Repasando los últimos titulares de algunos medios me he encontrado con la frase "ha fallecido el cineasta..." y automáticamente me he puesto nervioso. Os juro que estaba cenando y me he quedado con el sandwich en la mano, a medio camino entre el plato y la boca. Antes de descubrir la identidad del muerto, han empezado a desfilar nombres por mi cabeza a la velocidad del rayo... y entonces leo el nombre. No me lo puedo creer.
Hace cuatro años, en verano de 2004, me encontraba en Carmona (Sevilla) para asistir, junto con un pequeño y variado grupo (no diré selecto), a un cursillo de dirección de cine, de una semana de duración. Lo impartía el realizador cubano Humberto Solás. No le conocía, ni a él ni a su cine (sólo tenía algunos datos), pero bastó una sola clase, apenas un rato, para comprobar la sabiduría que portaba ese hombre delgado, de pelo canoso y mirada tranquila, tabaco siempre en mano. Gracias a sus lecciones y los relatos de su experiencia, comprendí mejor en qué consiste la labor de un director.
Con 66 años, Solás abandona este mundo, sin que se conozcan las causas concretas; se encontraba en La Habana, en la capital de su querida Cuba. Con 4 décadas de cine (de ficción y documental) a sus espaldas, estaba considerado una de las figuras más importantes del cine iberoamericano y desde 2003 presidía el Festival de Cine Pobre de Gibara, un espacio que creó para promover alternativas cinematográficas de bajo coste. Aunque sus obras han sido premiadas en numerosos festivales internacionales, es especialmente destacable que en 1986 su película 'Un hombre de éxito' fue la primera de nacionalidad cubana en ser candidata al Oscar. Otros títulos importantes de su filmografía son 'Lucía' (1968), considerada su mejor película, y 'Miel para Oshún' (2001), nominada en los Goya.
Hasta siempre, don Humberto.
Vía | El País