Gracia Querejeta está rodando desde el 28 de agosto su quinto film ‘Siete mesas (de billar francés)’, que trata sobre mujeres derrumbadas que logran levantarse. Ángela (Maribel Verdú) vive en Vigo con su hijo. Ante la noticia de que su padre acaba de sufrir un infarto, debe trasladarse a Madrid. Cuando llega, se entera por boca de Charo (Blanca Portillo), compañera sentimental del padre, de que éste acaba de fallecer y descubre cómo el local al que él ha dedicado su vida, una sala de billar, se mantiene a duras penas, lejos del esplendor de antaño. Cuando Ángela regresa a Vigo, se enfrentará a la extraña desaparición de su marido. Poco después se entera de que estaba implicado en un delito de contrabando y de que llevaba una doble vida, con otra mujer y otro hijo. Es entonces cuando, desesperada, vuelve a Madrid, al viejo local paterno donde debe convivir con Charo. Ángela y Charo son, según la directora, dos seres “de caracteres opuestos que, al final del camino, convergen”.
La película se filmará durante diez semanas, en 35 mm., en localizaciones de Madrid y Vigo.
Blanca Portillo es posiblemente la actriz del momento. En ‘Volver’, película en la que Almodóvar hace lo que indica el título: volver al buen cine, al cine que retrata paisaje y paisanaje con gran autenticidad, Portillo me parece lo mejor, siempre mejorando lo presente que es, cómo no, Chus Lampreave. En la gran decepción de la temporada, ‘Alatriste’, pero que pugna con la anterior por la estatuilla del pintor aragonés, Blanca Portillo es de lo poco bueno que se puede encontrar, y eso que hace un papel de hombre. Pero no es su primera vez, pues ya lo lleva desempeñando un tiempo en una obra teatral. Aparece también en ‘Los fantasmas de Goya’, que se estrenará pronto.
Maribel Verdú debe de haber terminado ya el rodaje de ‘Las trece rosas’ y tiene también una película a puntito de estrenarse: ‘El laberinto del Fauno’, de Guillermo del Toro. Coincide además con Portillo en haber aparecido en otra película sobre Goya, esta vez la de Saura, ‘Goya en Burdeos’ y hasta tiene unos cameos en la serie en la que Blanca Portillo era Carlota, ‘7 vidas’. Para la edad que tiene, su carrera el larguísima, pues durante una época rara era la película en la que no apareciera. Esto significa que hay de todo en su filmografía, más abundantemente malos films, pero también alguno bueno.
La parte masculina del reparto la compondrán Enrique Villén y Ángel de Andrés. El co-autor del guión de ‘Héctor’, el film anterior de Querejeta, David Planell, ha colaborado en la escritura de ‘Siete mesas de billar’. Además de escribir y dirigir, Gracia producirá por primera vez, junto con su padre, el mítico productor Elías Querejeta. Dice Gracia que su padre siempre la ha tratado como a cualquier otro director y que con él tiene “encuentros y desencuentros”, pero están juntos porque “no hay lucha de poder entre él y yo. Cada uno tiene su parcela. Elías hace sus puntualizaciones a las historias en las que se implica. Yo, si acabo produciendo a otros, lo haré igual que él”, reconoce.
Gracia Querejeta es directora y guionista de ‘ Una estación de paso’, ‘El último viaje de Robert Rylands’, ‘Cuando vuelvas a mi lado‘ y ‘Héctor’. En general, sus films son fríos y serios, pero suelen tener una ajustada dirección de actores y algunos valores como una fotografía cuidada y una acertada psicología de los personajes. En el apartado del montaje es donde más suelen fallar, como demostró estrepitosamente ‘Cuando vuelvas a mi lado’, con esos ridículos fundidos a rojo que más que parecer una marca de autor chirriaban cada vez que se producían. Por lo tanto, a veces sus películas se hacen pesadas.
Por ‘El último viaje de Robert Rylands’, basada en la novela de Javier Marías ‘Todas las almas’, el autor la llevó a juicio a mi modo de ver de forma injustificada. Su alegato es que la película no plasmaba el espíritu de la novela, claro que por eso se llaman adaptaciones, pues la autora en este caso ya era ella. Elías Querejeta, padre y productor de Gracia, también estaba implicado, pues es quien adquirió los derechos. Esta película tenía una factura muy pulcra y hasta se podría decir que elegante, pero de nuevo resultaba aburrida y su excesiva frialdad la hacía parecer vacía.
Parece que la propia Querejeta es consciente de esta seriedad y frialdad, por eso ha declarado que la película que comienza a rodar es la que tiene “más sentido del humor”. Dice que le ha dado un “toque un tanto estrafalario” en el ambiente de los jugadores de billar y parroquianos del local.
En su quinta película, la cineasta retoma temas recurrentes en su filmografía, como el peso del pasado, o los misterios ocultos en él. También la ausencia de figura paterna, que ya trató en ‘El viaje de Robert Rylands’ o ‘Una estación de paso’ y ‘Cuando vuelvas a mi lado’. “Sí, claro, vuelvo al padre, pero esta vez es para acabar de rematarlo. En las otras se trataba como la ausencia de su figura, pero aquí ya lo mato”, bromea la directora.
Querejeta describe ‘Siete mesas (de billar francés)’, como una película “esperanzadora”. “Siempre siento la necesidad de que rescatar a mis personajes de sus conflictos y miserias, prefiero eso a lo contrario. En dos horas de película tiene que haber una evolución y yo elijo que vayan hacia arriba”, apunta Gracia Querejeta.
Cuando le preguntan si su intención es remover cuestiones autobiográficas, responde que “Ni lo pretendo ni lo evito. Simplemente fluye sin un planteamiento previo. Al no hacer cine de encargo, sale lo que llevas dentro, pero no hay en mí una voluntad de remover viejas arenas. Entonces, ¿Porqué lo voy a dejar?. Lo único que me preocupa es que mi cine haga sentir”, confiesa Gracia Querejeta. En realidad, cuenta que el texto nació “como una sinopsis brevísima hecha de situaciones personales mías que nada tienen que ver con la película, aunque sí con los sentimientos que ésta transmite”. Al menos algo habrá surgido del hecho de que la cineasta tenía una mesa de billar en su casa.
‘Siete mesas (de billar francés)’ está ambientada en Coslada, pero, como es habitual en Querejeta, “sin la pretensión de hacer un retrato de la clase trabajadora”. Dice que “es el marco donde inserto la historia, y, claro, se habla de los problemas económicos, laborales..., de que la vida no es fácil allí. Pero sin buscar la radiografía social”.
A lo mejor me equivoco, pero me suena que el argumento de la película se parece un poco al de ‘La soledad’, de Jaime Rosales, que a su vez recuerda al de ‘53 días de invierno’, de Judith Colell.