Galardonada con los premios a mejor película y actor en el festival de Sitges del año 2011, 'Red State' consagró de alguna manera a Kevin Smith como cineasta de raza y de género. Lejos de su zona de confort, el director de 'Clerks' y 'Mallrats' resucitaba tras entregar las dos peores películas de su carrera.
Alabado sea el señor
Con 'Vaya par de polis' (que yo tolero bastante bien) y '¿Hacemos una porno?' (que sí me parece lo peor que ha hecho) parecía que Kevin Smith tocaba fondo. Smith, el creador de la revolución independiente hace casi TREINTA AÑOS a través de aquella pequeña joya en blanco y negro, sentía que ya había hecho todo lo que tenía que hacer. El rey del desparpajo de 'Mallrats' y del sentimiento de una generación que perseguía a Amy parecía quedarse sin ideas tras una temporada dando tumbos.
Con un presupuesto de unos 4 millones de dólares (algo menos que el de la secuela de 'Clerks' y menos de la mitad que 'Dogma'), un equipo más reducido, vídeo digital, sin banda sonora y ejerciendo de hombre orquesta, Smith apostó por su primera película "de terror" y el resultado terminó sorprendiendo a propios y extraños. Rodada poco más de 20 días en formato digital, Smith pudo editar el metraje cada día. El resultado de ese concienzudo trabajo es que apenas un par de días después de la última toma, Smith pudo mostrar un montaje de la película a todo el equipo en la fiesta de fin de rodaje. El trabajo estaba hecho.
Con la película en el bolsillo, Smith se plantó en Sundance para elegir distribuidor tras una subasta directa inmediatamente después de la proyección. Tras la proyección, comenzó la subasta, Smith luego ofreció 20 dólares y los derechos de distribución se vendieron de inmediato. Tras la maniobra Smith reveló que ese era su plan desde el principio: distribuir la película él mismo.
Michael Parks roba la función en el mejor papel de su carrera, y Melissa Leo o John Goodman, que pudo ser Alan Rickman, están perfectos cada uno a un lado de la ley en una película que rompe constantemente las expectativas. Y lo hace en menos de noventa minutos. 'Red State' se siente como algo completamente diferente aunque en realidad las bases son las mismas de siempre. También a través del trabajo de David Klein, director de fotografía de (casi) todos los trabajos de Smith, que también se reinventa aquí.
'Red State' es un "todo vale" bien entendido. Smith reconoció que el final original de la película presentaba el Apocalipsis: todos los miembros de la iglesia y todos los agentes, excepto el personaje de Goodman, mueren con sus corazones y cabezas explotando. Tras ver al último miembro de la iglesia asesinado por un ángel gigantesco, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis llegarán a la Tierra sobre sus corceles. Qué maravilla, ¿verdad?
Siempre sometido a las limitaciones presupuestarias, Smith había ideado la muerte del primer prisionero con una cabeza de cabra sobre la suya, pero incluso un detalle como ese se llevaba todo el presupuesto destinado a los efectos especiales, así que el dinero que costaba la cabeza animal se empleó en el plástico de la recordada ejecución.
Anclando su historia en el corazón de la América profunda, Smith juega la carta del realismo y no ahorra nada al espectador. Las muertes violentas se suceden y como decía más arriba, la película nunca seguirá el camino fácil, pero lo hace convirtiendo la falta de complacencia con el espectador en algo juguetón, perverso y divertido. Siendo tan corta, parece que 'Red State' se desarrolla en tiempo real, principalmente durante el asedio final, donde la realización se aproxima de algún modo al documental o a las imágenes de las noticias.
'Red State' está llena del humor negro que más nos gusta en Smith, un humor que se convierte en una feroz denuncia hacia los abusos de una parte de la sociedad estadounidense atrapada en su propio fuego. En realidad también es una venganza ante todos aquellos ciudadanos dignos que se movieron en masa para denunciar su primer acercamiento a la iglesia a través de su gamberra 'Dogma'. A todos ellos irá dedicada, imagino, la última frase de la película. Una línea que se quedó a vivir en mi cabeza y que siempre me hace reír.
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