Sorprende que el excelente programa de cine Todopoderosos haya dedicado no uno, sino dos episodios completos a la figura de George A. Romero y su cine, siendo un director al que, más allá de sus clásicos de cine zombie, no ha tenido nunca una apreciación crítica más allá de su importancia como icono del cine independiente y regional americano. Sacar su nombre estos días parece un tanto oportunista, pero si hay una saga del fantástico que sea hoy relevante es la suya.
El programa va más lejos y coloca a Romero como uno de los grandes escritores del cine norteamericano de todos los tiempos y se deshacen en elogios a su forma de dirigir actores y su capacidad de reflejar el carácter del ser humano, haciendo una analogía acertadísima con el naturalismo de Émile Zola y la otredad, algo que cobra mucho sentido cuando se pone en contexto con el lema que lleva su universo de muertos vivientes al terreno filosófico, el “nosotros somos ellos” que revela a los zombies como nuestro reflejo.
La sátira, con sangre entra
George Romero es acusado a menudo de director descuidado por la tosca factura de muchos de sus films, los cuales reflejan los medios y las formas en las que fueron realizados. La mayoría de las veces eran producciones muy alejadas del mundo de la industria, que reflejan su actitud vital y comprometida con sus propias concepciones del cine y la vida. Por ello, toda su obra está cargada de ideas políticas y sociales, usualmente muy cargadas de crítica, pero muy lejos del panfleto precocinado, más centradas en la esencia irreparable del ser humano.
Quizá por ello sus películas siguen siendo relevantes y efectivas, ya que su comentario social a menudo es circunstancial —nunca descuida su historia o personajes por el tema central del film— y suele venir empaquetado en forma de sátira evidente, en la que utiliza una situación extraordinaria, como puede ser un apocalipsis zombie, para describir alguna situación del mundo real que le parece absurda y que, precisamente, replicándola en otras condiciones puede verse plenamente desnuda como es.
Por su carga de opiniones, preguntas lanzadas al aire y el retrato de la sociedad y la clase política, sus films no solo quedan como destacables cápsulas del tiempo sobre el momento en el que fueron hechas, sino que tienen un poder refractante imperecedero que nos disecciona y deja ver que si hay algo que hoy nos sorprende, es probable que ya tuviera una equivocación histórica previa que puede servirnos para hoy. Por ello, quizá es conveniente repasar sus películas y reconocernos en las situaciones más cotidianas de, por ejemplo, esta pandemia.
El inicio de la cuarentena
Desde que se anunció el estado de alarma y vimos colas de carros, compras sin freno, acopio exagerado de papel higiénico, geles desinfectantes o guantes, la vida en la covid-19 ha sido tristemente similar a lo que nos contaban películas como ‘Zombie’ (Dawn of the Dead, 1978), en la que los zombies tienen el vago recuerdo de que en medio del apocalipsis el sitio al que quieren volver es al supermercado. Mucho más feo es el clímax de aquella, en la que los saqueadores tratan de quedarse el centro comercial como fuerte.
La insolidaridad del principio de la pandemia hizo que nos viéramos a nosotros mismos en escenas dantescas de carreras en supermercados, estampas propias de las rebajas en los estantes de la carne, precisamente el bien que parecía al que más le afectaría el desabastecimiento. La comparación con los zombies carnívoros no necesita destacarse, pero escenas como las vistas lo único que separa del cine es la convención social de que la carne envasada y pagada en una caja es algo más civilizado.
AMANECER DE LOS MUERTOS (2020) George A. Romero remake. pic.twitter.com/3R7aIsUmcI
— Horror Losers (@horrorlosers) March 14, 2020
El egoísmo extremo en situaciones de estrés, la deshumanización y la vuelta al sálvese quien pueda más cruel tiene un carácter universal, pero en donde Romero escribió el futuro fue en ‘Los Crazies’ (The Crazies, 1973), en la que directamente se narraba la cuarentena de un pueblo americano en la que un virus obligaba al gobierno a usar métodos drásticos en los que la vida humana dejaba de tener sentido. La parte más interesante del film, sin embargo, es cómo representaba el caos y la ineficiencia de los políticos, militares y científicos.
