Toco cabe en el cine de Jean-Luc Godard, desde un homenaje a películas de serie B a un casi thriller musical. Múltiples son también los discursos reflexivos y existencialistas de unos personajes que en su mayoría son antagonistas, siempre cansados además y a los que les da igual, parece ser, lo que hay a su alrededor. Aunque al final es la imagen en definitivas cuentas lo que llega más lejos que mil palabras, especialmente cuando se labran identidades y acciones en ese plano al que la cámara nunca llega a encuadrar y en el que se fija muchas veces Godard, sobre todo en sus primeras películas.
Antes de indagar más en el cine del ya desaparecido cineasta francés, hay que detenerse en la evidencia del aura con la que ha pasado a la historia su filmografía como ‘un arte solo al alcance de pocos’, un entretenimiento para intelectuales o una novedad en la que zambullirse si se estudia alguna disciplina relacionada con la comunicación audiovisual.
De manera lógica, desde los años 60 hasta el siglo del ‘streaming’ ha crecido la distancia del espectador medio con el cine clásico, a pesar de tener el sello de la vanguardia para su época. Sin embargo, acostumbrados ya a planos convencionales, de sentarse y ponerse una película de Gordard en una plataforma de ‘streaming’ —parte de la filmografía del realizador se puede encontrar en Filmin— uno se puede encontrar ante un ‘thriller’ que enganche tanto como, por ejemplo, los de la cartelera comercial.
Es cierto que en sus diálogos los personajes de Godard, nihilistas en parte, juegan constantemente a fingir que entienden los misterios de la vida como si fueran espías de los dioses, como deja entrever por ejemplo la trama de ‘El desprecio’, pero en buena medida el debutante que se estrenó con ‘Al final de la escapada’ ofrece también un entretenimiento desde la anarquía con su imagen y bajo la consciencia de quien sabe que tiene delante a espectadores, razón por la que se deja notar que hay una cámara y se habla de cine y de más cine. La metaficción metaficcional de la ficción.
¿Qué hace tan especiales ante la cámara tramas de películas como ‘Vivir su vida’, ‘Banda aparte’, ‘El desprecio’ o el ya mencionado debut en el cine del director, entre otras? Aquí algunas de las razones estilistas de su encanto, que ya no son tan comunes en el cine actual:
Presentación velada de los personajes: el fuera de campo
Especialmente en sus primeras películas —aunque también se puede ver este mismo recurso en, por ejemplo, la película-collage 'Adiós al lenguaje' de 2014, en la que Godard recuerda que trabajó en la industria audiovisual para romper todos los cánones convencionales de movimientos de cámara y que le valió el Premio del Jurado en el Festival de Cannes— hay personajes protagonistas que se introducen en una escena en la que están de espaldas a la cámara en un plano medio o un primer plano u otros que llegan para interpelar a quienes lideran la acción cuando el ángulo de la cámara parece no querer mostrar cómo son, creando una atmósfera de cierta tensión e intriga para el espectador, que puede intentar dilucidar por qué no se le está mostrando al personaje de forma normativa.
Así es como el público conoce en primera instancia, por ejemplo, a Nana y a Paul en ‘Vivir su vida’, producción de 1962 que destaca por ser uno de los primeros largometrajes que firma el francés y por granjear a Godard con el Premio Especial de Godard en Cannes. No siempre hay que dar respuestas en el audiovisual y dejar espacio al fuera de campo, ese plano de realidad que también existe en el universo de ficción y que puede permanecer oculto (o no) al espectador, es un personaje más en estas películas.
La mirada del personaje, así como su pensamiento en posteriores películas, lo guía todo. Y consigue que, en aquellos casos en los que los protagonistas superan el entendimiento del público o muestran un comportamiento social más que reprobable —parte de las relaciones entre hombres y mujeres que se muestran en el cine de Godard se han quedado ancladas en otra época bajo la actual mirada contemporánea, así como aquellas frases del diálogo que hacen referencia también a las mujeres—, sean capaces de llegar y quedarse con el espectador, como sucederá prácticamente por siempre con la pareja a la que dan vida Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg en ‘Al final de la escapada’.
La mayoría de personajes de estas primeras películas son maleantes o personas perdidas, pero tienen a su vez el poder de funcionar como protagonistas en el corazón del público a pesar de ser más bien antagonistas. Al fin y al cabo, son personajes ‘outsiders’ que interpretan a sus propios personajes dentro de su línea temporal y que son capaces, con toda su dualidad, de llenar los ‘thrillers’ que habitan.
Todos los movimientos de cámara caben y también la cuarta pared
Queda muy claro que el público juega un papel importante en el cine de Godard, un mantra que en la actualidad está más diluido. La cámara no solo está al servicio de las pretensiones artísticas del realizador, sino también de los espectadores.
Hay muchos planos, instantáneas llenas de aire y que cumplen con creces la regla de los tercios, que acabarían sin duda compartiéndose a día de hoy en multitud de stories y perfiles de Instagram. Parte del encanto de su filmografía deriva también del hecho de que en conversaciones entre personajes la acción técnica no se quede solo en un plano y contraplano cada vez que uno habla. Más bien parece darse la idea de que todo puede pasar, con muchos cambios de perspectiva y con panorámicas o movimientos circulares incluidos en la conversación.
Como parte del juego también entra la ruptura de la cuarta pared: no es raro ver a los personajes hacer partícipes a los ‘otros’ mirando directamente a cámara para buscar cómplices o apoyos de sus pensamientos, teorías o quejas. Y, de igual forma, en otros momentos el público pasa a ser el propio personaje cuando la cámara toma la perspectiva del protagonista y deja de ser ese narrador implícito al relato.
En ‘El desprecio’, sin embargo, son monólogos mentales los que llegan al espectador como una voz directa del personaje; mientras que en el caso de ‘Banda aparte’ un narrador es el que interpela a quien ve la película pasando acta al momento de los sentimientos que está experimentando el trío calavera de esta ficción. Puede pasar cualquier cosa en una película de Godard, eso queda claro.
El cine como la principal trama
En la imagen que construye Godard, se deja también hueco a las imágenes propias de ese entorno en el que el arte y el pensamiento crítico lo inunda todo. El séptimo arte es verdad y aspiración en los universos compuestos por el cineasta, como si fuera casi una simulación lo que viven los personajes en ciertos momentos.
Uno diría que esas personas ven la cámara, tal y como el público sabe a su vez que está interpretando un rol. Como sucede en una escena en ‘Banda aparte’ en la que se incluye un minuto de silencio casi a modo de juego: para los personajes la sala ha quedado apagada a pesar del sonido ambiente, algo que se ilustra con un apagón completo de la banda de sonido en la película.
La consciencia que envuelve los discursos de Jean-Luc Godard en la pantalla mezcla la grandilocuencia de ciertos personajes con el absurdo y con conversaciones que no han cambiado tanto a día de hoy. ¿Qué hay de distinto en la dinámica que tienen Arthur y Frank con Odile cuando está y no está presente, al intentar camelarla por un lado y hacer brillar el ego por otro?
Por el camino, el metraje también hace una mezcolanza de elementos que responde en última instancia a experimentar y pasarlo bien, aunque la ruta no se entienda hasta el final del recorrido. “Dios sabe a dónde nos lleva”, se escucha decir en ‘Vivir su vida’ cuando la protagonista, Nana, está viendo una película sobre Juana de Arco en el cine. Godard parece que también lo sabía.
Ver 3 comentarios