Roland Joffe, director de clásicos del cine comprometido como 'La misión' o 'Los gritos del silencio', pasó por la última edición del Atlàntida Fest en Palma para presentar su última película, 'The Forgiven'. Fue la ocasión ideal para charlar con él y discutir acerca de una serie de temas que siempre han sobrevolado sus películas, desde la idea de la culpa al perdón como fuerza capaz de transformarlo todo.
'The Forgiven' cuenta una historia real ambientada en los años de la Sudáfrica posterior al fin del Apartheid. Allí, el premio Nobel de la Paz Desmond Tutu (Forest Whitaker) conoce a un sanguinario asesino, ahora preso, que busca el perdón (Eric Bana). ¿Dónde reside el auténtico mal? ¿Somos capaces de olvidar cualquier acto, por atroz que sea? Esta es la opinión de Joffe.
¿Hasta qué punto cree que la idea de perdón es esencial en 'The Forgiven'?
Me fascina ese sentimiento. Es un sentimiento muy humano: se ha detectado en algunas especies de monos, pero es sobre todo, una actitud propia de los humanos. En Sudáfrica, dos años después del fin del Apartheid, era un concepto que, curiosamente estaba muy arraigado. De hecho, fue el perdón lo que impidió que estallara una Guerra Civil. Y es algo que en España se conoce muy de cerca: hay una guerra relativamente reciente, así que saben bien que la forma de avanzar no es tanto perdonar, sino más bien dejar ir el pasado. Pero es más fácil decirlo que hacerlo: me pregunté cómo de lejos se podía ir pidiendo perdón, hasta dónde.
¿Cómo nació la idea para la película?
Hay un documental de la CNN, acerca de una mujer de Ruanda que convivía con el asesino de su hija, porque había llegado a perdonarlo, y me impresionó mucho. Tres días más tarde de ese vi otro acerca de un hombre de Palestina de unos cuarenta años cuya hija fue asesinada. Su respuesta fue iniciar una asociación que promoviera la amistad entre israelíes y palestinos. Llegué a conocerlo y le pregunté por qué, y me dijo "Porque entiendo el odio, y por eso necesito transmitir a otros la posibilidad de superarlo".
Pero hay que ser honestos: también hay gente que no quiere perdonar. Este punto me interesaba igualmente. 'The Forgiven' no es un ensayo ideológico sobre el perdón, sino un estudio acerca de cómo la gente se comporta al perdonar o al elegir no hacerlo. En realidad, la película no dice "Tienes que perdonar", sino "Te sorprenderá cómo el perdón sale de ti". Mi pregunta es: "¿Puede alguien empatizar con quien ha sido un asesino?"
¿Por qué dar el protagonismo a Desmond Tutu?
Cuando conocí personalmente a Desmond Tutu para convencerle de que me dejara contar su historia, le dije muy claramente "Tú no eres el héroe de esta película". Y me preguntó "¿Entonces quién es el héroe?" Le dije que él y Mandela habían hecho muchísimo por acabar con el Apartheid, pero los auténticos héroes son el pueblo de Sudáfrica. Fue entonces cuando quedó convencido de que la película debía hacerse.
La película no trata acerca de cómo Tutu perdona al asesino, sino de cómo gestiona ese mismo perdón una madre. Es ella la que convence a Tutu. Y cuando él contempla la actitud de esta mujer, es como si escuchara la voz de Dios. Fue eso lo que me condujo a preguntarme acerca de cómo el asesino ha sido educado para ello desde la infancia.
Por eso, la película también habla de las raíces del odio y la confrontación en Sudáfica...
La película habla de las creencias, una extraña capacidad del ser humano. Hay un sistema de creencias que te enseña que quien no lo comparte no es como tú tú: me intrigaba de dónde salía esa idea, y así llegué al pensamiento tribal y lo que éste nos inculca. Hablé con sudafricanos de distintas tribus, y lo que encontré fue un proceso que empieza desde que son pequeños, porque todos me contaban lo mismo: "cuando yo era pequeño y trabajaba en una granja, jugábamos todos juntos, los negros y los blancos".
Pero llega un punto en el que los familiares de los blancos miran mal a los niños cuando se juntan con los negros. Es un proceso no verbal, a través de señales físicas de descontento. ¿De donde surge el odio? La respuesta es sorprendente: surge del amor. A los 8 o 9 años el niño empieza sentir que no debe decepcionar a sus padres, y el descontento cuando se acerca a niños de otra raza hace que se sienta culpable, y lo canaliza en un odio al chico negro. Todo ello se combina con un victimismo muy arraigado: el pueblo de allí siente que los ingleses les quitaron sus tierras, y recuerdan su infancia con tristeza.
Es curioso cómo la religión organizada, que ha sido históricamente fuente de tantos enfrentamientos y conflictos, ocupa un lugar central en su cine. ¿A qué se debe esa fijación?
Los seres humanos no nacemos completamente formados, crecemos a base de impactos e influencias del exterior, hasta la más pequeña. La vida, además, se organiza en sistemas: religiosos, personales, políticos, económicos. Es importante que entendamos que formamos parte de ellos, y uno de ellos es la religión. Ésta tiene distintos aspectos, uno de ellos el de mantener el poder: se mueve por reglas similares a las de un negocio cualquiera. Lo que a mí me interesa de las religiones son sus aspectos saludables, como la creencia en la existencia de un mundo exterior al corpóreo, algo que a menudo entra en conflicto con esa necesidad de mantener el poder. Me interesa la religión pese a las contradicciones que conlleva.
Lleva mucho tiempo convertido en un outsider del cine comercial norteamericano. ¿En qué se diferencia el Hollywood de ahora del que conoció en los ochenta?
Ha habido enormes cambios desde que empecé: Hollywood es un reflejo en su sistema de producción de los graves problemas políticos en los que está ahora mismo sumergido el país. América está en un problema muy grande por culpa de su mayoría de votantes blancos de clase media, que han votado por miedo a perder lo que tienen. Pero la culpa no es por la globalización, como dice Trump, eso es solo una verdad a medias. Si ves las razones por las que la economía colapsa, está más bien relacionado con cómo se ha comportado USA desde 1925.
Es decir: cambios relacionados con la actividad de los republicanos, que han favorecido con sus leyes que los directivos de las empresas sean también sus propios accionistas, lo que se ha sumado la labor de absorción de otras compañías. Un sistema caníbal que se devora a sí mismo. Cuando empecé en Hollywood había directivos, que eran las cabezas del estudio y que tenían conocimientos acerca del negocio. Ahora unos estudios absorben a otros y los dirigen ejecutivos. Si una película tiene éxito se hacen secuelas mecánicas, y si no da dinero, se cambia el ejecutivo. El resultado es un Hollywood despersonalizado y conducido por empresas sin interés en el cine.
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