Los concursantes tenían, básicamente, que aguantarse las (presuntas) ganas de reir con los chistes del elenco de actores y, el que mejor lo hiciese, pasaba a ganarse la posibilidad de acceder al panel de premios donde podían llevarse cosas tan rumbosas como un bolígrafo de diez colores o un huevo de dos yemas...
En fin, el repaso que le dan en el mencionado artículo es de órdago, tanto al formato como a los protagonistas del mismo. Sin embargo, para ser justos y aunque con la perspectiva del tiempo sea fácil considerar aquel programa como "flojete" o "cutre", lo cierto es que era una alternativa aceptable para acompañar a la hora de comer, y más en las zonas de España donde las incipientes cadenas privadas todavía no se podían ver...