El origen de Damien y su legado se plantea en la colosal precuela del icónico título satánico
El estreno de ‘La primera profecía’ ha revuelto un poco la mitología de la franquicia de terror ‘La profecía’ (1976). Protagonizada por la estrella de ‘Servant’ Nell Tiger Free, es la sexta película de la franquicia pero sirve de precuela a todas las entregas. Sus escenas finales conectan la trama directamente con la original de 1976 protagonizada por Gregory Peck, Lee Remick y Harvey Spencer Stephens.
Pero esta no solo nos cuenta el origen de Damien, sino que sigue a una novicia llamada Margaret Daino, y nos reencuentra con el padre Brennan (Ralph Ineson) en el comienzo de su misión para desenterrar lo que resulta ser una facción conspiradora de la iglesia dedicada a dar a luz al Anticristo. Su objetivo es provocar un mal sobrenatural que permita a la iglesia mantener su influencia en el mundo cada vez más secular de los años setenta. La cronología se sitúa justo antes de los acontecimientos de la película original, que arranca con Robert Thorn convencido por el padre Spiletto para adoptar en secreto a Damien.
SPOILERS DE TODA LA PELÍCULA A CONTINUACIÓN
Miedo a un planeta sin fe
Hasta ese momento, se creía que la madre biológica de Damien era un chacal. Una conclusión razonable, dado que ‘La profecía’ mostraba a Robert y al fotógrafo Keith Jennings descubriendo el cadáver del animal en la tumba de la madre del Anticristo “Scianna”. Sin embargo, esta reescribe el guion y “convierte” al chacal en el padre, aunque sigue teniendo sentido si lo que quieren es hacer desaparecer su problema con Margaret, ya que saben que ha escapado. Pero lo primero es saber por qué se creó el Anticristo.
Según explica Brennan, en 1971 la gente se alejaba en masa de la Iglesia católica y que el mayor temor de esta no es el demonio, sino el secularismo. "Usted sabe, tan bien como yo, que creer es poder. Ahora bien, ¿cómo controlas a la gente que ya no cree en tus historias de fuego y azufre?... Creas algo que temer". Por ello sabemos que hay un grupo de altos cargos en la iglesia que han decidido tomar medidas drásticas para mantener su poder: dar a luz al Anticristo y controlarlo, causando los estragos suficientes para que la sociedad vuelva a la iglesia.
Ahora, el culto que trae al Anticristo al mundo no son los satanistas que se han infiltrado en la cultura occidental a todos los niveles, sino que es la Iglesia la colaboradora en el ascenso del Anticristo. O al menos esa parte aterrorizada por la pérdida de la religión en el siglo XX que piensan que la mejor manera de devolver a Dios es acelerar el fin de los tiempos y el regreso anticipado de Jesucristo, como se alega en el Libro de las Revelaciones. Spiletto forma parte de una auténtica conspiración católica por la gloria y el poder de la Iglesia.
¿Conspiración satánica o divina?
Esto da una nueva dimensión cuando Robert Thorn lo encuentra años más tarde cuando un incendio le ha desfigurado, pero en realidad esa parte también adora a Satanás, es decir, no dejan de ser satanistas, aunque tengan otra intención supuestamente santa. Margaret es escéptica, pero Brennan le enseña una foto en la que aparecen dos monjas y un sacerdote con un bebé en brazos, la que será la madre biológica del Anticristo, explicando que al final tendrá que aparearse con la bestia chacal, y sospecha que podría ser Carlita, una adolescente del orfanato de la que Margaret se ha hecho muy amiga.
La condición es que haya nacido el 6º día, en el 6º mes, a las 6 de la mañana. Para confirmar esta teoría, Margaret tendrá que conseguir los archivos sobre la “Operación Anticristo” escondidos en el sótano del orfanato y, al ver el símbolo 666 en el paladar de Carlita, se da cuenta de que Brennan dice la verdad. Tras rescatar los archivos, descubren que el experimento sólo ha dado a luz a hembras y todas murieron después del parto excepto Carlita. Pero el Anticristo tiene que ser varón, y la única manera es que la bestia se aparee con su propia descendencia.
El problema es que notan algo raro en el bebé de la foto original: tiene la marca de la bestia en la cabeza, no dentro de la boca, con lo que al revisar los archivos, tratando de encontrar a la verdadera elegida, comprueban que había otra superviviente de la primera fase de su plan: Margaret, que se da cuenta de que ha sido atraída a Roma por su antiguo mentor, el cardenal Lawrence (Bill Nighy), para dar a luz al Anticristo y es más, la inocente “noche de juerga” con su compañera era una trampa para inseminarla por el diablo.
