Con el último fenómeno de los Óscar de nuevo en cartelera ('Parásitos') y el mayor estreno de la historia del cine basado en videojuegos ('Sonic'), una pequeña isla de esperanza llamada 'Adú' lleva a los cines a más de medio millón de espectadores mientras aumenta su presencia en las salas tras la primera semana en cartel.
Hablamos con Salvador Calvo, director del primer éxito del cine español en 2020. Ya ha superado los 4 millones de euros en taquilla.
'Adú', el último milagro del cine español
Salvador Calvo no es ningún recién llegado. Más de quince años de experiencia en un sinfín de proyectos televisivos de todo tipo y tamaño avalaron su salto al largometraje con la ambiciosa '1898. Los últimos de Filipinas'. Ahora, con 'Adú', Calvo demuestra su buen ojo para las historias con pegada directa al corazón del espectador. Nos citamos con su director para comprobar que, en efecto, nadie vio venir este éxito más que merecido.
Kiko Vega (KV): Enhorabuena por el éxito de la película, ¿alguien se esperaba una acogida así?
Salvador Calvo (SC): No, para nada. Ni en el mejor de nuestros sueños. Confiábamos en que la película era una historia bonita y que podía llegar a la gente, pero jamás imaginamos algo parecido a las cifras que se están dando. Estos números están reservados casi exclusivamente a la comedia o al cine americano. No es lo que suele estar reservado para una película de temática social, tan actual y dramática. Estamos muy contentos con la acogida.
KV: Tras muchos años de televisión te metes en un brutal debut con ‘1898: Los últimos de Filipinas’, un tipo de proyecto cada vez menos habitual en nuestro cine. Ahora repites con 'Adú', otro proyecto ambicioso. ¿Te sientes más cómodo ante retos grandes?
SC: Me gustan las dos cosas, pero es verdad que en el cine puedo hacer cosas más personales, pero también es cierto que en tele durante los últimos años había hecho cosas así, historias que me tocaban de cerca. Empezaba a poder elegir y eso hacía que los proyectos fueran más cercanos a mí, como 'El padre de Caín', 'Niños robados' o 'Alakrana'.
KV: ¿Cómo y cuándo te involucras con 'Adú'?
SC: Surgió a raíz del rodaje de '1898. Los últimos de Filipinas', en Santa Lucía de Tirajana. Estuvimos un mes y medio rodando y mi familia se trasladó hasta allí. Para no quedarse en casa sin hacer nada, mi pareja empezó a trabajar como voluntario en el CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) en el pueblo de al lado, Vecindario. Ahí llegaban cada día pateras, constantemente. Me contaba casos que te ponían los pelos de punta. Niños pequeños que llegan con madres y hermanas que reciben tratos extraños y manejan dinero. Al final resulta que en realidad no son parientes. Uno de los casos se investigó y se comprobó que eran niños para mercadear en redes de tráfico de órganos de seres humanos. No tenían ningún parentesco con esos adultos. Nos explicaron que Canarias es uno de los vértices de un mercado de tráfico de órganos bestial. Cada vez que llegan pateras hay motoristas buscando niños que lleguen solos para llevárselos.
La otra historia que me impactó fue la de un niño somalí al que su tío violaba todas las noches en compañía de sus amigos. Un día se lo contó a su padre y el padre le dijo que si no quería que los mataran a los dos, tenía que huir. Cruzó el desierto y sobrevivió prostituyéndose. Llegó a Marruecos, pagó su plaza en una patera y murió a los diez días de llegar a España. Esas dos historias tan terroríficas me afectaron.
Las comentaba en el rodaje con Luis Tosar y Álvaro Cervantes y decíamos que sí, que había que hacer algo con eso. Cuando terminamos la película de Filipinas me reuní con Alejandro Hernández, guionista con el que siempre trabajo, y pensamos en cruzar a esos dos niños en una road movie hacia Europa, una especie de Huckleberry Finn sobre dos chavales africanos. De ahí nace la primera historia, que es el núcleo central de la película.
KV: Como has dicho, repites proyecto con gente con la que llevas muchos años colaborando (actores, música, edición…), casi en familia. ¿Era la mejor opción de aproximarse a esta historia?
SC: Si trabajas habitualmente con gente con la que te entiendes bien y todo funciona, por qué no repetir. Mi montador (Jaime Colis) ha trabajado conmigo toda la vida y nos entendemos a la perfección, casi sin hablarnos. El va montando la peli mientras yo la ruedo y te aseguro que se cumplen todas las expectativas. Igual pasa con Roque Baños. Nos conocimos en mi anterior película pero recuerdo que me lo recomendó el difunto Pedro Costa, que me advirtió de lo bien que se trabaja con él. Es un artista tan grande que es una gozada poder trabajar con él. Y además los puse a todos a prueba, porque entre medias hicimos 'Maras', un corto sin remuneración, y ahí estuvieron al pie del cañón. Tener un equipo así, que te sigan a todos lados, es un lujo.
