La prueba de fuego de una obra de arte es, en definitiva, nuestro apego a ella y no nuestra capacidad de explicar por qué es buena
Creo que de todos los directores de la historia del cine, aquel que ha despertado (y despierta) tantas pasiones como odios es Stanley Kubrick (Dios para mi compañero Juan Luis Caviaro, y ni me quiero imaginar como le apoda mi otro compañero, Adrián Massanet, cuando está a solas). Por eso mismo, en Blogdecine, en esta época de especiales por doquier, empezaremos uno sobre el director de ‘La naranja mecánica’ (‘A Clockwork Orange’, 1975). Será un repaso a todas sus películas, una por una, desde su ópera prima de la que siempre renegó, ‘Fear and Desire’ (1953), hasta la última, ‘Eyes Wide Shut’ (1999), pasando por el montaje completo de ‘El resplandor’ (‘The Shining’, 1980), más un extra de cierta película hecha después de su muerte, uno de sus sueños cumplidos a través de las manos de un amigo y admirador.
Productor y guionista de todos sus trabajos (a excepción de ‘Espartaco’), estaba siempre muy obsesionado por encontrar la perfección a través del ojo de su cámara. Una cámara que nos llevó a la locura de la guerra, a la obsesión amorosa, a los límites de la violencia, al futuro, al siglo XVI, e incluso nos ayudó a buscar a Dios. Osado, original, extraño y sin nadie que recogiera su testigo, sus películas jamás pasarán de moda. Puede que no amara a su personajes, porque amaba el CINE, todo lo que esa palabra quiera decir, y lo demostraremos.
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