Las dos Españas llegan a tu pantalla

Vd. sabe el proceso: da el nombre -inventado o no-, se registra en cualquier red social y comienza con las opiniones. Antes, todo eran grises, nadie tenía las cosas claras y se llegaba casi siempre a un acuerdo tácito. Una plantajunta virtual, tediosa, destinada a oficinistas aburridos; nervio de cualquier chat de aquellos tiempos.

¿Se ligaba? A veces. ¿Se obtenían prebendas? No muchas: los jefes veían las redes sociales como resultado de niños aburridos o solteros en desopilante crisis de la mediana edad. La imagen del oficinista calvo, con gafas y gris; búho internáutico que intenta volar en Internet… mientras ve desde la ventana de la Contaduría Hnos Larrainz S.L. un páramo castellano.

Ese nuevo opinador se proyectó en varios mitos audiovisuales y una forma muy distinta de consumir cine o televisión. La debacle económica delimitó el campo de batalla: aparecieron los conformistas, la España somnolienta de lo “cuñao”, de toros o fútbol. En frente, el país progresista, mucho más joven, con una visión maniquea del mundo y que consume series de televisión extranjeras comprometidas con la realidad social del país… como 'Juego de Tronos'. El primer país tiene todos los canales públicos y privados a su disposición; el segundo ya solo consume plataformas digitales. ¿Con cuál se quedan?

El extremo centro

En la España conservadora, la primera, el trío copa, café y puro quedó así sustituido por fútbol, centro político y pareja morganática. Vidas en raíles desde los diez años, con escasas heterodoxias (un porro una vez, aquella borrachera de Calahorra, ese manga guarro de los 13 años…), condenada a aparecer en fotos de Facebook con titulares como “con mi peñuqui de furbito ¡campeones otro año!” o “RAFA NADAL, STAR PRAYER” (imprescindible la errata en inglés).

Contenta, casi siempre, con el régimen del 78, las películas de cine de barrio, las agudezas de David Gistau, la cañita al fresco y el pelo corto o pijopeluca. Su pathos narrativo resulta en un capítulo de Médico de Familia en el cual Chechu fuma un porro por primera vez. Un hecho, sin duda, que le llevará a la heroína como deja entrever ese tipo con aspecto de votante perpetuo del Partido Popular que era Milikito en la serie.

Su consumo de filmes es también relativo y solo se ceñía al cine americano escapista. Si existió, eso sí, una película cuñada, modelo de tantas, fue 'Gladiator' de Ridley Scott. Esa epopeya hortera con una Roma anaranjada y rocosa, en edificios y personajes, es el origen de la moda audiovisual mastuerza de flipe y Hans Zimmer.

Los gimnasios, templos narcisistas, llegaron a tener la banda sonora de este filme cuando tocaba la hora de enfrentarse a los bárb…digo las sentadillas. Pocas cosas más risibles, reales, que el gordifuerte que imita a Russell Crowe sin éxito saliendo del FITGYM con su camiseta reventona del Real Madrid. Todo ello con una mirada al infinito mientras oye la banda sonora de 'Titanic'.

Resultaban, claro, espectadores agradecidos, adormilados, de cualquier evento deportivo. Podían, incluso, empezar a las 9 con el mundial de atletismo y acabar a la medianoche viendo las interesantísimas repeticiones del fútbol guatemalteco retransmitidas por Julio Maldonado “Maldini”, ese periodista deportivo clavado al Dr. Maligno de Austin Powers. Su éxtasis audiovisual era ver a Alfredo Duro o Tomás Roncero gritar a las 2 de la noche en ese circo que comanda Josep Pedrerol llamado El Chiringuito de Jugones; la versión de Sálvame para heterosexuales. Una reunión de picapedreros que consideran el partido del domingo su particular momento de iluminación diaria: el balón sustituye a la cruz y lo que vds. están pensando al vino de misa.

Los programas de entretenimiento que consumen tampoco tienen riesgo alguno: traspasan su cosmovisión de rabas de calamar, chistes sobre culos y sillas rojas con el logo de Coca Cola. El epitome de esa España como inmenso bar alicantino fue sin duda El Hormiguero, que se inició como un formato atrevido, supuesto heredero de Lo + Plus, para acabar en una sucesión de chistes rijosos, bromas estilo “el busto es mío” y un nivel de sátira a la altura de su presentador.

El formato de El Hormiguero, obsoleto desde hace décadas, llegó a su paroxismo con el desopilante Hora Punta de Javier Cárdenas. De escritura subterránea, looks imposibles de segurata buscando camorra en el puerto de Barcelona y ritmo ausente, su lentitud y bromas fallidas lo convierten en un filme de Haneke en directo. Cárdenas, ese humanista que dio voz a condenados al exilio mental (eufemismo de reírse de retrasados, perdonen), se nos presenta como increíble David Letterman vigoréxico acompañado de colaboradores de ingenio limitadérrimo.

