Para empezar, debo admitir, que me resulta difícil hablar de una película como Manderlay, de Lars von Trier. Ante semejante obra maestra, una no sabe que decir, a pesar de las muchas reflexiones inmediatas, que provoca.
Aún así, quiero intentarlo, porque creo, principalmente, que Manderlay (al igual que Dogville) no sólo es un film recomendable, si no, una de las opciones más atrevidas, interesantes, inteligentes y completas que nos ha dado el cine, en estos últimos años.
Manderlay comienza, donde terminó su predecesora. Su protagonista, después de abandonar Dogville, junto a su padre, encuentra una plantación en Alabama, en la que, a pesar de haberse abolido la esclavitud desde hace setenta años (representa que es 1933), se sigue practicando, como si nada hubiera cambiado.
Grace, en su permanente deseo de salvar a los demás, decide quedarse, para educar a sus habitantes en la libertad, y mostrarles sus derechos. Para ello, elige a unos cuantos matones de su padre, que la acompañan, y la ayudan a cumplir con sus propósitos En esta ocasión, el decorado compuesto por elementos reales, y otros pintados en tiza, o imaginarios, no causa el impacto de la primera, que ya consiguió que el espectador se adaptara totalmente, a tan extraño escenario, como si fuera lo más normal del mundo.
Lo que sí choca, quizá, durante los primeros minutos, es encontrar una nueva Grace, interpretada por Bryce Dallas Howard, aunque enseguida se agradece, ya que consigue hacer más verosímiles, tanto los errores repetidos de la protagonista (parece mentira lo poco que aprendió esta mujer en Dogville), como la parte menos inocente, que ya no se deja llevar por los demás, si no que impone su voluntad, incluso por la fuerza.
En un principio, puede parecer que la temática del film, se centra en el racismo, la esclavitud y la desigualdad. Pero lo mejor que tiene la película, es que de un tema general, puede traspasarse a uno concreto, de lo pequeño a lo grande, y viceversa.
Así uno se plantea, sus propias miserias, y las que ocurren en el mundo, para acabar confirmando, que en la mayoría de las ocasiones, son exactamente las mismas.
De la democracia, a la dictadura, de la guerra de Irak, a la pena de muerte... Grace simboliza en esta ocasión, la imposición de las ideas, la paradoja de obligar al otro, a ser libre, para sentirse mejor.
Grace recorre la fina línea que va de ser víctima, a ser verdugo, sucesivamente, sin descanso. Incapaz de comprender, que no se puede salvar a quien no quiere ser salvado, es más, no se puede salvar a nadie, más que a uno mismo.
Esa es la conclusión predominante, que me quedó después de ver Manderlay, la misma que al finalizar Dogville. No sirve de nada buscar consuelo intentando cambiar nuestro entorno. Ni para bien, ni para mal. La solución, no está fuera, está dentro.
Pero no estamos solos en el mundo, así que cuando vuelven a aparecer las imágenes de los créditos finales, acompañadas del tema Young Americans de David Bowie, se vuelve inevitablemente a la realidad. Se siente, de un golpe, todo el dolor contenido en la obra.
No se trata de un mensaje, ni de dos, ni de tres, ni de filosofar sin sentido, hacía una dirección u otra. A pesar de que cuando uno se pone hablar de Manderlay, pueda parecerlo (por eso avisé al principio, que para mí, era una tarea muy difícil).
Es otra cosa, lo que hace Lars von Trier. Pero no seré yo, la que trate de darle un nombre. Eso sí, es algo grande.
Una vez, me comentó mi compañero Red, que tratándose de cine, el qué (se cuenta), no puede sostenerse por si sólo, hace falta un cómo, en condiciones, que le dé una buena forma.
En lo que llevamos visto, de la triología "USA, tierra de oportunidades", a mí me parece que ambos están combinados de forma perfecta.