Si viviste los años 90, recordarás que lo que había por Hulk Hogan globalmente sobrepasaba, con mucho, la pasión. No solo en Estados Unidos, ojo, también en España: las estanterías de las tiendas de juguetes estaban repletas de muñecos de acción del luchador, el ‘Pressing Catch’ se convirtió en uno de los primeros programas estelares de Telecinco y romperse la camiseta se convirtió muy rápidamente en gesto icónico de hombría y virilidad entre los chavales de la época. Desde su debut, el 17 de diciembre de 1979, la carrera de Hogan solo había ido hacia arriba de manera continua y constante. Pero no tardó tanto en darse cuenta de que todo lo que sube, en algún momento tiene, inevitablemente, que bajar.
Este amor es a Hulk, como el mar
Hogan debutó en el cine con un cameo en ‘Rocky III’, pero lo que para muchos sería la culminación de su estrellato para él solo fue el pistoletazo de inicio de la Hulkamania que le puso en el centro de la lucha libre durante los 80 y 90. En sus intervenciones antes y después de los combates, el luchador, mirando a cámara, saludaba a sus fans y recordaba sus tres mandamientos: entrenar, rezar y tomar vitaminas. Después se rasgaba la camiseta, mostraba sus músculos, dejaba que el público lo vitoreara y se lanzaba a luchar contra los malos de turno. Todo era mentira, sabíamos que era puro teatro… y a nadie le importaba lo más mínimo.
A mediados de los 90, Hogan supo surfear su fama convirtiéndose en algo más que un luchador de wrestling. Intentó abrirse paso en el mundo del cine, pero, a diferencia de John Cena o The Rock, los papeles que le daban solo se podían tomar a chufla, con obras magnas del séptimo arte como ‘Suburban commando’, ‘Mr. Nanny’ o ‘Menudo Santa Claus’. Es más, en 1994 llegó a protagonizar su propia serie producida por el mismo equipo que ‘Los vigilantes de la playa’. Pero ‘Operación trueno’ no tuvo nunca el mismo éxito, y duró solo 22 episodios que rodó durante un descanso del wrestling profesional.
Mientras tanto, el conocido como "Hulkster" apareció en la portada de decenas de videojuegos, juegos de mesa, todo tipo de merchandising e incluso fue vencido por el verdadero Increíble Hulk en un cómic de Marvel. Estaba en todos los sitios, 24 horas al día, 7 días a la semana. Y claro, se convirtió en la cara visible de un buen puñado de negocios que se fueron al traste enseguida. Por ejemplo, las hamburguesas de pollo con queso ‘Hulkster’, que se vendían en Wal-Mart para calentar directamente en el microondas en los 90 y cuya calidad -por lo que se dice, especialmente la de su queso, por llamarlo de alguna manera- quedaba muy en entredicho.
No se quedó solo ahí, y se convirtió en en un habitual de la Teletienda y los pasillos de oportunidades de los supermercados. A lo largo de los años, Hogan también ha puesto su cara en una batidora (‘Hulk Hogan Thunder Mixer’), una bebida energética (‘Hogan Energy’) e incluso una freidora (‘Hulk Hogan Ultimate Grill’), que acabó causando un incendio en 2008. Pero nada se dio de bruces contra el suelo tanto y tan rápido como su restaurante de pasta. Esta es la triste, triste historia de ‘Pastamania!’.
Quentin Tarantella
La idea de montar un restaurante no vino de la nada. El Hard Rock Cafe estaba en continua expansión y, en 1991, Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis se unieron para promocionar una cadena de la que eran accionistas llamada Planet Hollywood. Ocho años después entró en bancarrota con una deuda de 359 millones de dólares, pero Hogan, entonces, no era consciente de lo que iba a pasar, y tenía muy claro que los restaurantes fundados por estrellas eran no ya el futuro, sino el presente.
Por eso, el 4 de septiembre de 1995 abrió Pastamania al lado de una tienda llamada ‘Daddy’s Deli’ dentro de un gigantesco centro comercial que sigue en pie hoy en día, el Mall of America, situado en Bloomington, Minnesota, una ciudad pequeña donde entonces vivían unas 86.000 personas. Por supuesto, esa misma noche el luchador lo promocionó dentro de ‘WCW Monday Nitro’, un programa de lucha libre que justo entonces empezaba su camino.
Ese episodio piloto emitió un extracto en directo desde dentro del propio Mall of America donde el luchador exageraba la fuerza que le daba la pasta (“¡Tengo mi cabeza llena de Pastamania!”) y se metía con su oponente de esa noche, Big Bubba Rogers, a quién aseguró que le daría “una dosis de mis Hulk-aroos”. Pero ni toda la publicidad del mundo podría hacer pasar como bueno el menú de un restaurante que nacía con la excusa de que Hogan había juntado todas sus pastas favoritas del mundo. El problema es que lo de “pasta” era dudoso.
Las “pastas favoritas” de nuestro protagonista eran, aparentemente, albóndigas suecas, pasta mexicana, pavo Tetrazini y ternera Stroganoff. Sí, no es lo que nadie se espera de un lugar llamado ‘Pastamania’ promocionado por una imagen de Hulk Hogan comiendo espaguetis. Por supuesto, había un espacio para pasta italiana pura y dura (sobre todo dura, imagino) donde podías hacerte tu propio plato combinando tu pasta favorita (cabello de ángel, conchas, nuggets, fettucini y penne) y la salsa ideal (mariana, Alfredo, pesto, almeja blanca, ajo y aceite). Para terminar, tenía los “eventos especiales”: la “pasta poderosa” de Hulk Hogan (penne, pollo y vegetales), pollo marinara y fettucini primavera.
Si los platos para adultos costaban entre 4’49 y 4’99 dólares, al menos podían encontrar solaz en el menú infantil “para pequeños pastamaniacos”, que costaba 2’99 dólares e incluía algo llamado “Hulkaroni y queso”, “pasta cheeseburger” (no quiero saber) y “Hulkios”, o sea, pasta creada con la forma del luchador y que, francamente, ojalá se comercializara hoy en día porque es de lo más graciosa.
En realidad, poco importó que su menú fuera increíble, bueno o rotundamente malo: ni toda la fama del mundo y la publicidad gratuita en televisión sirvió para enamorar a los posibles clientes, y solo un año después de su apertura cerró sin remisión, quedando para la historia como uno de esos fracasos que cualquiera podría haber advertido. Y aunque en un principio se dijo que el de Bloomingdale era el primero de muchos Pastamania, lo cierto es que nadie quiso invertir en un negocio ruinoso.
Los años han pasado por Hulk Hogan, que dejó la lucha libre en 2012 y aprovechó para abrir un nuevo restaurante en la zona de Tampa llamado Hogan’s Beach. Dos años y medio duró la historia de amor, justo hasta que, en 2015, salieran a la luz unas grabaciones donde mostraba disgusto porque su hija saliera con una persona negra y acababa declarando que era racista. De poco importaron los apoyos de gran parte de la industria del wrestling: Hogan’s Beach cambió su nombre para no tener ningún tipo de unión con el luchador, que abrió muy cerca otro lugar llamado Hogan’s Hangout. A sus 70 años, y ya con su fenómeno totalmente expirado, parece que a Hogan aún le queda mucha pasta que amasar.
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