El Hormiguero inició como un formato atrevido, supuesto heredero de "Lo + Plus", para acabar en una sucesión de chistes rijosos, bromas estilo “el busto es mío” y un nivel de sátira a la altura de su presentador

Ahora bien, si existe un símbolo, un puntal, de esta España conservadora no puede ser otro que Bertín Osborne y su programa de entrevistas Mi casa es la tuya. Bertín, el hombre, el mito, la clase pasiva, es la ejemplificación de la campechanería acompañada de la inevitable ideología reaccionaria. Y es que Osborne vive en un eterno año 77 como popstar de provincias cuyos gorgoritos llegan al alma (¡y al útero!) de las señoras bien.

Su público es el perpetuo pueblo imaginado, con su iglesita, cura progre y anuncio de KAS naranja, como comunidad idílica…y cárcel para cualquier heterodoxia. Aquella que tiene realización catódica en la Vuelta España, la cual encanta a Mariano Rajoy –cuyos dos referentes no son Marx y Freud, sino el Marca y el As- y que se materializa como una Palencia continental fosilizada en la Transición: “España huele a pueblo, huele a ropa planchada, a niño no hagas eso, a no me da la gana” como himno de un país en la mochila y el ABC en la guantera. Una UCD eterna, como decía Jorge Luis Borges que son las cosas en celtiberia.

Toda ella está resumida en aquella frase tan inteligente como posmoderna del gran calavera José Luis de Vilallonga en Patrimonio Nacional de Rafael Azcona y Luis García Berlanga: “Uy, si yo fui rojo, pero se pasó de moda”.

Los condenados al futuro

Detrás de esa España que bosteza, entre un partido y otro del Madrid, está la heterodoxa, casi siempre urbanita, que emergió en la crisis con todas esas nuevas ideas…del pasado siglo. Todo lo que huela a clase media, a ser como sus padres, les espanta: la pareja estable, los hijos, las cargas, la hipoteca, el fútbol… ¿Su ideología? La última moda televisiva que venga de Nueva York y que sigan tres allí. Ejemplo: si Lena Dunham de 'Girls' se une al partido nazi, cinco o seis en Twitter aparecerán al día siguiente con esvásticas en la frente y sustituirán a Foster Wallace por Mi Lucha de Hitler. ¿Por qué? Porque, porque, porque ella, “…ella...es TAN GUAY, TIA” dijo @teenita_little_star_bi_88

En general son clase media disfrazada de hippie que quiere olvidar los gritos de sus padres, las miradas mezquinas de las tías de Astorga (que, como decía Michi Panero en El Desencanto, “son y serán unas memas”) convirtiéndose en el protagonista de un tebeo de Nazario con iPhone al fondo. Espectadora eterna de 'El Intermedio', ese programa cuyo mejor guionista es Rajoy, y que no deja de ser el Boletín Oficial del Estado de Podemos con track de risas.

Monzón/Wyoming, hombre incapaz de hacer chistes de Venezuela –ese momento terrorífico en el cual 'El Intermedio' se pone extrañamente serio (empieza la propaganda)-, tiene un buen pasar con unos cuantos pisos a su nombre gracias a años de mofa del PP. En el fondo, ama a la organización de hampones que se sitúa en la calle Génova 13 de Madrid: le debe toda su fortuna.

Espectadora eterna de El Intermedio, ese programa cuyo mejor guionista es Rajoy, y que no deja de ser el Boletín Oficial del Estado de Podemos con track de risas.

Ahora, el lector tendrá difícil convencer de esos evidentes grises a los espectadores de ese programa u otros: los ídolos audiovisuales de estos indignados de Twitter son intocables. Unos divertidos Marcelinos pan y vino que no han leído a Hobbes, tampoco a Rousseau…pero sí a Nacho Escolar. Tipos que sollozan con Antonio Tabucchi, se emocionan con Ken Loach y demás autores paleocristianos en un seminario permanente que sustituyó la cruz por la hoz y el martillo.

Sus hundimientos emocionales, sus crepúsculos, al descubrir que sus ídolos son tan humanos y turbios como el malote que les robaba el bocata de Nocilla suelen durar meses y acaban, ¡oh sorpresa!, convirtiéndoles en miembros del anterior país. Es el tipo de decepción de un taxista que quita la foto de Franco de la luna al descubrir que tenía una unidad mora.

A pesar de este fervor por el cine de Ken Loach (ese curita de provincias según el clarividente Ramón de España) o Fernando León de Aranoa, el mundo indignado consume todavía mucha más cultura norteamericana. Son el usuario tipo con aspecto del Gran Lebowski (camiseta reventona, barba, gafas y boca abierta como señal de gran lucidez) de plataformas estilo Netflix o HBO donde videan sin control series americanas y se empapan de toda la problemática de la ciudad de Baltimore o los trapos sucios en Washington ('The Wire', 'House of Cards', etc.). Problemas semejantísimos, iguales vamos, a los que se dan en Ávila o en la Moncloa.

