Las loas incontenibles en sus últimos dos episodios y la conversación hiperbólica en redes parece haber puesto de acuerdo a muchos en que el tramo final de la temporada 3 de ‘The Mandalorian’ ha hecho merecer la pena los bandazos de una colección de episodios tan irregular como espectacular. Cierto o no, solo una cosa pone a todo el mundo de acuerdo: la acción de la serie estrella de acción real sigue siendo impresionante y devuelve la fe en la técnica stagecraft que tantas lágrimas causó en ‘Obi-Wan Kenobi’.
Es imposible no disfrutar con las escenas de batalla naval, las luchas con monstruos y el despliegue bélico con mandalorianos volantes luchando con ejércitos vendidos al ala de Moff Gideon, pero bajo ese despilfarro de millones hay una sensación de improvisación constante, de matrices diseñadas para encajar momentos que gusten a los incondicionales, pero sin una base narrativa con sentido claro o un crescendo. Y esto no sería un problema si su ambición se hubiera quedado en el tono las dos primeras temporadas.
SPOILERS DE LA TEMPORADA EN EL TEXTO
Porque, a pesar de que ahora veamos política, grandes arcos o episodios enteros dedicados a personajes que no han sido introducidos, ‘The Mandalorian’ nunca ha sido una gran serie de televisión, pero sí una muy divertida, un pasatiempo ligero y muy caro (15 millones por episodio) con dos personajes yendo a sitios a solucionar cosas en la tradición de ‘McGyver’, ‘El coche fantástico’ o ‘El equipo A’ y, a pesar de que se haya querido ver más en ella, nunca lo ha habido, era solo una buena cita semanal juvenil de aventuras y fantasía cuyo secreto eran sus episodios de media hora y un sano espíritu destrozón.
Una temporada de volantazos e improvisación
Por ello, el final de temporada no es terrible ni decepcionante, pero vuelve a optar por la diversión y los láseres volantes porque se sabe incapaz de enganchar emocionalmente, demostrando que no ha habido un arco dramático bien armado desde el principio. Todos recordamos aún el momento de la despedida en la anterior campaña, y ese momento de separación de Mando y Grogu resultaba agridulce pero real —a pesar del Luke hecho de cera digital– y es la última vez que la serie sostuvo esa sensación.
El principio de todos los problemas actuales llega en la temporada de ‘El libro de Boba Fett’, que a mitad de camino se transformaba en una corrección de aquel final de ‘The Mandalorian’ y que demostraba que ninguna coherencia tonal es suficientemente fuerte si hace falta introducir con un enema lo que las bases de datos nos dictan. Por eso al empezar la temporada hubo muchas caras de “¿Qué está pasando?” Entre muchos espectadores casuales que no entendían por qué Baby Yoda había vuelto a las manos del protagonista.
Y ya desde el primer episodio, ha habido una ingravidez molesta que no ha terminado de cuajar en una línea concreta. Primero Din tenía que llegar a Mandalore para ser redimido, y eso se aclaró rápidamente. Bo-Katan emergió como una nueva protagonista en una serie que no es suya, como lo hizo Mando en Boba Fett, con lo que el resto de episodios girarían en torno a su legado con el sable oscuro y la reconquista de Mandalore, algo que a los aficionados de ‘Star Wars’ les puede parecer apasionante, pero que parece otra campaña de fan fiction.
Cheque en blanco para reciclar las peores ideas
Muchos esperaban que el final redimiera ese aburridísimo episodio con el Dr. Pershing en Coruscant que apareció en medio como una verruga, pero la conexión con el piloto y el hilo general no lo justificaban. Entre tanto hemos visto a Grogu con armaduritas, Grogu dando saltos o Grogu metido dentro de un droide. Al menos han abandonado las bromas de Grogu comiendo huevos y ranas que se habían convertido en lo único para lo que servía su presencia. Ver ahora el primer episodio es sintomático de lo que se supone que representa y lo que es ahora.
‘The Mandalorian’ ha agotado el plano contraplano de un tío sin cara y un mowai calvo poniendo gestos. Es gracioso durante una temporada, y por eso en esta tocan de nuevo los brincos. Hace pensar en cómo el fandom reaccionó ante las escenas de Yoda en las precuelas, y parece que nadie ha escarmentado. Es más, cuando Moff Gideon finalmente regresó, convocando al coro de la Guardia Pretoriana para acabar con la Purga de Mandalore, parecía que auguraba un final emocionante pero nos encontramos en otra trama reciclada de la guerra de los clones.
Durante años, la caterva de la galaxia ha reiterado lo aburrido que es el Episodio II de George Lucas, y aun así hay loas a este regreso al mismo fuero, y es más, con una revelación de clonación con la fuerza que invoca a los peores momentos de los midiclorianos y la resurrección del Emperador que todo el mundo parecía aborrecer. La fuerza ha pasado de ser mística a científica, algo manejable y moldeable según requiera el más allá del fan fiction. Pero da igual, esto sigue siendo “lo mejor de Star Wars desde El imperio contraataca”.
Star Wars va camino del nicho
Pero si analizamos el final a un nivel de satisfacción emocional no hay sorpresas de ningún tipo; nada refrescantes o que se sienta como una recompensa por los momentos invertidos. Promesas de regresos como el de Thrawn en otra serie y un amago de recuperar a los personajes cuando Din adopta oficialmente a Grogu, aunque para todos hayan sido padre e hijo durante años. No ha habido ambición real durante ocho horas que han sido como otro trámite para un reinicio más para sus protagonistas. Pero por alguna razón, todo esto sigue contentando a muchos de los que siguen la serie.
Fans dolidos con la trilogía de Abrams y la de Lucas, pero dispuestos a comprar todo lo que odiaron en algunos momentos de ellas. Si R2-D2 se convertía en un delirante androide volador de videojuego, ahora está totalmente asimilado en R5. En una escena, además, que estira el límite aceptable de usar los androides ratón con su sonidito característico. Hay un reciclaje constante de momentos simpáticos de la saga original que se repiten una y otra vez hasta despojarles de significado. Hay una incapacidad de crear nuevos momentos puros, todo es conformismo y apuesta por personajes de series animadas para muy cafeteros.
‘Star Wars’ pasa de ser algo universal a encerrarse en sí misma, cada vez con menos peso ganado en sus giros, apariciones de personajes y tramas. Como la sobrehinchada ‘Andor’, todo se dirige a conectar esto con las nuevas o viejas películas o series, en explicar cosas y llenar los huecos, pero no parece haber esfuerzos en ofrecer una historia que se sostenga por sí misma. ‘The Mandalorian’ ha perdido muchos espectadores, pero este camino marca el pulso directamente hacia el nicho de la marca, convirtiendo ‘Star Wars’ de nuevo en un mercadillo de productos de universo expandido como lo fueron los cómics en los 90. Un capricho de fans muy caro.
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