Caos informativo, mentiras y muertos
La desinformación, la actuación a destiempo, las decisiones encubiertas por unos, omitidas por otros, la falta de acuerdos y la tensión constante dan una visión precisa de lo que hemos podido presenciar. Tan válido también como los instantes de tumulto del principio de ‘Zombie’, con una estación de televisión en ebullición y acalorados debates televisivos en los que los contertulios hablan sin tener toda la información y se tiran los papeles a la cabeza. Y por no hablar de las retransmisiones caseras, que ya aparecían aquí como signo del total colapso social.
Lo que más escalofriante resulta es comprobar cómo la escena de asalto de un grupo de SWATS a un edificio de latinos y negros infectado retrata perfectamente en dónde ha atacado con más virulencia la pandemia. Las clases trabajadoras, los pequeños pisos de barrios con gente hacinada y una gran conexión racial. Romero también hacía otro comentario atinado. La infección zombie se propaga por la reticencia de algunas familias a matar (de nuevo) a sus fallecidos, mostrando lo fácil que es que determinados sectores no lidien igual con las mismas normas.
Si nos vamos al inicio, a ‘La noche de los muertos vivientes’ (Night of the Living Dead, 1968), vemos cómo los políticos, militares y medios de comunicación se mantienen en shock, cuando no callados, y se lanza la teoría de que los muertos vuelven a la vida por un experimento espacial pero que, en realidad, es tan solo disertación —en el montaje original se esgrimían varias razones posibles para dar más idea de la desorientación de medios y autoridades—, algo que nos recuerda a toda esa retahíla de sopas de murciélago, pangolines y laboratorios chinos saboteados.
‘El diario de los muertos’ y la era del ruido
Y esa tromba de información y el papel de los medios, que ya aparecía en su película fundacional, tiene una expansión en su especie de reboot de la saga ‘El diario de los muertos’ (Diary of the Dead, 2007), en la que Romero examinaba el papel de internet en la difusión de la información antes de la explosión de las redes sociales —Facebook empezó a funcionar justo ese año—. Resulta alucinante ver cómo retrata a los futuros youtubers cuando sus protagonistas viven obsesionados con grabar todo y subirlo a la red ya en su página de Myspace, obnubilados con el número de visitas y seguidores.
Romero ponía como protagonistas a estudiantes sin dejar de dibujarles como narcisistas amorales, que no dudan en grabar a gente en problemas antes de ayudarles. Algo que en su momento impactaba mucho y se criticó como un error narrativo, acaba cobrando sentido cuando vemos que ‘Diary of the Dead’, en esencia, circulaba alrededor de la idea de rodar la muerte (incluso la de uno mismo) para lograr la celebridad en forma de likes. Nada que nos sorprenda hoy, cuando tenemos casos como el del youtuber Logan Paul que llevó su celebridad con 15 millones de subscriptores al extremo de rodar a un ahorcado real y bromear a su lado en 2018.
También mostraba a estudiantes adictos a los móviles y a los selfies antes de que existiera el primer smartphone y el personaje de la chica de Texas podría ser el prototipo de instagramer futura, que, además, Romero utilizaba para hacer un sutil estereotipo del republicano de los estados del Sur que cobra mucho sentido al ver a votantes de Trump esgrimir eslóganes similares al ‘Don’t mess with Texas’, que en aquellos momentos podía verse como el ‘Don’t Mess With América’ esgrimido como proclama en la guerra de Irak que tienen la misma lógica del ‘Make América Great Again’.
La expansión de las Fake News
Pero sobre todo, ‘Diary of the Dead’ hablaba de la democratización de la información y el tribalismo de las redes que tuvo lugar en la década de los 2010, ofreciendo una audaz comentario sobre el poder de cualquiera para decir e inventar lo que quiera y compartirlo, sin dejar de poner el ojo en los mass media. Romero discurría por conceptos que resultaban abstractos en 2007, como plantear que un loco como Hitler pudiera crear su base de seguidores y el tiempo ha demostrado que el resurgir de la ultraderecha más radical se ha servido de internet.
