El clásico moderno de Peter Weir explica de un modo tan sutil como brillante los problemillas de salud a los que estaba expuesto Truman
Por si fuera poco moldear unos personajes interesantes, ricos en matices y con una evolución coherente, y articular una narrativa ágil, interesante y dramática que emocione al público y le mantenga pegado a la pantalla durante un par de horas, el equipo responsable de la creación de un largometraje debe esforzarse por dar coherencia al mundo en el que se ambienta. Algo que pasa por los detalles, a priori, más insignificantes.
El suplemento de Truman
Hablar de universos tan particulares como el que el director Peter Weir y el guionista Andrew Niccol diseñaron en 'El show de Truman' es hacerlo maquinarias compuestas por infinidad de piezas perfectamente engrasadas que giran de forma inexorable en una única dirección. En este caso, esta no era otra que describir la peculiar vida del personaje titular, que ha permanecido toda su vida siendo el protagonista de un reatlity rodado en un plató gigantesco —aunque no todo lo que debería—.
Lejos de desvelar este inolvidable giro a golpe de exposición condensada en una escena, Weir, Niccol y el resto del equipo —el diseño de producción es memorable— optaron por dosificar la información que conducía a la revelación con pequeñas semillas plantadas en diferentes momentos. Algunas más obvias, como esos trabajadores que repetían una y otra vez la misma acción como haría cualquier figurante en un rodaje, y otras más sibilinas como la que nos ocupa.
Puede que uno de los guiños que más me llaman la atención de 'El show de Truman' y su manera de sugerir que algo no va bien en el día a día del personaje de Jim Carrey se encuentra en su desayuno. Su primera ingesta del día, además de los alimentos que cualquiera encontraría en su mesa, incluye una dosis de vitamina D; un suplemento común, pero que en el contexto de la cinta tiene una connotación muy significativa.
Una de las principales fuentes de vitamina D para los seres humanos, además de alimentos como el salmón, el atún o la trucha, es la exposición a la luz del Sol. Sabiendo esto, es comprensible que el bueno de Truman necesite extraer este nutriente de un modo alternativo, ya que el astro rey es sustituido por focos de luz artificial dentro de la cúpula en la que se filma el programa que le ha visto crecer. Sin duda, todo un detallazo que demuestra que, en el cine, nada es casual.
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