Cómo procesar la tragedia es algo con lo que el arte termina muchas veces ligado. El arte nos puede permitir explorar la tragedia como objeto de estudio o puede servirnos para intentar encontrar una vía para lidiar con ella. La música, y muy en concreto la música pop (no pop como género, pop como sensación intangible pero intensa de conexión con unos patrones sonoros y unas letras), puede ser una de las disciplinas más poderosas para tocar lo trágico.
Es curioso que ese proceso delicado y complejo, casi inefable, haya sido el objeto de estudio para un cineasta tan acusado de preferir la forma y lo poco sutil para marcar sus puntos como es Andrew Dominik. Pero claro, no estamos hablando de 'Blonde' o de 'Mátalos suavemente', sino de dos piezas de su filmografía incluso más esenciales a pesar de ser encargos para otro artista. Concretamente, dos documentales musicales para el músico Nick Cave.
Fantasmas en blanco y negro
Cave ha sido colaborador en otros proyectos de Dominik como 'El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford', haciendo la banda sonora junto a su mano derecha creativa Warren Ellis, pero ante todo es un músico de inmensa reputación y trascendente obra. Cuando fue a grabar su decimosexto álbum de estudio con su banda The Bad Seeds contactó con el cineasta para documentar el proceso y ofrecer una ventana a su proceso creativo. Pero antes de iniciar el proceso de grabación, su hijo Arthur fallece a los 15 años tras caerse por un acantilado.
Así, el disco Skeleton Tree y el documental 'One More Time with Feeling' (disponible en MUBI) ya no son meros trabajos más para congratulación de los fans, sino obras teñidas por la tragedia y el dolor. Lo fascinante, tanto por músico como por el cineasta, es la decisión de no esquivarlo, sino tratar de digerir todo el proceso traumático y plasmarlo en el arte. El resultado es una elegía en blanco y negro, tan solemne como profunda emocionalmente.
Con las canciones del disco ejerciendo de esqueleto narrativo en la película, más cercana al concierto que al documental al uso, esta emplea los momentos entre secuencias musicales para dejar respirar las reflexiones y las ideas sobre el poder sanador de la música. Las coreografías, distorsiones de la fotografía y efectos visuales prácticos refuerzan el poder emotivo de unas canciones que todavía supuran dolor y tristeza.
La mano de Dios
No obstante, la curación que ofrece la canción pop no es completa. A veces, incluso reabre las heridas del autor, al que sólo le queda intentar convivir con ellas mientras cicatricen. Y claro, es mejor cuando tienes un fiel compañero al lado. Encontramos esas nuevas reflexiones en la continuación directa de aquella obra, estrenada este mismo año y también disponible en MUBI, 'This Much I Know to Be True'.
Siguiendo esta vez el trabajo en el siguiente álbum de la banda, Ghosteen, y el disco conjunto de Cave y Ellis, Carnage, el director australiano trata de hacer un retrato más complejo, menos abiertamente emocional, pero igual de reflexivo. Las secuencias de "concierto" esta vez están intercalados por otros momentos cotidianos, otras aventuras creativas, como Ellis trabajando junto a la extraordinaria Marianne Faithfull o Cave experimentando con la alfarería u ofreciendo meditadas respuestas a sus fans sobre el duelo y el amor a los que perdemos a través de su newsletter.
Todo esto va mostrando la relación personal, creativa y profesional que mantienen Nick Cave y Warren Ellis, reflejando la fortaleza que se encuentra al tener un colaborador que te logra sostener en tus momentos más frágiles y con el que, también, puedes desatar el caos.
Un caos expresando en notas, en un éter sonoro extrañamente reconfortante y hasta redentor, colocándote en paz con alguna fuerza misteriosa e inexplicable. De nuevo, la bravura visual de Dominik engrandece unas piezas musicales exquisitas y deja matices exquisitos que transcienden el mero encargo para glorificar la figura creativa central (que de esos tenemos muchos documentales ahora).
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