Optar por ver entrevistas en la pequeña pantalla siempre requiere que el espectador sea más paciente que de costumbre, con predisposición al género e incluso amante de la conversación. Este perfil reduce la muestra drásticamente. La televisión que hoy gusta tiene mucho más ritmo, espectáculo, morbo, polémica, sensacionalismo,... que choca con el estilo pausado y reflexivo de Quintero.
El cocktail de invitados que cada semana nos ofrece ameniza la oferta nocturna con charlas amables, respetuosas, introspectivas,... donde dejamos de un lado al personaje para conocer a la persona. La habilidad del presentador andaluz también está en dosificar estos encuentros de manera que dejen siempre al espectador con ganas de más. Para ello grababa las entrevistas, las montaba y las dejaba en unos 10 minutos. La estrategia cambiaba con la emisión por entregas (un trozo cada semana) si así lo merecía. Aunque siempre había la entrevista principal con la que ampliaba tratamiento y cobertura. Sin olvidarnos de sus monólogos-poesías, mirando fijamente a cámara; todo un momento literario.
Quintero nos ha devuelto el goce por la entrevista, sin ruidos, sin estridencias. Algo que la pública perdió con la marcha de Julia Otero. Ayer finalizó temporada diciendo: “si queréis que vuelva, silbad; si queréis que vuelva..., ir al ente”. El ente (público) sabe que si apuesta por él, apuesta por calidad y no por cantidad. Que dejen al loco hacer sus locuras.
En ¡Vaya Tele! | El loco de la colina, entrevistas de verdad