Se intentó, a pesar de todo, un tipo de serie social local y perroflauta con 'Libres', de 2013. La trama seguía a un grupo de chavales muy comprometidos que abjuran al capitalismo y van a vivir al pirineo aragonés. Una trama parecida a David el Gnomo o Los Pitufos, solo que las chozas sostenibles y los ponchos quedan peor en pantalla. Los trol o Gárgamel de las series anteriores se sustituyen por la Guardia Civil, para que comprendan la estudiada metáfora y más o menos la historia casi todos los episodios. Más intensa que buena, inadvertidamente cómica –¡todo para ellos es un drama! ¡los animales heridos! ¡las relaciones! ¡tirar una bolsa de Monchitos y no reciclarla! -, no llegó a la segunda temporada.

'Libres' cogió el modelo de lo que podría llamarse película intensa modelo: 'Caótica Ana', realizada en 2007 por Julio Medem. Esa epopeya sobre la reencarnación mezclaba, reunía, todos los mitos de la España de ZP: el “no a la guerra”, el amigo saharaui guapo, los pisos patera en Malasaña o Ciutat Vella de opositores o vagos con póster de Kortatu y el botellín de Mahou como cáliz de la revolución pendiente. Si 'Médico de Familia' trazó la imagen de la España de Aznar, clase media acomodada cuyos dramas de primer mundo abochornan ahora en 2017, 'Caótica Ana' supuso la cristalización del país de los cooperantes comprometidos, sin sentido alguno del humor, y que portaban el sempiterno zurrón con pasquines de la CNT.

Un país resumido, estigmatizado, en el personaje de Rik Mayall en la serie británica Los Jóvenes: activistas histéricos que prefieren resolver los problemas de otros ante la imposibilidad económica -¡ay la crisis!- de resolver los suyos.

¿Qué elegir?

La consecuencia última de estas dos visiones del país, tan aburridas como planas, es una guerra ideológica larvada en redes sociales dependiente de la televisión. Si Twitter en el año 2010 era una máquina de chistes divertidos, mucho más transversales, ahora es un espacio de cabreo generalizado. El mundo nuevo no empieza, y el viejo no acaba… ¿Cuándo se dará el cambio? ¿Y si cambio yo antes? ¿Será una traición? “Luke, no conoces todavía el poder del lado oscuro…y el adosado en San Chinarro con siete letras…” le dijo el padre de Ramón Espinar a su hijo en el viejo Scalextric de Cuatro Caminos de Madrid mientras la escalera estaba a punto de vencer…

Como consecuencia, las televisiones actuales ignoran casi siempre a la España comprometida, la cual solo está representada por la Sexta. Esta última ejerce de brazo mediático podemita, forzando incluso el aspecto juvenil de un García Ferreras cuarentón disfrazado de MC CaStA, un Public Enemy de Alcorcón, en sus aventuras como periodista callejero. El resto son canales anclados en el año 98, con programas del corazón viejos, noticieros rancios y una programación de películas adversa a cualquier hípster, pero muy querida por los millones de pensionistas. Estos todavía producen picos de audiencia con cada comedia de Paco Martínez Soria (que, por cierto, pasó de militar en la CNT en la guerra civil a ser ídolo de masas franquista ¡el primer tránsfuga audiovisual conocido!)

Todo hombre de una u otra España tiene pesadillas de despertarse en el cuerpo de la otra: diputados del PP en Toledo aficionados a las corridas de toros que emiten en la dos, con esas voces en off profundas y cavernosas de Barry White fachas, que emergen del letargo embutidos en el cuerpo de una activista pro-sex catalohablante que quiere casarse por lo civil con una boa constrictora visibilizada como mujer y tiene todos los filmes de John Waters en Blu-Ray.

Concejales barbosos animalistas, enganchados a 'Breaking Bad', que salvan perritos callejeros en Villalba saliendo de la vigilia en el afeminado cuerpo de un torero sevillano con patillas hasta el ombligo y que hoy ejercerá de matador ante señoras con perlas como puños y Carlos Herrera como amor platónico.

Vd. en cualquier momento puede ser linchado por una de ellas…y por ello llegar a lo más alto: la mitad de las firmas ahora conocidas emergieron de esta forma como nuevos visionarios. Más en el estilo La Vida de Brian que Lenin, eso sí... En apenas una hora, por una frase sacada de contexto (este desapareció entre la EGB y la ESO, podríamos decir), puede convertirse en un nuevo Robespierre feminista posgénero invitado a La Tuerka o ejercer de falso Sagasta con flequillo e invitación preferente al programa de Sánchez-Dragó.

Triunfos efímeros, cabreos momentáneos, que acabarán en lógica económica a medida que baje el paro. Y con él el tiempo libre para ver la televisión.

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