Para aquellos que llevamos leyendo cómics toda nuestra vida e imaginándonos como quedaría en la gran pantalla tal o cual superhéroe, los últimos tres lustros han supuesto la conversión de nuestros anhelos en una realidad muy palpable que ha contagiado de sobredimensionado optimismo a la maquinaria cinematográfica norteamericana. Conociendo como se las gastan los yanquis y la capacidad que tienen para exprimir ideas hasta agotarlas, los amantes de la viñeta vivimos aún escépticos un momento en el que cualquier título publicado al otro lado del charco, sea de la entidad que sea, es susceptible de ser trasladado a la gran pantalla.
Responsable directa de esta moda actual —quién sabe si con los años se estudiará el auge de los superhéroes en el cine como un fenómeno sociológico ligado a la crisis mundial—, Marvel fue la que, tras varios años viendo como las cintas protagonizadas por sus personajes eran bien taquillazos, caso de 'Spider-man' (id, Sam Raimi, 2001), bien objeto de merecido escarnio, caso de 'Daredevil' (id, Mark Steven Johnson, 2003) o 'Los 4 fantásticos' ('Fantastic four, Tim Story, 2005), decidió agarrar "el toro por los cuernos", estableciendo unos estudios propios , llegando a un acuerdo de distribución con Paramount y anunciando que, con 'Iron man' (id, Jon Favreau, 2008) como primera piedra, comenzarían la construcción de un universo cinematográfico cohesivo equivalente al que existía desde hace décadas en las páginas de los cómics.
El tebeo que todo el mundo quería adaptar
Hasta que llegó 'Iron man' y lo puso todo "patas arriba", el personaje de Tony Stark y su alter ego era de esos que pocas veces había conocido en las viñetas etapas de las que podríamos considerar como lecturas obligatorias para cualquier coleccionista de cómics. De hecho, salvo muy contadas excepciones —una de las cuáles es muy probable que veamos reflejada en 'Iron man 3' (id, Shane Black, 2013)— Marvel nunca ha sabido dar con la nota clave que consiguiera hacer atractivo a un multimillonario caprichoso y borracho que se enfunda una armadura para vivir emociones fuertes.
Resulta pues curioso que antes de que los estudios Marvel decidieran elegirla como la obertura de su ambicioso proyecto, el vengador dorado llevara dando trotes camino a la gran pantalla desde dieciséis años atrás cuando Universal adquiría los derechos del personaje para rodar un filme de bajo presupuesto con Stuart Gordon en la silla de realizador. En los tres lustros largos que transcurrieron hasta que Jon Favreau fue contratado, nombres como los de Tom Cruise o Nicholas Cage —¿hay algún superhéroe al que Cage no le haya tirado los tejos?— se interesaron en interpretar una posible cinta cuyos derechos pasarían de la Universal a la New Line y sobre la que planearon cineastas tan dispares como Quentin Tarantino, Joss Whedon o Nick Cassavettes.
Recuperados los derechos por La Casa de las Ideas, y optando por Favreau —que ya se había interesado por la dirección de 'Daredevil' un par de años antes— tras haber considerado a Len Wiseman, Marvel dejaba en manos del realizador de la simpática 'Zathura' (id, 2004) la labor de llevar a cabo una cinta que iba a ser observada con lupa por los amantes del cómic y que, en sus propias palabras, el visualizaba como un filme independiente "como si Robert Altman hubiera dirigido Superman" (sic). Huelga decir que esta superproducción de 140 millones de presupuesto de independiente, poco.
Un actor para un personaje
Desde un primer momento estaba muy claro que el éxito de 'Iron man' dependía en gran medida del actor que fuera a enfundarse el smoking de Tony Stark y la armadura granate y oro. Y aunque el cineasta consideró inicialmente apostar por una cara desconocida, alguien le iluminó para que terminara decantándose por Robert Downey Jr., un fan del personaje cuyo bagaje personal le hacía idóneo a los ojos del director para encarnar a alguien tan peculiar como el excéntrico multimillonario protagonista.