El planteamiento de los medios editando el material recogido por la gente era puesto sobre la mesa, dejando claro que lo que se graba puede ser una verdad a medias según en manos de quien cae, no solo prediciendo la manipulación, sino un garabato de lo que luego vendrían a ser las fake news. El director se inspiraba en el desastre del Katrina, pero, de nuevo, en el periodo postcuarentena podemos reconocer los tejemanejes de gobiernos, medios, o personajes como Spiriman en la manipulación de libre acceso.
Su hipótesis del tribalismo se extendía en su siguiente y último film, en el que la segmentación de los supervivientes se hacía más radical en una isla en la que unos defendían el dejar a los zombies con vida y otra matarlos. Un conflicto interesantísimo, que ya planteaba ideas sobre el extremismo político que Romero estaba vislumbrando en el albor de las redes sociales y ha acabado dando lugar a fenómenos políticos como la estrategia Steve Bannon, el Brexit y el movimiento del extremismo ideológico generalizado en el que estamos inmersos.
Sobre raza, representación LGTB y feminismo
Si bien ‘La resistencia de los muertos’ tenía un protagonista secundaria negra, su siguiente capítulo de su trilogía de reboots iba a estar protagonizada por el grupo de guardias nacionales afroamericanos que aparecía en ‘El diario de los muertos’, una suerte de panteras negras del apocalipsis que se ocupaban de los suyos y encontraban la igualdad de condiciones solo en el momento en el que las instituciones habían sido derrocadas. Sin embargo, en el último pondría en el equipo a un latino, al igual que en ‘La tierra de los muertos’, representando sus orígenes hispanos.
Aún lejos de la ola de feminismo y de cuotas de diversidad racial y sexual que invadió la cultura en los 2010, Romero ya se esforzaba por proponer una representación activa, algunas veces forzando el discurso hasta tal punto de presentar a una soldado lesbiana masturbándose sin tapujos casi delante de sus compañeros, un movimiento hecho específicamente para incomodar con su cine a quien esa imagen le pudiera molestar. Romero aprovechaba la película para representar también un perfil de machista americano arquetípico.
Muldoon podría representar perfectamente la idea del fanático religioso americano que se estaba haciendo fuerte a finales de la anterior década y que asaltó las urnas para elegir a Trump en 2016. Entre los distintos esperpentos que representa, tenía a su mujer zombie atada con una cadena a la cocina, en donde la mujer, como otros muertos vivientes, hace lo que su recuerdo recurrente le indica, estar encerrada entre fogones y fregaderos, tratando de replicar torpemente lo que solía hacer viva. Un retruécano brillante de su mitología para definir a todo un sector de la población que sigue en esa mentalidad del oeste.
De la guerra de Irak a la era Trump
Los zombies de Romero siempre han servido como metáforas de su era, en el fondo su papel es el de un desastre natural, pero en el nuevo milenio, su última entrega de los cuatro films principales, su papel era mucho más ambiguo. Por una parte, el primer borrador de Romero, en los 90, quería reflejar los principios neoliberales actuales del mundo occidental, tratando a los muertos como sin techo, como un problema que no existe. El director ya había definido su rascacielos de ricos, al estilo de una ficción de Ballard, en la que vivía solo la élite.
Sin embargo, el 11-S dio un nuevo giro a su idea y acabó incorporando la idea de Irak y los ataques terroristas a las torres gemelas se reflejaban como una toma de los zombies a la fortaleza de la clase alta. Una idea que podría parecer oportunista, pero tan solo es una confirmación postapocalíptica del antiguo deseo del director de adaptar ‘La máscara de la muerte roja’ de Poe, a la que hace algunos guiños a lo largo del film, con lo que la idea es la misma que la que mueve el resto de sus películas, las masas de muertos vivientes como revolución.
