Tarantino lanza una pregunta: "¿Un Bill Murray menos sarcástico es un mejor Bill Murray?"
El producto resultante del la industria del cine, como ocurre con cualquier otro arte, no deja de ser tanto un reflejo de la realidad sino una reacción a la misma. No son pocas las corrientes de géneros, tonos e incluso bases argumentales surgidas como consecuencia de periodos concretos de la historia, y buena muestra de ello es el exceso de optimismo que reinó en Hollywood durante la venerada década de los 80.
El mal ochentero
Tras unos años 70 dominados por una oscuridad que quedó reflejada en la gran pantalla a golpe de sordidez, cinismo y violencia, la Meca del cine abrazó su lado más luminoso, proyectándolo sobre unos personajes diseñados con la redención como principal objetivo. Esto, para Quentin Tarantino, supuso uno de los grandes males de la filmografía de la década, y lo explicó del siguiente modo en su libro 'Cinema Speculation'.
“Los personajes complejos y complicados de los años setenta eran precisamente los que el cine de los ochenta evitaba por completo. Los personajes complejos no son necesariamente simpáticos. Las personas interesantes no siempre son agradables. Pero en el Hollywood de los ochenta, todo era simpatía. Si hacías una película sobre un hijo de puta, podías apostar que ese puto imbécil vería el error de sus acciones y se redimiría en los últimos veinte minutos. Como, por ejemplo, todos los personajes de Bill Murray”.
Que Tarantino utilice a Murray como ejemplo no es, ni de lejos, una coincidencia. Sus papeles ochenteros están plagados de personajes desagradables, chauvinistas y ególatras que descubren su corazoncito durante el tercer acto de la función; algo que el cineasta ejemplifica así mientras, muy acertadamente, lo compara con el caso de Chevy Chase.
“¿Cómo pasa Murray en El pelotón chiflado de ser un iconoclasta insoportable, que merece que el sargento de instrucción Warren Oates le de una paliza, a motivar a las tropas y planear una misión encubierta en suelo extranjero? Los críticos de cine siempre preferían a Bill Murray sobre Chevy Chase. Sin embargo, con más frecuencia, Chase seguía siendo el mismo capullo sarcástico y distante al final de la película que era al principio. O al menos su conversión no era el punto principal de la película, como sí lo era en Los fantasmas atacan al jefe y Atrapado en el tiempo”.
El de Tennessee concluyó su disertación sobre el tema lanzando una pregunta muy concreta.
“Admito que no preocuparse por los sentimientos de los demás probablemente hace maravillas por tu ingenio cáustico. Pero siempre he rechazado la idea de que los personajes de Bill Murray necesitaran redimirse. Sí, quizá encantó a Andie MacDowell, pero ¿alguien cree que un Bill Murray menos sarcástico es un mejor Bill Murray?”.
Si bien uno de los grandes pilares que sostienen la narrativa cinematográfica es un arco de personaje en el que este experimenta un cambio entre el primer acto y el tercero, no siempre es necesario que sea a positivo o que el relato se centre en ello. Y no, un Bill Murray menos sarcástico nunca será un mejor Bill Murray.
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