Un sistema algorítmico podría calcular el precio de la entrada de cine de manera diferenciada, basándose en variables como la sesión, el tiempo (si llueve, por ejemplo), el coste de producción de la película, el reparto o el género.
Según informa hoy en un reportaje el diario El País, tres multisalas de Milán ya aplican el sistema para determinar cuánto debería pagar el espectador por cada una de las películas de su cartelera. Lo ha diseñado una empresa italiana, que propone que el precio de las entradas de cine sea “dinámico”.
La filosofía detrás viene a considerar que, puesto que todas las películas no son iguales, tampoco los precios de la entrada deberían ser los mismos. Por ejemplo, ¿debería pagarse el mismo precio por ver cualquier película de Marvel o un film cuyo presupuesto apenas supera el millón de euros (como es el caso de la mayoría del cine independiente europeo)?
Por supuesto, la ecuación es mucho más difícil porque aquí cabría preguntarnos los criterios para valorar las películas en una categoría u otra. ¿Quién o qué determina que una película “merece” ser vendida más barata y en función de qué? ¿Es posible contar el factor cultural dentro del algoritmo? ¿De qué manera se valora el retorno económico a la producción (mucho más complicada) para ciertas películas que seguramente, por falta de presupuesto para publicidad, serían vendidas más baratas? ¿Incentiva esto su visionado o las desplaza todavía más hacia los márgenes?
Muchas preguntas para las cuáles, en algunas ocasiones, el equipo de Dynamitick, los inventores del sistema, ya tienen respuesta. Su algoritmo, inspirado por la industria de viajes, considera hasta 40 variables de todo tipo. Por ejemplo, las estrellas y el director, o el historial de ventas de la sala, en función de las películas proyectadas.
De momento, esta aplicación no está planteada para las salas españolas que, como las italianas, han sufrido un doloroso proceso de pérdida de espectadores en los últimos años. Sin embargo, en este país, acciones de promoción como La Fiesta del Cine han servido de aliciente para que mucha gente llene las salas, y disfrute de nuevo del verdadero propósito para el que este medio audiovisual se ha ido desarrollando hasta su plenitud durante su época dorada, a lo largo del siglo XX.
El sistema “dinámico” de venta de entradas quizá podría funcionar en términos de recaudación, siempre hablando en términos comerciales: es importante subrayar que el pionero caso italiano sólo se aplica a grandes salas de multicines. ¿Qué ocurriría con el resto de salas con una visión más artística y cultural? En cualquier caso, la reflexión que lanzo es: ¿hasta qué punto es justo diferenciar obras culturales para determinar su valor en función de variables “objetivizadas”?
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