Kidzania empezó en México pero ha dado la vuelta al mundo, con 26 instalaciones en diferentes países y una moneda propia
Los parques de atracciones son una de las mejores actividades si uno quiere escapar de la rutina. Pero en Kidzania, la rutina es el divertimento principal de cientos de miles de niños de todo el mundo. Se trata de un parque de atracciones de interior que no tiene montañas rusas sino estaciones de bombero y farmacias, y que pone a los niños a jugar a ser adultos dentro del capitalismo, trabajando y yendo a comprar al supermercado.
Si Disney World tiene el Magic Kingdom Park como entrada del parque, en Kidzania los niños empiezan en el aeropuerto. Es su forma de "aterrizar" en la nueva ciudad que están por conocer. "Empieza como muchas de las aventuras de los adultos", rezan en el vídeo promocional de Kidzania Santiago. Allí le darán su pasaporte en el que poder rellenar sellos con los diferentes empleos además de una pulsera identificativa, antes de pasar a la experiencia propiamente dicha.
Kidzania se hace llamar "la ciudad de los niños", y es una nomenclatura adecuada. El gran parque está decorado como una ciudad en miniatura, y en su interior se encuentran calles llenas de restaurantes, comercios, locales de ocio, edificios gubernamentales... "Hay más de 100 emocionantes roles que pueden interpretar", continúa el anuncio. Entre sus ciudadanos no cuentan los adultos, los padres que acompañan a sus hijos tratan de pasar desapercibidos y los monitores se encargan simplemente de arbitrar las actividades.
Del Space Mountain a la farmacia local
Todo es un juego aquí, pero uno muy particular. Los niños pueden trabajar a ser limpiadores o bomberos, científicos o periodistas. Cada una de esas experiencias es corta e instructiva. Trabajar da dinero, y los niños pueden gastar la moneda local en consumir en otros establecimientos. Pueden ir a hacer la compra en el supermercado y allí les dan una lista de alimentos que deben buscar. A menudo el trabajo también da recompensas. Si van a trabajar de chefs en un restaurante italiano, pueden luego comer la pizza.
De un modo muy curioso, todo este lugar se siente como una extensión natural de los juegos que los niños ya hacen cuando están solos. Es un juego de roles en el que nadie se sale del papel en ningún momento. Los monitores actúan como los jefes en el trabajo y les instruyen cómo hacer las actividades. En las ventanas administrativas, son los niños los que tienen que encargarse del papeleo, dejando a los padres en segundo plano. Las calles están llenas de vehículos conducidos también por niños, bien por diversión o por trabajo.
La vida adulta da algo de espacio para el ocio, y aquí hay también entretenimientos más tradicionales. Aunque son minoría, todos estos centros incluyen alguna forma de actividades al aire libre, como toboganes o rocódromos. A todas estas, eso sí, hay que entrar con el dinero que se gana trabajando. La moneda oficial de los centros es el kidzo, una referencia a los pesos mexicanos que se ha mantenido en otras instalaciones por el mundo.
Kidzania es una iniciativa mexicana que nació en 1997, pero fue conquistando rápidamente otros lugares. En datos de 2016, la empresa facturaba 400 millones de dólares en todo el mundo, y tenía contratada a 9.000 empleados. Actualmente hay 26 centros en todo el mundo, y en lugares tan dispares como Londres, Hanoi o Dubai. Aunque todos mantienen la estética de la ciudad en miniatura, hay pequeños cambios en cada parque para adaptarse a las diferencias culturales, al idioma o a los sponsors locales. Así, cada Kidzania es un poco diferente, pero mantiene la filosofía general del sitio.
Los sponsors suponen uno de los puntos más polémicos del parque. Algunos de los negocios a los que van a trabajar los niños son marcas conocidas, desde negocios locales a franquicias internacionales como Cheetos o McDonalds. Para los centros, supone una buena inyección económica, para los niños, es una forma de integrarse de forma más realista en las instalaciones, viendo las mismas marcas que ven en el mundo real.
Pero para los detractores supone una perversión de la idea original del lugar, por bienintencionada que pudiera ser, y se cuestionan si este modus operandi no es una forma más de que las marcas traten de conquistar a potenciales clientes desde muy pequeños. Esto se ha materializado en manifestaciones muy reales, curiosamente, también protagonizadas por niños. En 2023, activistas se pusieron en contra de que la petrolera Shell fuera uno de los sponsors de Kidzania Londres.
Se dice que su fundador, Xavier López Ancona, se le ocurrió la idea cuando al visitar un centro comercial con su hijo se dio cuenta de que no había sitios para que su hijo pudiera jugar. Con los años la premisa fue refinándose hasta dar con la misión de empresa que tienen ahora y que sigue mostrando una visión muy clara: ayudar a los niños a "convertirse en ciudadanos" y transformar la educación en juego.
Imagen: Wutthichai Charoenburi
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