El libro de las revelaciones
La secuencia en la que su compañera de piso y futura monja Luz (María Caballero) había sacado a Margaret de bares, tiene una lectura diferente, no es que hubiera bebido hasta perder la consciencia, sino que fue drogada por Carlo —al estilo de las recientes técnicas de burundanga— y, mientras estaba inconsciente, fue violada. Se da cuenta que la muerte del joven fue deliberada y que este formaba también parte de la secta, aunque en el último momento se arrepiente y sufre consecuencias físicas extrañas, antes de indicar a Margaret que busque su signo de la bestia.
Margaret lo ve y, consciente de su embarazo, quiere deshacerse del bebé, pero es interceptada por la iglesia y es demasiado tarde, se pone de parto antes de despertar y descubrir que los clérigos del orfanato la han capturado. La atan a una mesa y da a luz a gemelos: un niño y una niña. En ese momento, también se revela que La hermana Silva (Sonia Braga), la monja de más edad, es en realidad su madre. Es la mujer que, según se nos cuenta en el primer flashback, se ofreció voluntaria para ser fornicada por el demonio con cabeza de chacal, y que al final no tiene ningún reparo en quemar viva a su hija (y a su nieta) en las entrañas de una iglesia.
Como ocurre con muchas otras revelaciones, toda ‘La primera profecía’ está llena de detalles que nos dejan entrever el papel de Silva. Desde cómo le recibe, diciéndole que está muy guapa y dándole un abrazo, especialmente fuerte, a algunos mensajes velados como recordarle que “las cosas que hacemos no tienen que ser placenteras, pero son en el nombre de Dios”, recordando su propia experiencia desagradable en los años 50 que, como en el leit motiv de esta sección de la iglesia “es por un bien mayor”. Margaret casi escapa tras apuñalar a Lawrence y amenaza con matar a su hijo, pero duda, dando a Luz una oportunidad para apuñalarla.
El chacal alegórico y concreto
Los miembros de la iglesia se llevan al niño mientras prenden fuego al orfanato en un intento de eliminar cualquier prueba de lo que han hecho, y aquí es donde vemos quemándose al chacal que veremos en la tumba de Scianna. La idea de que le pare el animal sigue estando ahí, puesto que si Margaret es hija de un chacal, tiene parte de él, pero lo lógico es que las personas de ‘La profecía’ lo crean porque es lo que han enterrado en la tumba de la madre, junto al bebé de Thorn muerto, sencillamente son los secretos que la iglesia quiere hacer desaparecer.
Tras ver el esqueleto en esa tumba, se expandiría esa idea sobre los pocos que deben saber ni siquiera que existe. Sin embargo, lo que propone ‘La primera profecía’ es mucho más inquietante. Ahora sigue habiendo zoofilia, pero también incesto y violación, con una secuencia a lo ‘La semilla del diablo’ (1968) en la que el chacal, que sólo vemos en flashes, cubre a su propia hija. Según la directora:
“Lo que me asustaba era pensar en el chacal como una figura masculina. Quería hablar del cuerpo de una mujer violado por él, manteniendo al mismo tiempo la mitología, con lo que si vas a traer al Anticristo a la Tierra, tendría que ser en la más horrible de las circunstancias. Y de ahí surgió la idea del incesto: el Anticristo nacería de un horrible incesto demoníaco".
Carlita salva a Margaret y huyen con la niña, pero su paz se ve interrumpida cuando aparece Brennan. Margaret le apunta con una pistola y le dice que se vaya, pero este le da un mensaje "Vine a advertirte. Saben que estás viva. Se suponía que no sobreviviríais. Ninguna de vosotras debía hacerlo", y ahí es cuando revela que han llamado Damien a su hijo, dejando todo abierto para una secuela con la hermana gemela de Damien, pero valiendo también como un final coherente con la tesis de la película, es el hijo varón el destinado a una familia rica y poderosa, mientras que la mujer queda relegada a la clandestinidad.
El diablo está en los detalles
La sororidad entre las dos hermanas, Carlita y Margaret, con su sobrina-hermana e Hija-hermana, respectivamente, sugiere una crianza matriarcal que da una nueva esperanza distinta al legado perverso para Damien, y aquí cobran importancia las palabras de Margaret a su madre, la hermana Silva, sobre cómo el maltrato a Carlita hace que se comporte peor, quizá el amor que se respira en la casa pueda evitar cambiar la maldición de su origen, en una clara alusión al “nurture vs nature” que planteaba también la película ‘Nosotros’ de Jordan Peele.
