Ayer me enteré del fallecimiento de uno de esos actores a los que ya daba por desaparecidos (es terrible hasta donde puede llegar el olvido humano): Van Johnson. Probablemente a los cinéfilos de las nuevas generaciones, su nombre les suene a chino, pero a los de mi quinta seguro que les trae muchísimos recuerdos. Johnson no fue un excelente actor, pero en los años 40 y 50 obtuvo el estatus de estrella, participando en algunas de las producciones más famosas del momento.
El actor, natural de Newport, Rhode Island, tenía un rostro amable que hacía que el público conectase con él de forma inmediata. Entre sus interpretaciones más emblemáticas podemos apuntar ‘Dos en el cielo’ (de la que Spielberg hizo un remake titulado ‘Always’), los films bélicos ‘30 segundos sobre Tokyo’ o ‘Fuego en la nieve’ (una de las películas bélicas más influyentes que existen, obra de William A. Welmann), ‘El estado de la unión’ (uno de sus personajes más recordados, a las órdenes de Frank Capra), ‘El motín del Caine’ (al lado de un sorprendente Humphrey Bogart), el musical ‘Brigadoon’, el drama ‘Vivir un gran amor’ (del que Neil Jordan hizo un remake llamado ‘El fin del romance’), o el ejercicio hithcockiano a cargo de Henry Hathaway ‘A 23 pasos de Baker Street’.
Van Johnson formó parte de mi formación como cinéfilo, crecí viendo muchas de sus películas. El pasado viernes falleció a la edad de 92 años, en un asilo de Nueva York, por causas naturales. Hacía 16 años que había dejado el cine.
Hasta siempre Van.
Vía | El País
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