Anoche, cuando alquilé la película de la que voy a hablaros, me llevé una grata sorpresa. No es la primera vez que el cine coreano nos sorprende con una buena historia y sobretodo, una buena película, pero a pesar de ello, no esperaba encontrarme con una película de este tipo.
Ambientada entre 1968 y 1972, Silmido nos sumerge en la historia de un complot, que fue real, urdido por el gobierno surcoreano de la época para asesinar a Kim Il-Sung, el ex-gobernante de Corea del Norte. Para llevarlo a cabo, se crea la Unidad Especial 684, oculta para todo el mundo y formada únicamente por delincuentes condenados a muerte, que se entrenan en la solitaria y desierta isla de Silmido. A pesar de que los entrenamientos y la dura supervivencia en muchas ocasiones rozan lo inhumano, los 31 hombres destinados allí no dejan un sólo día de superarse para lograr su objetivo: Ir a Pyongyang y asesinar a Kim Il-Sung con la esperanza de tener a la vuelta un puesto como oficiales, una nueva vida para comenzar y sobretodo, el reconocimiento como héroes de la nación. Desde el primer momento, y salvo los primeros minutos que pueden resultar un poco pesados, la película me enganchó, cosa que fue posible también por la banda sonora, que constituye un acompañamiento perfecto, manteniendo la tensión y el interés en su justa medida a lo largo de las dos horas y media que dura la película. Desgraciadamente, ni siquiera en Internet Movie Database he logrado encontrar demasiados datos técnicos, así que me he quedado sin saber quién es el artífice de ella. Lo que si he averiguado, ha sido el nombre del director, Woo-Suk Kang, que posee una pequeña lista de obras a sus espaldas, por las que esta película me ha hecho despertar interés.
Un detalle a mencionar, sobretodo en una película de estas características, son los efectos, que para mi gusto están bastante logrados sin parecer demasiado artificiales. Por otra parte, y hablando de este tema, el tratamiento que se le ha dado a la sangre, no hace que se nos dibuje una mueca de incredulidad ni desagrado, como si suele ser habitual en cine de este género, ya que han hecho que se funda tan bien con el resto de la escena, que sería impensable cualquiera de esas escenas sin ella.
La verdad es que me pasaría un buen rato más hablando de esta película, pero como me gustaría que la viéseis y opinaseis, lo dejo aquí para que lo demás, lo descubráis vosotros...
Por cierto, a pesar del parecido, el hombre que aparece a medias en la parte izquierda del cartel, no es Tony Leung sino un actor coreano llamado Ahn Sung-kee.