Lo interesantes de todas las revelaciones es la nueva forma de ver la película que se plantea volviendo atrás. Sabiendo que Margaret es la hija del diablo, cobran nuevo sentido incluso sus inocentes rezos, que tienen lugar por primera vez en una escena en la que recuerda el trauma de su educación inusual, en la que era encerrada a menudo. En sus plegarias repite “Soy aceptada, soy querida, tengo una misión en la historia, es bueno que exista”, algo que no parece tener un sentido mayor a primera vista, pero que se entienden como un adoctrinamiento.
Ya el padre Lawrence le dice al encontrarse que desde pequeña estaba destinada “para grandes cosas”, lo que unido a esas oraciones inusuales nos dejan entrever un “grooming” desde muy pequeña y constante, para entender que el mal trago que le espera es, como hemos visto también en el caso de la madre Silva “por un bien mayor”, lo que vuelve a confirmarse en el parto, cuando su mentor le repite que ese trance es por una causa que trasciende la autonomía individual.
La naturaleza del demonio
Otro momento en el que Margaret nota su verdadera naturaleza es cuando entra en “La habitación mala” donde encierran a Carlita, una celda que no tiene nada especialmente distinto al resto de aposentos, pero que la novicia encuentra “sofocante”, porque probablemente tenga algo sacro que haga a las dos hermanas debilitarse. Otros signos de su condición son los lengüetazos, la primera reacción de la niña al encontrarse con su hermana, que luego se replica con Margaret fuera de sí haciendo lo mismo a Carlo o lo que nota en la revuelta, cuando siente o recuerda el viscoso lametazo del diablo.
La conversación que tiene lugar entre ellas es que ambas sienten que “son malas”, de hecho parece que a Carlita la atan en la cama como hacían con Margaret de niña por las mismas razones, “episodios” que se controlan inmovilizando fuertemente. Margaret también nota la fascinación de la hermana Anjélica, que parece tener un problema mental y cierta obsesión por ella, tras quedársele mirando y echarse a llorar. También la besa, tras dibujar el deseado fruto del vientre de Carlita en uno de los perturbadores dibujos con los que la niña expresa lo que hacen con ella.
Cuando Anjélica se suicida parece un castigo por sus comportamientos, quizá solo un símbolo por su devoción por la futura madre del diablo, que también tiene alucinaciones como las que ha sentido Margaret desde niña y ahora empieza a revivir. La habitación en la que se encierra, por cierto, tiene en su pomo la cabeza de una medusa, el símbolo de la “ramera de Babylon”, la pintura con la cabeza llena de serpientes de ‘La maldición de Damien’. Cuando sale con Luz, Margaret viste con un traje de lentejuelas que parece piel de serpiente y cuando despierta, su pelo queda dispuesto como diferentes cabezas de ofidio.
Metatexto feminista relevante
Hay otros elementos visuales que se refieren al castigo de la mujer dentro de la iglesia, desde los frescos con torturas y tenazas en los senos a la imagen del diablo como una boca que ingiere, que podemos ver en un dibujo de Carlita, en una cortina que oculta al chacal y en una “boca” que engulle a Margaret en una pareidolia con velas derretidas. Pero son solo algunos de los dibujos que se nos muestran, seguro que con diferentes lecturas dentro de la tesis de la película.
Esa referencia visual también se complementa con la urgencia real de un desarrollo sexual reprimido por la iglesia durante toda su vida —de ahí el plano de su contricción tras la noche de pedado—, en cuanto a que su elección no parece un requisito para la madre del anticristo más allá de la conveniencia del catecismo para aplacar sus urgencias luciferinas/femeninas para evitar que el plan no siga su curso, y es lo que parece que hacen con Angelica, pese a no poder desarrollarse como madre del demonio.
‘La primera profecía’ no habla de monjas, sino de la herencia cultural de la represión sobre todas las mujeres, llevando el caso a un extremo delirante y grotesco que representa una tradición de contención impuesta con el uso de la sexualidad dirigido a un “fin mayor” social por el que se justifica el sufrimiento, ya de por sí aterrador, del embarazo y el parto. Con su mitología de creación diabólica experimental, Stevenson parece tocar los temas de los vientres de alquiler y la capacidad de opción de la mujer dentro de un adoctrinamiento cultural no solo aceptado sino celebrado.
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