El eslabón perdido de la saga es uno que es mejor dejar enterrado
Mientras contamos los días que faltan para 'El reino del planeta de los simios', está terminando también la etapa de hacer los deberes. Bien para rememorar la espectacular trilogía reciente (que aunque esta nueva entrega no continúa de forma directa, sí es la base de la que parte), o para ponerse al día desde el principio con el clasicazo que es la original de Charlton Heston y sus más o menos inspiradas secuelas. Hay una película, eso sí, que puedes tachar sin miedo de la lista antes de revisitarla: El reboot de 2001 dirigido por Tim Burton.
Algunos espectadores siguen a día de hoy rascándose la cabeza con lo que sea que el director estaba queriendo hacer aquí. Si la reciente y exitosa trilogía de César quería ser una reinvención realista y grounded del concepto, sin perder un ápice de su garra ideológica, la versión protagonizada por Mark Wahlberg operaba en una órbita muy distinta. Quería ser fiel a lo que contaba la original pero también subvertir la premisa, mantener la identidad de muchos de sus elementos clave, pero actualizando de algún modo el relato.
El resultado era algo que no cumplía con ninguno de sus dos propósitos. Las diferencias con la original se sentían superfluas. El look más contemporáneo y excéntrico de los simios no tenía un mayor propósito narrativo, y los nuevos personajes se sentían planos. No ayudaba ver a un Mark Whalberg especialmente espeso al que el guion tampoco le ayudaba demasiado. "Fue una experiencia increíble trabajar con Tim. Pero creo que hicimos retroceder un poco a la franquicia." admitía el actor en una entrevista del 2011.
Fallando al espíritu
Cuando quería parecerse a la original era también tremendamente torpe. Sí, hay líneas de diálogo que se recuperan tal cual en otro contexto, los arquetipos de personajes son similares y varias de sus escenas recuerdan mucho a su contrapartida en la película de 1968, pero este reboot falla en entender de qué iba realmente la cosa que estaba adaptando.
No hay grises en esta reimaginación. Cuando la original se estrenó en su momento, fue alabada por ser tanto una gran obra de entretenimiento como un relato alegórico y políticamente conciente de revisionismo histórico. Esa fórmula se ha mantenido en sus secuelas. En la película de Burton, sin embargo, la moralidad se siente idealista y perezosa, con villanos villanísimos y rebeldes simios desde el minuto uno como si fueran buenos y malos en viñetas de un tebeo maniqueo.
Pero no se exploran las razones detrás de la existencia de este mundo ni se integra el discurso sociológico de ninguna manera dentro de la trama. Trama que tampoco resuena emocionalmente de ningún modo a su reactivo protagonista. Había un significado especial y humano en los roles de Taylor (Charlton Heston) y Will (James Franco) en la original y el reboot de 2011, respectivamente. En la del 2001, Leo (Mark Whalberg) simplemente pasaba por ahí.
En sus dos horas de worldbuilding, aventura e incluso un tercer acto que incluye una guerra… Tim Burton firma una película que realmente no habla de nada. Toma el concepto básico de la saga y lo convierte en una simple excentricidad. Aquí son culpables por supuesto también sus guionistas. El equipo compuesto por William Broyles Jr., Lawrence Konner y Mark Rosenthal tenían algo de experiencia compartida en cintas como 'Superman IV', 'Apollo 13' o 'Náufrago', pero no supieron poner sus habilidades en común.
No todo fue malo, hay ciertos elementos de esta versión que se rescataron para el nuevo reboot. Una de ellas fue la idea de integrar una relación preexistente entre el protagonista y un simio (por planita que sea), algo que sería el centro dramático de 'El Origen del Planeta de los Simios'. El concepto de introducir armas humanas en la civilización de simios fue algo también tratado por encima en la original que aquí tiene bastante importancia, y la tendría aún más para Matt Reeves y compañía.
Más importante que todo esto, la película enseñó a Fox por donde no tirar en el futuro. Para cuando Amanda Silver y Rick Raffa tomaron las riendas del nuevo guion que dirigiría Rupert Wyatt, la premisa era justamente la contraria: recortar en el aspecto más marciano de la saga que tanto había explotado Burton e introducirlo poco a poco de forma natural, humanizando en el camino el universo y sus personajes.
Éxito en taquilla, pero a qué precio
Aunque la taquilla acompañó, fue la única cosa que lo hizo. El reboot había tenido una producción complicada, con un Burton que en última instancia había quedado relegado a un rol de director mercenario. Como ya ocurriera en otras grandes películas adaptadas por autores (te miro a tí, 'Dune' de David Lynch), el matrimonio no había salido demasiado bien.
"No tenían listo el guion. Tenían una ventana de lanzamiento antes de que se hubiera rodado nada. Estaban empujándolo y empujándolo en la dirección equivocada. Tienes que dejar que Tim haga lo suyo", decía Whalberg en otra entrevista. Entre otras complicaciones, el vestuario y el maquillaje acabó siendo un infierno logístico dentro del rodaje, que les obligó a rodar numerosas veces las escenas por dificultades de los actores paran entenderse.
No es extraño que, tantos años más tarde, sea una película que todo el mundo quiere olvidar, incluido un Burton que en sus declaraciones en 2001 a la pregunta de si haría una secuela respondió con total honestidad "preferiría saltar por una ventana. Lo juro por dios". El mensaje caló hondo para Fox, que tardaría diez años en atreverse a volver a tocar la franquicia. El eslabón perdido de esta popular saga es un desafortunado e incomprensible tropezón que apenas ha dejado huella en su historial de triunfos.
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