Implicándose en la redacción de un guión que alteró desde sus primeras encarnaciones para añadir mucho del sarcástico humor por el que es más reconocible su Tony Stark, Robert Downey Jr. tenía muy claro desde un principio cómo quería caracterizar a un personaje que, al igual que ha pasado con Johnny Depp y Jack Sparrow, será aquél por el que se le recuerde siempre. Dejo a continuación una cita del actor que me parece bastante reveladora acerca de las intenciones con las que se aproximó a este superhéroe.
Lo que normalmente detesto de las películas de superhéroes es cuando, de repente, el personaje con el que estabas conectando se transforma en un lo-hago-todo-bien, y se supone que tienes que creerte a ese Elliot Ness con capa. Lo importante para mí era que el personaje no cambiara hasta el punto de ser irreconocible y que, si era un idiota y dejaba de serlo, que al menos le quedara sentido del humor.
Con esta declaración de principios, Robert Downey Jr. se alza sin atisbo ninguno de dudas como lo mejor de 'Iron man': chispeante, sarcástico, agudo, de respuesta rápida, misógino irresistible y héroe por convicción, el Tony Stark encarnado por Downey se merienda de principio a fin a todos los actores que se le ponen por delante, ya sean estos del poco calibre de Terrence Howard —que se pasea por la acción como si tal cosa—, de la mediana entidad de Gwyneth Paltrow, poco más que una mujer florero —aunque todo apunta a que la tercera entrega corregirá por fin al desaprovechado personaje de Pepper Potts— o de la presencia de un Jeff Bridges que nunca termina de encajar como villano inquietante y ambicioso.
Creerás que una armadura puede volar
Y si importante era la elección del actor que encarnaría al héroe de la cinta, no revestían menor relevancia dar con un guión que no cayera en los mismos crasos errores que las citadas 'Daredevil', 'Los 4 fantásticos' o la horrenda 'Spider-man 3' (id, Sam Raimi, 2007), contar con una dirección que no rayara en la podredumbre de formas de los filmes anteriores y, por supuesto, tener unos efectos visuales cuya perfección pudiera dejar al respetable anonadado.
La solidez de éstos últimos viene garantizada por mor de la implicación de Stan Winston e ILM, consiguiendo la compañía fundada por George Lucas trasladar de forma precisa el magnífico diseño de Adi Granov a unos efectos que, sin excepción, son espectaculares. El asombroso trabajo de ILM queda puesto en valor por la dirección de un Jon Favreau que, con el entusiasmo derivado de haber sido elegido para firmar esta superproducción, rubrica un trabajo correcto, algo impersonal, sin grandes alardes ni graves estridencias destinado, como está, a que el guión funcione en pantalla y poco más.
Lejos de resultar un escollo para el disfrute de la cinta, la claridad narrativa de Favreau permite disfrutar a placer de las set pieces que nos ofrece una historia que tampoco se complica las cosas en exceso, planteando el origen del superhéroe de forma concisa y dejando que sea su rutilante estrella la que cargue todo el peso de sacar adelante la cinta y hacerla inolvidable a cada aparición suya.
'Iron man' es, en resumen, un súper-entretenimiento confeccionado con toda la precisión que la maquinaria hollywoodiense es capaz de desplegar, un filme en el que el humor autoconsciente juega un papel muy importante y que es capaz de aludir a un amplio espectro de potenciales espectadores convirtiéndose, a la postre, en el mejor filme que nos ha llegado hasta el momento de los estudios Marvel sólo por detrás de ese espectáculo sin parangón que es 'Los Vengadores' ('Marvel Avengers', Joss Whedon, 2012) cinta que, por otra parte, contrae no pocas deudas con este primer escalón del "Marvel Cinematic Universe".
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