El universo siempre ofrece sus compensaciones, cada vez estoy más segura, hoy sin ir más lejos, después de ver un trailer tan asquerosamente vulgar como el de Instinto Básico 2, he tenido la suerte de poder borrarlo de mi mente, con una de las películas más sensuales, eróticas, y a la vez estremecedoras, que he visto en mucho tiempo.
Se trata de Lila dice (Lila dit ça), el segundo film de Ziad Doueiri, que transcurre en un popular barrio de Marsella, donde Lila, una rubia preciosa de 16 años y Chimo, un apacible chico árabe de 19, inician una especial relación.
Vahina Giocante, que tiene el poder de hipnotizar con la mirada, interpreta maravillosamente a esa especie de Lolita en búsqueda constante de provocación. Sin perder la dulzura y el encanto, incluso al pronunciar la palabra más soez, su sonrisa se muestra siempre angelical, resultando a la vez ambigua e intrigante.
Un personaje complejo, contrastando con la sencillez del que interpreta Mohammed Khouas, como narrador de la historia, en su primer trabajo como actor. También impresiona, en sus silencios, en las miradas. Sin duda, aunque la historia, tiene pinceladas exteriores, sobre el barrio, la marginación, e incluso los atentados del 11 de septiembre, sus dos protagonistas eclipsan el resto por completo.
No es posible contar más sobre lo que ocurre, porque debe disfrutarse en imágenes, poco a poco, pero si diré que es más importante el cómo ocurre. Lila dice, es de esas películas que se introducen en uno, en lugar de lo contrario.
La luz del mediterráneo. El sol, que puede llegar a sentirse, cálido en la piel. La intensidad de la adolescencia, de la seducción, de los juegos que se juegan con el corazón en la boca, y el deseo irreparable de que no terminen nunca.
Difícil regresar a la tierra cuando termina.