El TOC en el cine: por qué la saga 'The Equalizer' ha dado en el clavo al abordar un trastorno que suele acabar reducido al cliché rancio y la banalización

El trastorno obsesivo compulsivo en el cine sigue tirando de estereotipos, pero Antoine Fuqua y Denzel Washington han hecho los deberes

The Equalizer 3
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Entre las muchas trampas en las que un guionista o un cineasta puede caer con una facilidad pasmosa se encuentra transformar a un personaje en poco menos que un cliché con patas; algo mucho más habitual de lo deseable debido a la sencillez de abrazar tópicos preestablecidos y que, salvo honrosas excepciones, suele convertirse en el pan de cada día cuando se trata de protagonistas con algún tipo de trastorno mental.

La importancia de la representación

El gran problema que esto conlleva, más allá de lo estrictamente cinematográfico, es que este tipo de representaciones en la ficción, a fuerza de repetición, terminan traspasando la pantalla para infiltrarse progresivamente en un mundo real que, casi inconscientemente, las normaliza hasta identificarlas como reales. Un mal tristemente extendido que afecta al día a día de infinidad de colectivos.

Esta proyección de realidades infundadas y lugares comunes tan perezosos como explotados hasta la saciedad conduce a la banalización y a la integración tanto en el lenguaje como en el imaginario colectivo de concepciones erróneas sobre condiciones tan delicadas como el trastorno obsesivo compulsivo —más conocido como TOC—; y la lista de ejemplos para ilustrarlo se antoja casi infinita.

Pensar en personajes del cine y la televisión con trastorno obsesivo compulsivo suele conducirnos inmediatamente a una lista de estereotipos muy acotada. Concretamente, este tipo de perfiles verán prácticamente reducidas sus personalidades a sus compulsiones con la limpieza, con la higiene personal o con el orden; quedando en un segundo término —si es que llega siquiera a intuirse— el detonante que les conduce a ellas.

Por desgracia, la ristra de clichés suele aplicarse tanto a los retratos de pacientes de TOC más pobres como a los más encomiables. Entre estos últimos se encuentran los del Adrian Monk de la serie homónima o, especialmente, el Melvin Udall de la fantástica 'Mejor... imposible'; ambas muestras de cómo el trastorno obsesivo compulsivo suele abordarse como el factor definitorio y no como una parte más de una figura compleja como es un ser humano.

Denzel, McCall y el TOC

El motivo de que esté escribiendo estas líneas es un nuevo visionado de la reciente 'The Equalizer 3'. El carismático Robert McCall, interpretado por un Denzel Washington tan brillante como de costumbre, muestra una conducta que podría asociarse perfectamente a una persona que sufre un trastorno obsesivo compulsivo y que, por desgracia, tampoco se escapa de mostrar la vis más estereotipada del problema.

The Equalizer 3

Al igual que ocurre en las dos anteriores entregas, el bueno de Robert tiene por costumbre, entre otras cosas, beber su té de una forma muy peculiar y manipular la taza, la cucharilla y las servilletas de un modo muy específico que repite de forma claramente compulsiva. Algo que, como alguien diagnosticado con TOC desde hace un par de años —y que lleva muchos más batallando con ello sin ser consciente—, me hizo arquear la ceja durante la proyección del cierre de la trilogía.

Todo parecía indicar que, una vez más, el cliché más visibilizado del trastorno había llegado a la gran pantalla reduciéndolo a un comportamiento distintivo del protagonista de turno sin razón de ser y destinado a perpetrar falsos estigmas. No obstante, un paseo por Google me hizo descubrir que, bajo la superficie, se esconden un par de aciertos que muchos habíamos pasado por alto.

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Lejos de hacer girar a McCall en torno a su TOC desde la propia fase de guión, la inclusión del trastorno fue una decisión que Washington tomó mientras trabajaba en su personaje. Así lo explicó Antoine Fuqua durante una entrevista con Den of Geek sobre la primera 'The Equalizer'.

"La idea de que el tío tiene TOC es de Denzel. El personaje siempre es lo primero para Denzel. Es lo primero de lo que hablamos. Hablamos del guión sólo desde la perspectiva del personaje. Es algo fantástico porque lo conecta con la realidad. Tienes us propios problemas. Todos pasamos por cosas diferentes, así que creo que es bueno ver a un tipo que no es perfecto, que tiene problemas, que está lidiando con sus propias dudas o tormentos internos".

Es esta última fase, en la que Fuqua alude a "tormentos internos", la que comenzó a hacerme sospechar que director e intérprete habían hecho los deberes —aunque no de un modo excesivamente profundo—. Algo que confirmé tras leer las siguientes declaraciones del actor recogidas por IGN.

"Leí un libro titulado 'Nunca me lavo las manos'. Es un título interesante. Habla sobre que 'obsesión' es una palabra muy grande. Puedes obsesionarte con muchas cosas. Con el TOC parece que la gente sabe ciertas cosas; la gente cuenta o se lava las manos o cosas así, pero puedes estar obsesionado con micrófonos o teléfonos o sillas. No sé qué hace que ocurra, pero es un comportamiento obsesivo. Creo que es el miedo. Temes algo, así que intentas controlarlo. No sé si 'control' es la palabra adecuada para ello".

Entendiendo el problema

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En esta reflexión, Washington da con la clave del asunto. A muy grandes rasgos, el TOC es un trastorno de ansiedad en el que pensamientos intrusivos —las obsesiones— asaltan al paciente generando una sensación de angustia o miedo que se intenta mantener a raya ejecutando ciertas acciones —las compulsiones—, ya sea colocar objetos de un modo determinado, encender y apagar luces, comprobar puertas y ventanas o contar o recitar frases —compulsiones mentales—.

Denzel Washington abrazó estas dinámicas para construir a su Robert McCall, y sugirió en una conversación con BBC que el pasado del personaje y sus experiencias traumáticas son los detonantes de su trastorno obsesivo compulsivo.

"Desarrollé una historia de fondo sobre lo que solía hacer, y me alegra que no se cuente, y que le causó daño y estrés postraumático. Ha perdido a su esposa, no sabemos por qué, y esto se manifiesta en su comportamiento obsesivo compulsivo".

De este modo, el justiciero de la trilogía 'The Equalizer' se ha convertido por méritos propios y no explícitos —lo cual es aún más meritorio— en una de las mejores representaciones del TOC en la gran pantalla. Pero esto no significa que deba quedar reducido a lo que parecen simples "manías" de individuos con personalidades "peculiares".

Porque el trastorno obsesivo compulsivo es mucho más que doblar servilletas y organizar lapiceros por colores. Es no poder comer un plato de pasta porque estás convencido de que han caído cristales dentro, es repetir el mismo trayecto con el coche una y otra vez convencido de que has atropellado a alguien, es no poder coger un cuchillo por miedo a hacer daño a alguien o a uno mismo, es no poder ir a dormir sin revisar los fogones durante una hora por miedo a provocar una catástrofe. La lista de casos es interminable y desoladora.

Mientras esto no se asimile por la sociedad, en parte, a través de la representación adecuada y responsable en el cine y la televisión, el TOC seguirá siendo reducido al cliché ridículo, y grandes medios de comunicación continuarán bromeando y tildando de "divertido" que un periodista de la talla de Jordi Évole caiga en la banalización afirmando que "también tiene ese TOC" cuando alisa las arrugas que quedan en el mantel al poner la mesa. Suerte que aún nos queda Denzel.

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