Ahora, en el albor de una nueva década, tres lustros después, esa misma idea toma un nuevo cariz tras las elecciones de 2016. Donald Trump, un yuppie de los 80 con una torre hecha a su medida en medio de Manhattan, es elegido presidente de los Estados Unidos. Kaufman, el tirano de ‘La tierra de los muertos vivientes’ (Land of the Dead, 2005), un rico trajeado que ha tomado un rascacielos y maneja la ciudad a su antojo gracias al dinero. Los zombies se comienzan a organizar y buscan asaltar la torre, porque es el único sitio en el que ven luz. Se agolpan a sus puertas y finalmente entran.
Fahrenheit 2020
Hay que tener en cuenta que George A. Romero escribió al protagonista de ‘La tierra de los muertos vivientes’ como un afroamericano, pero cuando su productor y Universal se negaron, por creer que eso haría que se vendiera mal fuera de Estados Unidos, decidió que los muertos vivientes serían los verdaderos héroes del film, y además serían liderados por un actor negro. Ahora su film de terror tenía a un gasolinero afroamericano a liderando una revolución zombie contra los vivos. Irónico. Lo verdaderamente impactante es contrastar con la realidad de EE.UU. a día de hoy.
Tres años después del estreno de su película, el mundo entraba en una gran recesión económica de la que apenas se ha recuperado y ha servido para aumentar la precariedad, a pobreza endémica y la diferencia de clases. En el mundo de ‘La tierra de los muertos vivientes’ solo unos pocos pueden acceder al mundo dentro del gran edificio y el resto viven en las calles, se alimentan de los restos que dejan esas clases altas y viven domesticados por los juegos y el vicio. A los muertos vivientes los engañan tirando fuegos artificiales en el cielo. No hace falta rascar para ver la alegoría.
Trump ganó sus elecciones prometiendo un muro con México que impediría que estos entraran a Estados Unidos a “violar y a robar” (sic) y pagó su campaña gracias a su dinero. En ‘La tierra de los muertos vivientes’ Kauffman crea vallas electrificadas y puestos militares para impedir la entrada de los zombies, pero estos acaban abriéndose camino, primero derribando una valla, y luego cruzando el río, convirtiéndose, literalmente, en espaldas mojadas. La metáfora del emigrante tiene más poder tras las leyes del Presidente de los Estados Unidos.
Las revueltas en memoria de George Floyd
No solo ha endurecido las leyes durante la pandemia, sino que creó zonas de concentración, enjaulando niños y separándoles de sus padres dando una serie de imágenes dantescas que hacen eco con las de ‘La tierra de los muertos vivientes’ con zombies usados, enjaulados y humillados para juegos o directamente colgados para practicar tiro con ellos. La equivalencia se completa con Kauffman gritándole al líder negro “you have no right”, aludiendo indirectamente a los derechos humanos. Al personaje latino acaba llamándole “maldito hispano”.
La sutilidad no es para George Romero cuando se trata de hacer sátira, pero da por hechas tantas cosas que sus imágenes acaban ganando poder con el paso de los años. El líder negro de los zombies decide tomar las armas literalmente cuando ve como los humanos matan a los suyos. Tras la muerte de George Floyd se iniciaron las revueltas raciales más importantes de este siglo en Norteamérica, con concentraciones también en Nueva York, específicamente… a las puertas de la torre Trump.
Romero no es un adivino, quizá tampoco un visionario, pero sí un gran conocedor de la historia de Estados Unidos y el dilema de la política neoliberal frente a la clase media y baja. En ‘La tierra de los muertos vivientes’ dibuja a los revolucionarios humanos más marxistas como una clase potencialmente peligrosa para cuando toman el poder, indicando su falta de confianza en el sistema y en el ser humano. Su ojo para leer el conflicto es mucho más complejo y rico de lo que parece a simple vista, por eso, su cine sigue reflejando nuestros días con precisión de cirujano.
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