Un fenómeno de los ochenta a ritmo de funky
Vivimos en un terreno complicado para la comedia, principalmente porque esta ya no puede ser simplemente una comedia, al menos si quiere ser estreno de cines. O incluso ni eso, porque en streaming vemos también casos donde este tipo de películas tienen que inflarse con mucha acción para que no parezcan totalmente intrascendentes para el espectador.
No es que las mezclas sean únicamente cosa del presente, ya que tenemos casos totalmente memorables donde la comedia se cruza con cosas como la ciencia ficción o el terror con mucho éxito. Pero la prioridad se tenía más clara que en la actualidad, algo que ha quedado palpable en cómo ha ido evolucionando la franquicia de ‘Cazafantasmas’ con respecto a la original.
Un negocio que no es de este mundo
Ahora se cumplen 40 años del estreno de esta icónica película de comedia, terror sobrenatural y ciencia ficción con Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis, Ernie Hudson y Sigourney Weaver. A las órdenes de un eficaz funcionario del género como Ivan Reitman, dan con un sólido entretenimiento que hoy se puede ver en streaming a través de Movistar+.
En ella los doctores y expertos en parapsicología de la universidad de Nueva York expanden sus conocimientos en los espectros más allá del plano de los vivos, unos fantasmas que están asolando la ciudad. Cuando pierden sus empleos, forman una empresa para cazar fantasmas y limpiar Nueva York de ectoplasma.
Resulta de lo más curioso que las secuelas más recientes de esta película hayan optado por enfatizar una faceta fantástica plagada de funcionalidades y lugares comunes, cuando no ha sido lo que ha hecho especial a ‘Cazafantasmas’. Entre sus sucesiones de gags, de subtramas algo aleatorias y sus instantes de grandes efectos especiales, lo que realmente sostiene la película es algo tan trivial como una comedia sobre gente que monta un negocio.
‘Cazafantasmas’: bustin’ makes me feel good
El conflicto principal parece con una gran entidad que posee tanto a Weaver como a otro secundario dorado como Rick Moranis, pero eso sólo responde a la fascinación paranormal que nutre el guion de Aykroyd y compañía. La dirección de Reitman pone énfasis en conflictos burocráticos, en intentar convertir lo paranormal en una fuente económica sostenible, y un poco en intentar convertirse en celebridades (algo que recibe más énfasis en su secuela directa).
Por su propia falta de estructura sólida, sucediendo gags que no van necesariamente en función de una trama, vamos a encontrar escenas cómicas que funcionan mejor que otras. Ahí ya depende de la inspiración del reparto, más que de un Reitman que muestra al menos una sólida mano en los efectos especiales con textura marionetil más que digital. Una artesanía apreciable que la mantienen efectiva tras varias décadas.
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