicado y cuanto más gente hay involucrada, peor.
KV: Los egos, como dices. Los hay en todos los departamentos, además.
GN: El hecho de que el cine esté promovido principalmente por actores o directores provoca mucho resentimiento entre quienes no reciben esa atención. Los productores a veces no entienden que sean los actores los entrevistados. Por qué ellos, si son tontos. O el director, que es un poeta de baja estirpe. Ellos son los que ponen el dinero. A veces también desde los distribuidores también hay ese rencor hacia los directores. Esas tensiones se ven en un rodaje, quieren hacer saber quién manda ahí. Marcan el terreno.
KV: Ese productor del que hablas es uno de los personajes que mejor retratas en la película.
GN: Sí, y además en una publicidad. Pero los productores del sector publicitario son los esclavos del cliente que a su vez son esclavos de una agencia que a su vez es esclava del estado de una compañía esclavizada por un banco. Es una cadena de esclavitud.
KV: Como decía antes, no esperaba una comedia a estas alturas. ¿Ha llegado el momento de reírnos de todo antes de irnos a la mierda?
GN: ¿Sabes qué? La risa es muy importante. Creo que el éxito de Trump llega por la risa. Dice tales bestialidades que o te asustas o te ríes. Yo cada vez que abre la boca me río y eso es lo que le hace triunfar, aunque lo que cuente en realidad sean historias de miedo.
KV: Tenemos en modo privado a la Béatrice Dalle de 'Trouble Every Day' y a la protagonista de 'Anticristo', Charlotte Gainsbourg. ¿Tuviste claro el reparto principal desde el primer momento?
GN: No tanto. Al principio fue que Anthony Vaccarello, director creativo de Saint Laurent me propuso financiar un cortometraje con actores, actrices y ropa de la marca. La duración no era un problema, podían ser cinco minutos o veinte. Querían aparecer como mecenas de artistas como yo o Bret Easton Ellis, por ejemplo. En esas condiciones podía hacer algo corto y rodado en cinco días o hacerlo lo más largo posible. Siempre intento que todo lo que hago salga bien, estoy intentando filmar lo mejor posible, evito hacer malas películas en la medida de lo posible. Aquí me dieron libertad absoluta y todos los medios. Cuando me hablaron de los actores o actrices que trabajaban con la marca y vi que estaban ellas no lo dudé. No las conocía, solamente de algún cóctel. Y me apetecía mucho hacer algo con ellas. A Beatrice la entrevisté una vez y sus respuestas eran tan divertidas, nos reímos tanto, que tenía que estar en la película. Me dices que la película es divertida y en buena parte es gracias a ella. Habla de tal manera que no tiene nada que envidiar a Louis-Ferdinand Céline.
KV: Es increíble que en una película tan abierta a la improvisación todo fluya con tanta naturalidad.
GN: Una de las condiciones para que una película improvisada salga adelante es rodearte de un equipo con talento, de gente inteligente, alegre, inventiva. Tengo un equipo técnico que me cae bien, y también está Karl Glusman, de 'Love', que además es mi amigo.
KV: ¡Su personaje es desternillante!
GN: Karl conoce perfectamente a ese tipo de personaje. Estuvimos juntos en Cannes y no se le despegaba un actor joven, americano, que quería ser director. Le tenía todo el día ahí pegado, encima. Así que se lo recordé para el rodaje y ahí lo tienes. O el estilista de mala leche, que es el propio estilista de la peli, conoció a muchos colegas que le habían martirizado. Todos llegaron con esos recuerdos traumáticos a la película y les pedí que fueran malos. Todos salvo el personaje de Stefania Cristian, la doble de Charlotte. Es la única que no tiene mala leche en la película. Bueno, el personaje de Charlotte Gainsbourg también es bueno. El resto no.
KV: Técnicamente es un trabajo muy elaborado, me sorprende mucho que sea improvisado.
