Asumo que con este post me voy a mover en terrenos delicados. Que puede resultar un tanto oportunista y exagerado. Pero a ver si consigo explicarme. Y es que la noticia que salía ayer en los medios de que la última víctima de violencia de género y su asesino habían protagonizado días antes una de las historias de El Diario de Patricia me ha hecho reflexionar.
Realmente pone la carne de gallina el ver el vídeo sabiendo lo que pasaría después. Una relación terminada, un hombre que va a la tele a intentar reconciliarse con su pareja (reconciliarse no, ¡le pide matrimonio!), la negativa de ésta... y unos días después se acerca a su portal y la acuchilla hasta la muerte.
Obviamente no es posible establecer una relación unívoca entre este tipo de historias televisivas y situaciones de maltrato. Pero siempre he pensado que algo debe estar muy mal en la cabeza de quien va a estos programas a intentar solucionar cualquier tipo de conflicto.
Por un lado, si ya lo han hablado en sus vidas privadas y la respuesta es negativa... ¿por qué extraña razón piensan que las cosas van a ser diferentes si lo hacen delante de las cámaras? Nunca me lo he explicado. Y peor aún si no lo han hablado en persona... ¿qué clase de relación se puede construir si no es posible dialogar en privado y se pretende hacer en público?.
Creo que este tipo de programas tienen parte de la responsabilidad, o al menos deberían reflexionar sobre ello. Está bien que se dediquen a sacar historias positivas (en plan "yo adelgazé 40 kilos", "cómo salí del armario" o "por fín veo a mis hermanos tras 20 años separados") o divertidas (del tipo "yo soy superfan de Tamara" o "dónde está la mosca, aquí, aquí"). Pero deberían tener más cuidado antes de prestar sus cámaras y su público a historias que por definición son complejas (familias enfrentadas, parejas rotas, etc.) y en las que no hay ningún motivo para pensar que la televisión vaya a ayudar en absoluto a resolver esos conflictos.