Seguimos con las entrevistas que estamos realizando a los que escriben sobre éste nuestro arte favorito, ya sea como críticos, historiadores o periodistas que cubren información de primera mano en sitios como Hollywood. El que en la foto posa al lado de Emma Watson es Gabriel Lerman, a quien un servidor lleva leyendo desde hace un montón de años en revistas como la simpática Imágenes de actualidad y la prestigiosa Dirigido por, en las que Lerman informa periódicamente de todo lo que se cuece en esa tierra de ensueño llamada Hollywood.
Argentino de nacimiento y residente en Los Ángeles desde hace más de 20 años, Lerman tuvo la gentileza de concedernos una entrevista en la que nos habla un poco de su trabajo y de ciertas impresiones sobre el mundo del cine. Si además de lo que dice aquí, estáis interesados en saber más cosas de su profesión, podéis visitar su web —en eterna construcción, como él mismo dice— Gabriel De Lerma, en la que podréis encontrar jugosas entrevistas a gente como Al Pacino, Bruce Willis, Daniel Day-Lewis, Paul Newman, Angela Lansbury, George Lucas y muchos más.
Háblanos un poco de tus inicios, ¿tenías claro cuando te fuiste a Los Ángeles que querías escribir sobre lo que se cuece en Hollywood o es algo que surgió posteriormente?
La realidad es que llegué a Los Ángeles por casualidad, y cuando decidí emigrar nunca pensé que iba a poder conservar mi profesión de periodista. Me fui de Argentina en 1989, en un momento en que una terrible crisis económica había liquidado de un plumazo a casi todos los medios gráficos para los que trabajaba. Unos meses antes una revista me había pedido un artículo sobre ‘Adonde van los que se van’, sobre el exilio de los argentinos, y en mi investigación descubrí que Los Ángeles en aquel entonces tenía las condiciones ideales para inmigrar: era la ciudad con mayor poder adquisitivo y menor costo de vida de Estados Unidos, y oh casualidad, un tío mio había llegado allí dos años antes, por lo que a la hora de irme, elegir el destino fue muy fácil. Cuando llegué, busqué trabajo durante un par de semanas como periodista, pero apremiado por las circunstancias, opté por trabajar de lo que pudiese. Curiosamente mi primer trabajo estaba vinculado al cine: repartía masters de cine para una compañía de duplicación. Recién en 1991 conseguí el trabajo que me abrió las puertas de Hollywood. En abril de ese año me contrató una revista en castellano para que escribiera sobre televisión la mitad del día y arreglara ordenadores la otra mitad, pero dos meses después ya era el jefe de redacción. Desde esa posición, comencé una larga batalla con los estudios para que reconocieran la importancia de la prensa hispana en Estados Unidos.
¿Tu cinefilia fue causa de tu trabajo o ya existía con anterioridad?
Yo fui primero cinéfilo y luego periodista. Cuando yo tenía 4 años mi madre se casó con un asturiano fanático del cine, y fue el quien me mostró todo un mundo más allá de las típicas películas norteamericanas de la época. Eso si, recuerdo haberme aburrido mucho viendo ‘Barry Lyndon’ de Stanley Kubrick a los 13 años, pero al menos no me enojé como cuando me llevaron a ver ‘El acorazado Potemkin’ de Sergei Eisenstein a los 5 y me fui del cine protestando por qué pasaban una película en la que mataban niños, todavía horrorizado por la clásica escena del cochecito de bebé que se cae por las escaleras en Odessa.
Precisamente en esa ciudad conocí a cierta periodista que trataba temas de cine que me confesó inventarse textos de opinión, demostrando así poco respeto por el cine (ya no digamos por la profesión). He visto y comprobado en muchos pases de prensa que es un mal algo extendido ¿qué opinas?
Que hay gente sin ética en todas partes, y en este mundillo no es la excepción, pero creo que la gran mayoría de mis colegas son devotos cinéfilos como yo que disfrutan de lo que hacen y se guían por el sentido común y por la ética.
¿Cómo se ve Hollywood a sí mismo?
