En la ya larga carrera de Tim Burton, uno de los cineastas más famosos y con más éxito (de público, se entiende) del mundo, hay literalmente de todo. Películas estimables, sorprendentes, fascinantes, impresionantes, mediocres e infumables. Son quince largometrajes hasta la fecha, si contamos su venidera ‘Alicia en el país de las maravillas’ y dejamos fuera del grupo una que no dirigió él, pero que es prácticamente suya, ‘Pesadilla antes de Navidad’. Quince largometrajes, más de veinte años de carrera que le han valido un lugar de privilegio en la industria cinematográfica más poderosa.
Pero a tenor de las decisiones que ha tomado en la presente década, y al ver que va a cerrarse con una película cuyo avance apenas acabamos de ver y que no promete algo nuevo o interesante (luego ojalá me equivoque y forme parte del grupo, pequeño, de sus mejores películas), parece que se va a cerrar un ciclo en el que Burton no ha hecho otra cosa que repetirse, ya que con la notable excepción de ‘La novia cadáver’ ninguno de sus filmes de este decenio puede compararse, ni de lejos, con ‘Sleepy Hollow’, ‘Mars Attacks!’ o ‘Ed Wood’. ¿Podemos hablar, en ese caso, de declive? En mi opinión la respuesta es un rotundo sí.
Un director-estrella
Los fans (millones) de este hombre, le consideran un genio por su fascinante mundo personal, el cuidado diseño de producción de sus películas (sustentado, sobre todo, por la soberbia labor de Rick Heinrichs en las más importantes), y ese estilo barroco y recargado, siniestro pero preciosista, que le ha aupado como el gran director de cine fantástico que muchos dicen que es. Yo estoy muy lejos de querer convencer al lector de lo contrario. Sólo quiero argumentar que este cineasta, un auténtico niño prodigio, ha ido desinflándose con el paso de los años. Y en mi opinión esto es dificil de rebatir.
No sé muy bien dónde quedó la desvergonzada locura de ‘Bettlejuice’, el amor por los freaks de ‘Batman Vuelve’ o la mala leche despiadada de ‘Mars Attacks’, por poner tres ejemplos. Y eso que las dos primeras me parecen, como poco irregulares, y que han envejecido francamente muy mal, pero cuyas buenas secuencias aún se sostienen como ejemplos del talento de un hombre que siempre ha renunciado al equilibrio tonal o dramático, en favor de su amor por los personajes cuya historia nos narra. Un amor, ya digo, que ha desaparecido con el tiempo.
Cuando en 1993 tenía lugar esa joya que es ‘Pesadilla antes de Navidad’, Burton sólo había dirigido cinco películas, pero con este relato en Stop-Motion se hacía un repaso a su particular universo romántico, con una densidad que bien pareciera que Burton tenía 75 años y había filmado medio centenar de largometrajes. Incluso, a mediados de los 90, tuvo lugar un proyecto algo disparatado que tenía como objetivo un parque de atracciones basado en las películas de Burton. Hasta ese punto había asombrado Burton con sus primeras realizaciones.
Tan denso era su universo, y tan bello ese homenaje, que muchos aún piensan que es una película de Tim Burton, cuando la dirigió Henry Selick. Que me nombren a mí a un director de 35 años con una historia parecida. No lo hay. Puede quejarse, Burton, de haber aceptado hacer ‘Batman’ (una de sus peores películas), pero gracias al marketing y a la respuesta de los fanáticos, dio millones de dólares y le convirtió en la estrella que aún es. ¡Si hasta percibió varios millones de dólares sólo por participar en la preproducción de una nueva película de Superman, aunque no llegara (como así fue) a realizarse!
Pero poco importó, porque aquel proyecto frustrado tuvo como consecuencia uno de sus mejores trabajos, y el penúltimo en el que se vio a un Burton realmente enamorado de su historia: ‘Sleepy Hollow’, que pese a sus pocos defectos, en modo alguno importantes (una historia que tiende a explicarlo todo, como si fuera necesario; algunos bajones de ritmo), es una película de aventuras y horror realmente formidable, y una gran adaptación del relato clásico norteamericano del que parte (a cargo del guionista de ‘Seven’). En comparación con todas las películas de imagen real que ha hecho en la presente década, es una obra magistral.
Porque la brillantez de Burton está ahí, aún en una obra menor como ‘La novia cadáver’, una pequeña joya que repite algunos de los temas de Burton (la vida después de la muerte, lo gris de los vivos, el colorido de los muertos…) que certificaba el cansancio temático de este director, pero que está contada con una pasión que recuerda a ‘Ed Wood’ o ‘Eduardo Manostijeras’. La primera es su mejor película, el único cine excepcional que ha hecho (y en blanco y negro, olvidándose, lo que son las cosas, de los colorines de toda su obra).
De la sinceridad al convencionalismo
La segunda es su película más personal. No creo que ‘Eduardo Manostijeras’ sea la obra genial que muchos han proclamado, pero es su filme más personal y más sentido, su belleza es intuitiva y no calculada, y su personaje central es de un alcance poético notable. Personalmente le prefiero menos superestrella y más sincero, hablando de cosas que le importan, o de sí mismo, como en el caso de Manostijeras. Porque sus últimas cinco películas tienen de todo menos frescura y sinceridad, a mi modo de ver.
Por supuesto que están hechas con una gran profesionalidad, entretienen y divierten, pero están lejos de la densidad del mejor Burton. ‘El planeta de los simios’ palidece respecto del original, por un guión muy pobre y una puesta en escena impersonal. ‘Big Fish’, un irregular intento por volver a un cine más personal y de menor presupuesto, encandiló a muchos, pero su tono poético me parece forzado, y aunque tiene hallazgos y buenas escenas, el conjunto me parece, de nuevo impersonal, y lo que es peor, desganado.
‘Charlie y la fábrica de chocolate’ está magníficamente realizada, y tiene momentos muy divertidos, pero le ocurre lo mismo que a ‘Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet’: parecen más un refrito de anteriores éxitos, como un rockero que no deja de sacar álbumes de grandes éxitos, que verdaderos pasos adelante de un artista de gran talento que parece atrapado en su propio universo, en lugar de presionar sobre él y forzar sus límites. Como resultado, me parece que la carrera de este gran cineasta se está abaratando, aguando, dispersando. Y ‘Alicia en el país de las maravillas’, que esperemos me quite la razón, no tiene pinta de ser una verdadera sorpresa.
Una vez más, me da por pensar que hay directores que deberían hacer menos películas…y mejores. Tal como dice el gran Tarantino: “películas de polla dura, no idioteces que abaraten mi carrera”. Y tiene razón.
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