KV: ¿Ha sido un rodaje tan exigente como el de 1898?
SC: Pues sí. Aquel proyecto era bélico, muy complejo. Mucho maquillaje, muchas detonaciones... pero en realidad teníamos una sola localización. Y además a medida que pasaba el metraje se iba acotando. La dificultad aquí es que tenemos una road movie continua. Tenemos el viaje de Adú y de Massar, dos niños africanos que viajan de Camerún hasta Melilla. Ahí teníamos un constante cambio de paisaje, no repetíamos una localización, lo que lo hacía muy complejo para la producción y para el departamento de arte. Cada día era un mundo nuevo, un decorado nuevo. Lo mismo pasaba en la historia de Luis Tosar y Anna Castillo, un viaje a la inversa que también suponían distintos paisajes, decorados e incluso etnias.
KV: ¿Cómo fue el proceso de casting hasta encontrar a Moustapha Oumarou?
SC: Fue muy complicado. En mi película anterior teníamos a cinco de los mejores actores de nuestro cine y a un montón de nuevos talentos. Iba como en un Ferrari, relajadísimo. Sabes que ninguno va a fallar. Aquí el vértigo llega al enfrentarte a tres protagonistas que era imposible encontrar con experiencia con esas edades y esos requisitos. Encontrar chicos africanos locales con experiencia era imposible, así que había que buscar a alguien que se pareciera al personaje. Un niño no puede componer un personaje, no tiene aún esa capacidad de hacer un personaje alejado de sí mismo, entonces hay que buscar lo más parecido al personaje. Y nos fuimos a África a buscarlo. Si come con las manos es porque habitualmente come así. Si camina descalzo por la selva, es porque habitualmente camina así. Eso no nos la daría un niño que haya crecido en París o en Madrid. No habría sido natural.
Con esa premisa enviamos a Cendrine Lapuyade, jefa de casting especializada en casting de calle, a la capital de Benín, donde iríamos a rodar, en busca de ese niño. Tras dos meses no terminaba de encontrarlo y nos pidió subir más al norte, donde había otras etnias, y donde confiaba en poder encontrar a nuestro Adú. Lo que pasa es que allí es peligroso moverse, porque es zona de Boko Haram y era un poco delicado. Lo intentamos durante diez días máximo y un día saliendo de un colegio se encontró con un niño que se fijó en ellos. Se pasaron un balón un par de veces hasta que se acercó y le dijo "qué hacéis aquí, blancas". Ahí estaba nuestro Adú. Fue complicado pero encontró un diamante. Era imposible encontrar alguien más idóneo.
KV: ¿Te ha quedado algo en el guión que no pudieras llevar a la pantalla?
SC: Como no pensábamos que fuera a ser un proyecto 100% rentable y seguro es cierto que tuvimos que ajustar el guión al presupuesto que teníamos. Ahora que está aquí, no echo nada de menos, pero es cierto que en guión había cosas que eran algo más ambiciosas, contadas de algún mondo algo más ambicioso, como el salto de la valla. Pero las pelis terminan siendo lo que son y estoy seguro de que 'Adú' es como tenía que ser.
"La colaboración de las plataformas será fundamental para seguir adelante"
KV: Has llevado a las pantallas mucho material adaptado o basado en historias reales. Qué novela o qué vida te gustaría adaptar si pudieras elegir con total libertad
SC: Hay muchas, pero si tuviera el dinero de una producción de Hollywood me gustaría hacer 'León el Africano', de Amin Maalouf. Una novela que me apasiona y que cuenta la historia de un chaval que nace poco antes de la caída de Granada y se tiene que marchar hasta la ciudad de Tombuctú, a los quince reinos negros situados entre el Níger y el Nilo, y a Constantinopla. Al final termina siendo consejero del Papa León X y de Julio de Médicis. Una historia apasionante e increíble que cuenta una epopeya de un personaje real, fue el tipo que escribió los primeros mapas de África.
KV: ¡Eso suena 100% Salvador Calvo!
SC: La verdad es que hay una querencia ahí, sí.
KV: Netflix participa en la película, y ya había distribuido en parte del extranjero tu anterior trabajo. ¿Se ha notado la llegada de nuevas ayudas en forma de plataformas?
SC: Pues sí. En un momento en el que estábamos más asfixiados, cada vez con menos salas, se ha abierto un camino increíble con esta nueva forma de consumo. Y las plataformas también se han dado cuenta de que para estar a la altura de esos contenidos que se pierden con esos cierres había que involucrarse. Y eso supone un respiro. Con las cadenas que teníamos antes no dábamos para poder hacer una producción rentable. La colaboración de Netflix, Movistar +, Amazon, HBO... será fundamental para poder seguir adelante.
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