El mayor milagro navideño concebido por el cine: encontrar pareja
Escena 1. Interior. Casa de Helen. Helen es una mujer rubia muy guapa que mira la nieve caer desde su ventana, la pista de patinaje y las casas decoradas de su vecindario, pero la suya no lo está. Musita "Odio la Navidad" y suspira.
Escena 2. Exterior. Pista de patinaje. Mike, un hombre moreno con barba, guapo pero no amenazante, al otro lado de la calle, se pone los patines mientras decora un árbol de Navidad. En su jersey rojo hay unos renos bordados a mano y canturrea un villancico. Mira a Helen y sonríe. Aparece el título: 'Besos de Navidad'.
El confort de las pelis de Navidad
Ya sabes lo que hay. La has visto antes de que empiece, y la has olvidado antes de que acabe. Las películas navideñas nos atacan por todos los sitios durante estos días, ya pongas Netflix, Antena 3 o incluso Filmin. La chica que odia la Navidad y que (ya es mala suerte) vive en Navidalia, Massachussets, la súbdita de la que se enamora el príncipe de Christmonia, la cabaña del bosque que toda una familia luchará por conservar gracias al espíritu de estas fiestas...
Argumentos clónicos que nos dan un extraño confort que solo puede existir en estas fechas. Calefacción, mantita, chocolate calentito, panetone y película predecible que deja la cabeza tan adormecida como el corazón calentito.
Es muy fácil reírse de las películas navideñas. Tanto, que no tiene ni gracia: ellas mismas están hechas con la autoconsciencia de que su argumento es predecible, los guiones están comprados a veinte dólares el medio kilo y los actores se sienten ridículos por disfrazarse de Santa Claus en mitad de agosto (que es, no olvidemos, cuando se ruedan).
Pero si vemos la evolución de las películas navideñas a lo largo de las décadas hay algo cuya calidad ha bajado tremendamente (aparte de la factura técnica y artística): los milagros navideños. Si en '¡Qué bello es vivir!' salvaban a un hombre de querer morir y un ángel ganaba sus alas, en 'Una cabaña de Navidad' el milagro es que una pareja de Illinois encuentra el amor. Lo mismo, lo mismo, no es.
Milagros del todo a cien
Los milagros navideños entendidos por el cine moderno se pueden dividir en cuatro grupos: amorosos (encontrar una pareja), familiares (reunir a la familia), festivos (descubrir el significado intrínseco de un árbol de Navidad) o tangibles (salvar una cabaña en mitad del bosque). Son cosas estupendas, claro que sí, pero, por más que se mire, y por mucho que Santa Claus aparezca por el medio guiñando un ojo, no son milagros.
Son siempre cosas positivas, claro, pero adquieren el estatus de divinidad únicamente porque ocurren durante diez días muy específicos del año, reduciendo el cine de esta época a la predictibilidad de saber que si algo va mal, empezará a ir bien en el mismísimo 15 de diciembre hasta llegar a su culmen de abetos, nieve, bolas y villancicos el 25.
Y lo que es peor: si una película trata de transgredir la norma de alguna manera, siempre terminará girando al final hacia lo ya conocido. No puede haber películas de acción sin explosiones igual que no puede haber películas navideñas sin cumplir las expectativas.
Claro que hay un margen de transgresión permitido, pero normalmente tienen que ver más con la representación clásica que con la trama en sí. En 'Cita navideña', Hugo y Patrick se enamoran y ponen su relación a prueba; en 'Under the Christmas tree' son Alma y Charlie las que se enamoran entre galletas y muérdago. Esta concesión (muy, muy leve) al colectivo LGTB ha sido muy celebrada por unos y criticada por otros.
Por ejemplo, Great American Family, un canal estadounidense cristiano, decidieron que en sus películas de estas fechas mantendrían el romance tradicional siempre. Y así ha sido. Pero.
El significado de la Navidad
No deja de ser sorprendente que incluso las películas de un canal exclusivamente cristiano sean tan blancas en su festejo. Uno esperaría el Belén, el Niño Jesús o un par de misas, pero realmente las películas de Great American Family son como las de Hallmark (que, a su vez, son como las de Netflix pero un poco menos sexys): quitando un "Feliz Navidad" más allá del más blanco "felices fiestas" no hay prácticamente diferencia entre la mayoría de las cintas.
Lo curioso es que la Navidad nació de historias donde los milagros eran increíbles: un niño que nace de una madre virgen y al que tres reyes de Oriente traen regalos, un santo del siglo XVI que daba dinero a niñas para no ser prostitutas (de verdad, echad un vistazo al nacimiento de Santa Claus)... En comparación, que Helen y Mike se conozcan en la víspera de Nochebuena haciendo galletas es un milagro al que le falta un poquillo de carisma.
Tenemos el cine navideño que nos merecemos en estos tiempos: una cantidad sobrehumana de títulos de una calidad absolutamente ridícula en el que ni siquiera nos podemos creer los milagros de chichinabo que nos venden. Y lo peor es que, el año que viene, cuando una actriz desaparecida en combate haga 'Navidades de amor' no podremos perdérnosla.
Volver una y otra vez a este confort extraño con el que realmente ningún espectador está completamente a gusto es el verdadero milagro de la Navidad. Ahora imaginad que, para cerrar este artículo, Santa Claus, que todo este tiempo ha sido el sabio y afable panadero del pueblo, guiña un ojo a cámara. No podría acabar de otra manera.
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