Fetichizamos con razón el hecho de ver las películas en el cine porque recordamos más intensamente cómo fuimos a ver algunas de las que más nos marcaron como espectadores, y los detalles quedan registrados con más intensidad. Pero hay títulos que han alcanzado también ese estatus a pesar de no comerse un colín en su estreno.
La difusión en streaming ha sido un reemplazo con esteroides de lo que antes recaía en la televisión por cable o en el formato físico: otorgar condición de culto a los grandes trabajos que fueron ignorados durante su paso en la sala de cine, pero se convierten igual en experiencias transformadoras para toda una generación. No hay película que ejemplifique mejor eso que ‘El club de la lucha’.
¿Dónde tengo la cabeza?
25 años se cumplen desde el estreno de la mordaz y ácida sátira de David Fincher sobre el capitalismo, la masculinidad y la insatisfacción vital. A partir de la memorable novela de Chuck Palahniuk, y con unos geniales Edward Norton y Brad Pitt de protagonistas, la película que rompió moldes para los espectadores millennials se encuentra para ver en streaming a través de Disney+ (oh, la ironía).
Asolado por el insomnio y la gris existencia en un trabajo aburrido y sin futuro, un hombre cualquiera empieza a acudir a reuniones para superar traumas que no tiene, sólo por rodearse de miseria que le haga sentirse vivo. En esa encrucijada vital conoce a Tyler Durden, un carismático vendedor de jabón pluriempleado que le convence de que la existencia perfecta no existe, y que la única cosa que puede tener sentido es la destrucción. Juntos forman un club clandestino para pegarse, sin más objetivo que desfogarse, pero pronto derivará en algo peor.
Una de las cosas que la han hecho más inesperadamente anclada a su época es el hecho de que una de las peores cosas que le pueda pasar a su protagonista sea el estar anclado en la estabilidad financiera y vital. Un drama menos empatizable en tiempos de mayor desigualdad y precariedad, aunque sigue siendo relevante en los aspectos más emocionales.
‘El club de la lucha’: más allá del caos
‘El club de la lucha’ ha sido repetidamente reapropiada por muchos de los que la película trataba de criticar: incels desconectados de la realidad y del mundo humano que sólo quieren ver el mundo arder. Fincher no es naïve, es capaz de retratar un mundo capitalista bastante deplorable que merece ser trastocado, aunque no por individuos emocionalmente confusos que no entienden nada que vaya más allá del caos.
Es por ello que su lucha rebelde por la individualidad se convierte en una secta de pensamiento único, y por lo que el conflicto real de su personaje pasa por buscar una conexión emocional verdadera. De ahí que su relación significativa sea con el personaje de Helena Bonham Carter, y casi todo esté llevado al terreno de la sátira más fina pero provocadora.
La película lo plasma una interesante colección de ideas a través de grandes peripecias visuales que se salían de la norma, de un laberinto argumental que rompió los esquemas para muchos espectadores, una banda sonora electrizante y uno de los mejores usos de la apariencia y talento de Brad Pitt. Incluso aunque la linealidad de su segunda hora la aleje de esa reputación excelente que ha cultivado desde su estreno en DVD, es un título totalmente icónico de un año de leyenda.
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