GN: No está bien acabada, yo creo. Ahora con los montajes digitales uno puede terminarlo todo. Los decorados ya estaban hechos, lo único que pusimos fue la pantalla de las brujas. La ropa también elegimos entre lo que había en la casa. Pero al final en el cine uno puede rodar y rodar y lo que no te gusta, lo cortas. Aquí ni siquiera me pedían una película, no había ninguna salida comercial en ella. La rodé por el amor al acto de filmar y encima se ha estrenado en medio mundo y está gustando. Es una sorpresa maravillosa, que una película que iba a ser una promoción a mayor gloria d una marca termina siendo una película en serio con una particularidad narrativa, cambiando de género a medida que avanza.
KV: Y lo hace de manera natural incluso cuando la pantalla está dividida en dos historias distintos en dos idiomas diferentes.
GN: También que al empezar como algo artie y luego pasar a ser una comedia más a lo Brian De Palma y terminar en algo experimental en tan poco tiempo es más llevadero. Parece que has visto tres películas distintas.
KV: Pensé mucho en De Palma, pero también en '¡Qué ruina de función', de Peter Bogdanovich. Pero también en la Polivision.
GN: Es cierto que el final de 'Napoleón' es lindísimo. Además no hace mucho pude ver en París una proyección de 'Inauguración de la Cúpula del Placer', de Kenneth Anger, en una versión con tres pantallas. Anger no pudo venir y la presenté yo en el Max Linder. Ver eso en el cine más grande de París, ver en una pantalla tan grande una imagen múltiple, es muy fuerte. Es impactante. Sería una pena que la gente viera la película en una pantalla de ordenador.
KV: ¿Te sentiste más relajado en este rodaje?
GN: Todos mis rodajes lo son. Todos menos el de 'Enter the Void'. Técnicamente aquello fue demoledor y tuvimos que adaptarnos a la filosofía japonesa. Ellos también tuvieron que hacerlo con mi improvisación permanente, por supuesto. Pero me costaba dormir por las noches, tenía pesadillas constantes. Lo que paraliza a la gente es el miedo a la derrota, y yo no tenía ese miedo con la película porque no pensé que fuera a tener una carrera comercial. Nos pagaban para divertirnos y eso es lo que hicimos.
KV: ¿Se quedó algo de material fuera?
GN: No, pero de haber hecho un montaje cronológico, sin los paralelos, se habría quedado en un largometraje de 70 minutos más tradicional, más genérico. Pero eso no me interesaba, me gusta mucho más este pequeño artefacto concentrado en muchas pantallas.
KV: La película empieza con una cita/advertencia sobre la epilepsia, y luego lo rematas con las luces, al final, haciendo casi el remate de la broma. ¿Te divierte hacer estas cosas?
GN: Buscando artículos sobre epilepsia llegué a ella. Y cuando lo lees piensas que a lo mejor tienes que vivirlo. Cuando una mujer te dice que los hombres no sabemos lo que es parir, ese momento definitivo en su vida, pues me parece muy bien, ya sé que yo no podré hacerlo, gracias por la información. Pero cuando alguien te dice que uno de los momentos más bellos de la suya ha sido un ataque de epilepsia, bueno, pues a lo mejor sí piensas que no estaría mal pasar por ahí. A lo mejor si ruedo una película con luces estroboscópicas puedo provocarme uno a mí mismo. No hay una droga que te provoque esa crisis, así que hago una película. Lo que es de locos es que después de remontar la película tras el pase en Cannes rodé otro corto con estas luces y en el año nuevo pasado tuve un derrame cerebral. Algunos me decían que eso me había pasado por jugar con este tipo de imágenes.
KV: ¿Qué planes tienes ahora con el panorama actual?
GN: No he rodado nada durante todo este tiempo, pero puede que empiece en unas semanas con una cosa pequeña. Ahora escribiré algo pequeño que se pueda hacer en una localización, es imposible hacer algo con gente. Hay una paranoia colectiva y una depresión en productores, distribuidores y salas de cine que no sabemos nada. Hay mucha incertidumbre, ahora mismo los únicos que están felices son los de Amazon o Netflix.
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