Quizá algunos lectores ya conocen la (escasa) estima que le tengo a un tal Ridley Scott, un realizador de talento inconmensurable que ha tirado por la ventana prácticamente toda su carrera a base de decisiones, como poco, erradas (‘Kingdom of Heaven’, ‘American Gangster’, ‘1492, la conquista del paraíso’, ‘Legend’, ‘Black Hawk derribado’), cuando no absurdas (‘G.I. Jane’, ‘Tormenta blanca’), pero que, al menos, tiene en su haber una obra maestra de la envergadura de ‘Alien’. Pero lo cierto es que tiene mucha más bibliografía que, por ejemplo, James Cameron, un realizador muchísimo más importante que él y sobre quien apenas se ha editado nada en este país.
Por suerte tampoco nadie se pone a escribir, al menos que yo sepa, sobre el hermano del susodicho dios (tan prematuramente) caído. Un tal Tony Scott, que seguramente no le diga nada al consumidor compulsivo de películas palomiteras, pero que ya ha dirigido la friolera de quince películas, además de haber producido unas cuantas más. Muchas de ellas, por cierto, grandiosos éxitos de taquilla, lo que le ha asegurado un lugar de respeto en esta industria fluctuante, y una cierta capacidad de maniobra. Echemos un vistazo a una filmografía a ratos demencial, de vez en cuando estimulante.
Siete años más joven que su famosísimo hermano, comenzó su andadura un lustro más tarde que él, y lo hizo después de ganar mucha experiencia en la publicidad, algo palpable en su “estilo” (al igual que le ocurre a Ridley). Su primer largometraje fue ‘The Hunger’, película que ha envejecido muy mal (signo que de que está encadenada por una serie de modernismos efímeros), pero que todavía conserva ese carácter hipnótico que la hizo célebre (aunque no fuera precisamente un éxito de taquilla), sobre todo porque cristalizaba esa nueva moda de estilizar la fotografía de modo que destacara prácticamente sobre cualquier otro aspecto de la película, abundando los filtros y los desaturados, obra del buen operador Stephen Goldblatt, y que profundizaba en esos fundamentos visuales que comenzaron, precisamente, con ‘Alien’ y ‘Blade Runner’.
Pero en lugar de ir desarrollando sus inquietudes e intereses como artista (que digo yo que los tendrá) el bueno de Tony, a quien por cierto nunca se le verá sin su roja gorra de béisbol, cayó enseguida en las redes de las necesidades comerciales (hay que salvaguardar las cuentas corrientes de tantos ejecutivos entrañables) de Hollywood, y firmó para hacer un bombazo que es una de las películas más absurdas, patrioteras y bobas de toda la carrera de Tom Cruise, ‘Top Gun’, a mayor gloria de aquel ídolo de quinceañeras (aún recuerdo los poster con Cruise subido a su avión y con el pulgar levantado…), pero de poco pareció servirle aquél éxito a Scott, pues firmó para hacer la secuela de la insípida ‘Beverly Hills Cop’, que fue aún más insípida.
Entonces pareció intentar remontar el vuelo, con una película que, como ‘The Hunger’, ha envejecido bastante mal, pero cuyas virtudes todavía se sobreponen en parte a sus defectos. Hablamos de ‘Revenge’, un título que pienso que en manos de un director de más fuste y más dotado para la tragedia que Scott podría haber dado lugar a un drama muy potente, pero que se queda a medias en manos del hermano de Ridley, más preocupado por los filtros de luz, la colorimetría, la atmósfera y el teleobjetivo, que por adentrarse con más furia y fango en las vidas de unos personajes que terminan siendo esquemáticos en sus pasiones, sus celos, sus venganzas y traiciones. Al menos nos quedan un par de secuencias de sexo realmente logradas, sobre todo gracias a una explosiva Madeleine Stowe, y un par de momentos realmente violentos. Algo es algo.
