El austrailano Simon Wincer, realizador de alguna de nuestras películas más desprejuciadas favoritas, llevó al máximo las películas de colegas con una estilizada distopía protagonizada por dos estrellas en la cima de su carrera. Don Johnson y Mickey Rourke nunca molaron más que en 'Dos duros sobre ruedas', las increíbles aventuras de Harley Davidson y Malboro Man en un western futurista. Una joya.
Dos hombres y un destino
Los 90 estuvieron obsesionados con las motos. 'Frío como el hielo' (no confundir con 'Frío como el acero'), 'No le digas que soy yo' o 'Frío como el acero' (no confundir con 'Frío como el hielo') incidieron en el poderío y la masculinidad de unas salvajes motocicletas que contaron con pilotos del calibre de Brian Bosworth, Steve Guttenberg o Vanilla Ice. Sintiéndolo mucho por el bueno de Bosworth, ninguno de ellos demostró el exquisito gusto y savoir-faire que manejaron aquí las estrellas de 'Miami Vice - Corrupción en Miami' y 'Manhattan Sur'.
'Dos duros sobre ruedas' es una película única. Pertenece a ese extraño rincón de los 90 donde la creatividad se dejaba ver en los grandes estudios, que autorizaban proyectos imposibles y valientes en búsqueda de un reconocimiento que no llegaría nunca. Ahí están 'El gran halcón', 'The Phantom' (también de Wincer) o estos dos antihéroes sobre ruedas. Con 23 millones de dólares de presupuesto y el respaldo de Metro-Goldwyn-Mayer detrás, la película no convenció ni a la crítica ni al público, convirtiéndose en un fracaso monumental y cayendo en el olvido. Por lo visto siempre hemos andado cortos de miras.
El primer detalle que hacía especial a la película es que se trataba de una historia futurista. Esta producción de 1991 se sitúa en un hipotético 1996 bastante parejo al de 'Robocop 2', por poner un ejemplo. Tras el día de la Independencia, la radio nos deja claro de nueva droga sintética está aniquilando a una juventud perdida en un mundo insostenible. Los bancos te joden la vida y no hay ni rastro de la ley más allá de algún viejo ligue de juventud con ganas de sentar la cabeza. Una canción de forajidos de Bon Jovi y una estilizada secuencia de créditos iniciaban la aventura.
Por supuesto, ahora que vivimos en la era de las advertencias y los contextos, una película con este título original tenía que avisar de que no había ninguna esponsorización en título y proyecto. No es difícil creerlo, porque la película vuela libre en formato western de colegas donde los villanos son amenazadores por partida triple: son asesinos, son traficantes de drogas y son bancos. De hecho, los personajes fuman cigarrillos de marca desconocida (la producción no obtuvo la licencia de Marlboro) sobre motocicletas de marca desconocida (¡tampoco logró la licencia de Harley!).
En un futuro cercano, dos héroes marginales, vaqueros sin rumbo, organizan un atraco para salvar el local del que fueron rescatados de las calles. Desafortunadamente, las bolsas robadas resultan contener una nueva droga de diseño que pertenece a unos hombres poderosos y peligrosos que no dudarán en recuperar el botín a cualquier precio. El local, por cierto, está lleno de carteles de la edad de oro de Hollywood. Y aquí no se planifican los golpes, no hay tiempo: se tiene la idea y a robar.
'Dos duros sobre ruedas' es una película extraordinaria condenada de manera inmediata e inevitable al culto. Este thriller de colegas narrado en clave de neo-western logra la hazaña de ser una obra ciertamente extraña, pero también coherente. Primero película de atracos y luego de venganzas, avanza con la amistad como carburante. La de dos viejos amigos, casi hermanos, siguiendo al pie de la letra los consejos que los han mantenido vivos durante tantos años.
El Harley Davidson de Rourke no es más que un cínico desencantado incapaz de transmitir la más mínima emoción, una roca cansada de que tropiecen sobre ella. Y aporta un halo de humanidad muy agradecido. En numerosas entrevistas, Mickey Rourke afirmó que hizo la película por razones puramente financieras, algo que lo hizo sentir "como un vendido" y alimentó su descenso al autodesprecio a mediados de la década de 1990. Efectivamente, nunca se ha caracterizado por su sentido del humor.
Don Johnson sí parece ser bastante más consciente del carácter cómico de su personaje, un viejo vaquero anacrónico con botas remendadas en eterna cinta adhesiva. Mismo desencanto, distinta filosofía. Escupiendo divertidas líneas de diálogo, con un lacónico "mi viejo siempre decía antes de dejar este podrido mundo...", Johnson, el hombre Malboro, roba la función.
Con música del maestro Basil Poledouris y fotografiada por David Eggby ('Mad Max', 'Pitch Black'), 'Dos duros sobre ruedas' es un pasatiempo de calidad, donde todos los implicados están disfrutando del juego, como ese ejército de villanos blindados a las órdenes de un Tom Sizemore que habla japonés, las Tia Carrere y Vanessa Williams más floreros que nunca y el estupendo cameo de Robert Ginty, siempre dispuesto a exterminar a todo aquel que se ponga por delante. Si ya no se escriben cómics como este, imaginad con las películas.
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