Un gran ejercicio de ingenio narrativo que salió desde la pura independencia
De algún modo nos reconfortan ver las historias donde un director ha conseguido sacar adelante un proyecto de ciencia ficción rompedor y cargado de inventiva desde los presupuesto más mínimos, llevándonos a pensar que no hace falta dinero cuando tienes ingenio y habilidad narrativa. Pero el dinero sirve para algo más que para cargar la imagen de efectos especiales, ayuda a proporcionar unas garantías y tranquilidad a la producción para llevarse a cabo, además de permitir unos salarios decentes.
Es por eso que resulta complicado glorificar historias como las de James Ward Byrkit, que consiguió poner a todo el mundo patidifuso con uno de estos pequeños milagros de la ciencia ficción independiente, pero le ha llevado más de diez años volver a tener proyectos viables. A veces se necesita algo más que hacer una película increíble como ‘Coherence’.
Esta casa no es la mía
No cambia que, más de diez años después de su estreno, siga siendo una de las mejores y más sorprendentes películas del género en este siglo. Un impresionante trabajo de suspense narrativo y frescura de ideas fantásticas que regresa al streaming a través de Filmin justo a tiempo para el estreno de su nueva serie autoproducida, ‘Shatter Belt’ (disponible también en la misma plataforma), y también con el reciente anuncio de una secuela (o algo parecido).
Ocho amigos se reúnen para una cena especial en casa de Mike y Lee, justo en la noche donde va a pasar por la atmósfera terrestre el cometa Miller. Durante el evento se rescata una anécdota de la última vez que este cometa se acercó a la Tierra, donde una mujer quedó tan desorientada que aseguró que el hombre que había en su casa no era su marido. Un corte de electricidad desencadenará un fenómeno similar para este grupo.
La película se sostiene a través de una premisa muy potente, muy de episodio de ‘La dimensión desconocida’, pero emplea los medios del indie fantástico del siglo XXI para desarrollarlos. Al estilo del cine de Shane Carruth, los personajes terminan en una situación superior a ellos mismos y, más que verlo, se nos cuenta qué está sucediendo conforme los personajes lo van procesando.
‘Coherence’: el ingenio por bandera
Esto debería ser una limitación bastante anticinematográfica, donde el guion nos tiene que estar contando lo que pasa en lugar de dejar que la dirección nos lo muestre. Pero mantenernos en el mismo nivel de desconcierto que los personajes ayuda a hacer mucho más interesante el viaje, y Byrkit va estableciendo una personalidad visual muy minimalista pero personal, que a veces toma detalles de Dogma y a veces del puro mumblecore.
Esto consolida una película que nació para ser de culto, y que los resultados acompañan sin duda para merecer la reputación. Las sorpresas son interesantes y desarrollan bien la historia central, más interesante emocionalmente que lo que suelen ser las películas construidas sobre giros narrativos. Byrkit se planta aquí como un director de ideas y personalidad bastante únicas, lo que hace que sea tan triste que hayamos que tenido que esperar casi una década para verle expandirlas. Pero nadie dijo que hacer las cosas bajo sus propios términos fuese a ser fácil. De hecho, ‘Coherence’ deja la sensación de que es más fácil de lo que parece.
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