Como una gran industria. No hay mejor término que describa a Hollywood que “la industria del cine” porque de eso es lo que se trata. Una buena parte de la población de Los Ángeles vive de una manera u otra del cine, y no siempre en las tareas mas glamorosas. No todo pasa por ser estrella o dirigir una película. Mi vecino del lado izquierdo de mi casa pone películas en los cines y el del lado derecho les da de comer a las estrellas en un gran hotel al lado de la playa. Y si vas preguntando por la cuadra, habrá quien cocina para un servicio de catering y quien se dedica al diseño de posters. Basta ir a cualquier restaurante de Los Ángeles para descubrir que todos los camareros han llegado desde algún otro rincón del mundo para probar suerte como actores.
- ¿Y al resto del mundo? ¿Llegan ahí films de otras nacionalidades, y lo que es más importante, tienen el trato que merecen?
Llega poco, y el cine de otras nacionalidades va a parar a los cines de arte, aunque también es cierto que casi todo está disponible en estos tiempos en DVD. A los multiplexes, donde se pasa el cine de Hollywood, no llegan films extranjeros. Aunque parezca una contradicción, si algo se estrena en Estados Unidos seguro que se exhibe en algún momento en algún cine de Los Ángeles, por lo que aquí pueden verse muchas cosas que, por ejemplo en Milwaukee, jamás pasarán por los cines.
En tu contacto directo con las estrellas más famosas del celuloide, seguro que guardas numerosas anécdotas. Cuéntanos alguna que sea divertida.
Depende de como uno se lo tome, mi pesado acento argentino ha sido objeto de las burlas de mas de una estrella. Will Smith se pasó media hora haciendo como que no entendía una palabra de lo que decía, por lo que otro periodista norteamericano que compatría la mesa redonda conmigo le tenía que “traducir”. Whitney Houston me imitaba descaradamente el acento, repitiendo mis palabras sin prestarle demasiada atención a lo que le decía yo. Al menos, el acento me sirvió para descubrir muy temprano a Viggo Mortensen, quien en las entrevistas de ‘Marea roja’ (‘Crimson Tide’, Tony Scott, 1995) se transformó en compatriota apenas me escuchó hablar, mucho antes de que se hiciera conocido y se conociera su historia multicultural. Pero si hablamos de momentos divertidos, cada encuentro con Robin Williams o Jim Carrey lo es. La reciente muerte de Leslie Nielsen me hizo recordar algunos viajes en elevador con él, en el lujoso hotel Four Seasons de Los Ángeles, en los que haciéndose el distraído hacía sonar un aparatito que imitaba el ruido de los pedos para sorpresa y desazón de los que pasajeros que nos acompañaban sin saber que alguien se estaba burlando de ellos.
¿Teme la persona de la industria al escritor de cine?
Yo creo que no, porque es parte de la industria. Una buena parte del presupuesto final de una superproducción de un estudio se invierte en promoción. En ese sentido, yo siempre hablo de periodismo industrial cuando me refiero a como se hacen entrevistas en Hollywood. Se planifican como si fuera la linea de producción de una fábrica, para tratar de sacar el mayor provecho posible de la cada vez menor disponibilidad del talento. A la vez, se entrena a los actores y directores con respecto a lo que tienen que decir en dichas entrevistas, y se los agrupa para que hablen del film en cuestión y no de sus cuestiones personales. Creo que Hollywood invierte mucho dinero en la prensa tanto nacional como internacional. Si hay algo que teme la persona de la industria es a cualquier cosa que pueda complotar contra la meticulosa planificación del lanzamiento de una película, tanto sea la filtración de imágenes o la publicación de críticas antes de que venzan los embargos previos que muchas veces tenemos que firmar y que imponen los estudios. Un tema diferente son las usinas de rumores que existen en internet y que pueden arruinar el lanzamiento de una película, pero en Hollywood saben distinguir bien entre esa gente y los periodistas de cine establecidos.
Una pregunta que le hacemos a todos nuestros entrevistados: tus gustos personales en cuanto a cine, ¿qué películas han marcado tu vida, o qué actor o director? Y también tus fobias. Mójate.