Pero estaba claro que a este hombre lo que más le interesaba era la pasta. Otra cosa que la consiguiera así como así, pero qué duda cabe que la espantosa ‘Días de trueno’ era un intento frustrado de repetir el éxito de ‘Top Gun’, esta vez con coches en lugar de aviones, repitiendo con Cruise y radicalizando su estilo. Esto es…comenzando con un mareante montaje a base de cincuenta planos por minuto que con el paso de los años llegaría a la cifra de cien planos por minuto (no exagero, cuéntelos si tienen valor). De todas formas, empeñado en dar una de cal y otra de arena, pudo acceder a un guión demencial, pero decididamente divertido y dinámico, titulado ‘El último Boy Scout’, otra de pareja de polis, aunque bastante atípica, con un Bruce Willis haciendo de McLane sin ser John. Un par de buenas secuencias de acción y bastantes diálogos buenos para una película digna.
Como digna es ‘Amor a quemarropa’, aunque podía haber sido magnífica. Sobre un guión que Quentin Tarantino sólo consiguió vender después de haber dirigido ‘Reservoir Dogs’, y que por muy extraño que suene a los que no lo sepan, era la primera mitad de una historia muy larga cuya segunda mitad era lo que luego se convirtió en la infumable ‘Asesinos natos’. Inspirada por la irrepetible ‘Malas tierras’ (Malick, 1974), de la que extrae no sólo una pareja protagonista que se enamora y huye a través de una norteamérica violenta y convulsa, sino incluso un tema musical muy parecido. Pero aunque contiene alguna escena memorable (el discurso de Christopher Walken, el tiroteo final), todo queda bastante menor, pues Tony Scott es incapaz de comprender a sus héroes, algo que suele sucederle a su hermano, quien sin embargo logra a veces enmascarar esto con una apariencia de mayor categoría.
Tampoco estaba nada mal ‘Marea roja’, su siguiente película, primera vez en la que dirigía a un actor con el que repetiría varias otras, el gran Denzel Washington. Pero aunque la película estaba dirigida con cierto nervio, y el duelo de actores, como se suele decir, era potente, el conjunto terminaba resintiéndose por un insoportable tufillo patriotero que amansaba, y mucho, algunas críticas veladas al sistema de misiles nucleares submarinos. Y después de aquella no mejoró nada con ‘Fanático’, en la que un declinante De Niro daba uno de sus recitales de exageraciones maníacas, en un thriller para el olvido.
Pero no había quien parara a Scott, que alcanzó la cima de su estilo falsamente frenético, muy vistoso pero poco dinámico, en una película que podría haber sido un título de acción esencial, la muy desaprovechada ‘Enemigo público’, que pese a todo fue un gran éxito de taquilla, uno más. Así las cosas, tres años después volvió a demostrar su incapacidad para hacer algo más que un espectáculo vistosillo con poco drama y poca fuerza, con la endeble ‘Spy Game’, que una vez más en manos de otro realizador podría haber dado lugar a algo mucho más interesante. De todas formas, con ella iniciaba Scott la radicalización total de su estilo, con esa cámara lenta, el aspecto ya totalmente industrial, frío y exagerado de la dirección de fotografía, y un diseño de producción de videojuego para sus siguientes tres películas, de lejos lo peor de su trayectoria: las terribles, absurdas, ‘El fuego de la venganza’, ‘Domino’ y ‘Deja Vu’.
De modo que creo que no descubrimos nada si decimos que finalmente Tony es mucho menos astuto que Ridley a la hora de aparentar una cierta categoría en su carrera, y se entrega sin rubor al cine comercial más facilón y menos interesante, aunque alguna cosa estimulante sí ha conseguido hacer. Ahora ha completado el remake de ‘Pelham 1, 2, 3’, de nuevo con Washington, no tengo muchas esperanzas. Personalmente sé que el cine de acción y policiaco puede dar mucho más de lo que es capaz de ofrecer, por lo general, este director acomodado en su estilo videoclipero.