De niño tuve el privilegio de poder nutrirme de mucho cine checo, ya que en Argentina en la década del setenta existía un cine, el Cosmos, que proyectaba solamente películas del bloque soviético. Era un cine que combinaba la calidad que podían tener también las películas rusas o húngaras con el ritmo cinematográfico occidental. En ese sentido, de niño desarrollé una fascinación por un director llamado Karel Kachyna, a quien tuve el gusto de conocer en Praga muchísimos años después. Cuando le pregunté qué significaba para él que alguien como yo hubiera crecido viendo sus películas, Kachyna, que falleció en el 2004 a los ochenta años, me respondió:“que estoy muy viejo”. También vi, aunque no me guste reconocerlo, mucho cine norteamericano. Una de mis películas favoritas de mi infancia es ‘El mundo está loco, loco, loco’ (‘It’s a Mad, Mad Mad World’, Stanley Kramer, 1963) con Spencer Tracy, que debo haber visto unas veinte veces. Lo mismo vale para ‘¿Qué me pasa, doctor?’ (‘What’s Up Doc’, 1972) de Peter Bogdanovich, que volví a ver recientemente con mis hijos y curiosamente sigue estando vigente. Ya siendo veinteañero me volví fanático de los Monty Python y las películas de Terry Gilliam. Peter Weir y Jean-Jacques Annaud son dos directores que me encantan. En cuanto a las fobias, cuando vivía en Argentina me había impuesto a mi mismo una prohibición: no podía ver las películas que estaban nominadas al Oscar hasta que pasaran al menos seis meses de la entrega de esos premios, ya que creía en aquel entonces que toda la campaña publicitaria que rodeaba a esos filmes me influía como espectador. Por esas vueltas de la vida, desde hace años me dedico a predecir cuales serán las películas nominadas y en el último lustro también participo de la maquinaria de los premios ya que voto en los Globos de Oro.
¿Cómo se ve en Hollywood a esa maquinaria cada día más poderosa llamada Internet?
Esa maquinaria está cambiando las reglas de juego. Hace apenas unos días, los estudios contrataron a varios actores de renombre para que participen de una serie que solamente estará disponible en la web, y le están prestando mucha atención a la realización de contenido exclusivo para Internet. Además, imaginan y con razón un futuro en el que las películas lleguen a los hogares a través de la web, por lo que mientras escribo esto un buen número de ejecutivos de los grandes estudios le dedican toda su atención a la búsqueda del sistema que de aquí a unos años les permita reinar en Internet.
¿Lees blogs especializados, y en general qué opinión te merecen?
Ocupo tantas horas escribiendo y mirando películas que no me queda casi nada para el ocio, por lo que si los he visto ha sido muy por encima y no me atrevo a emitir una opinión.
¿Consideras la crítica de cine necesaria, y cuando digo crítica me refiero al análisis reflexionado? ¿Te interesa esa vertiente, y en caso positivo, ¿qué escritores son de tu agrado?
Yo creo que la crítica es útil, pero no es necesaria. Y digo que es útil porque la función que debe tener es la de orientar al espectador a la hora de decidir qué película quiere ver. En mi opinión, salvo que se trate de una obra maestra o un bodrio irredimible, todo lo que está en el medio depende de una cuestión de gustos. Siempre digo que es como pretender hacer crítica de sabores en una heladería. Hay quien le gustará el helado de fresa y a otro le gustará el helado de vainilla. Lo mismo vale para el cine. El hecho de haber visto muchas películas no me da el criterio para decir que algo que me ha gustado es bueno, y algo que me ha aburrido es malo. Tal vez la misma película a otra persona le provoque exactamente lo contrario. En cuanto a los críticos (y digo críticos porque prefiero ese término al de escritores, que reservo a los que escriben libros), digamos que más que los que son de mi agrado, están los que tienen mi confianza, que son aquellos que comparten un gusto mas o menos similar al mío. Realmente me enfurezco cuando leo una crítica en la que alguien destroza una película que a mí me fascinado, simplemente por que a él (o a ella) no le gustó. Los críticos que escriben como si fueran los dueños de la verdad me desesperan, y también me enojan un poco, porque siguiendo esta filosofía que profeso, es como si alguien escupiera el helado de fresa en la heladería solo porque su sabor preferido es vainilla.
Muchas gracias por tu tiempo, Gabriel