“Me he rendido. Ya no quiero gustarle a todo el mundo. Ya no estoy dispuesto a preguntar a nadie si mis películas le hacen feliz. Ya solo intento ser fiel a mí mismo y seguir adelante”
- M. Night Shyamalan
El caso de M. Night Shyamalan (nacido Manoj Nelliyattu Shyamalan en Mahé, Pondicherry, India) es verdaderamente único no ya en el Hollywood actual, sino en la historia del cine americano. Y es único no solamente por ser el máximo responsable de un puñadito de películas que, mal que les pese a muchos, son ya historia escrita en letras de oro del cine fantástico, no solamente por el tan precoz y monumental éxito que conoció con su primera película famosa, ni por sus orígenes, temas, narrativa o personalidad. Sobre todo porque no hay parangón en el tratamiento dispar de la crítica americana respecto a la crítica del resto del mundo (no toda, también es cierto), ni en la polarización extrema de las opiniones de los aficionados respecto a su trabajo.
¿Cómo seguir elaborando una filmografía dotada de sentido y coherencia propios cuando la virulencia con la que ciertos sectores acogen tus esfuerzos es tan salvaje? ¿Cómo mantener una confianza en uno mismo cuando los jefes sólo piensan en el dinero a cualquier coste y los espectadores sólo esperan diversión sin el menor esfuerzo intelectual o anímico? Shyamalan lo tiene claro, según se desprende de la declaración reciente que hemos incluido encima de estas líneas. Este artista se merece un monumento porque no hay ningún otro director en el cine americano actual tan fiel a sí mismo, a pesar de unas circunstancias tan dantescas.
Un temprano exitazo que lo cambió todo
La gran mayoría del público mundial no ha visto ‘Praying With Anger’ (dirigida por Shyamalan en 1992, con tan solo 22 años, y una obra muy amateur) ni ‘Los primeros amigos’ (‘Wide Awake’, de 1998, una comedia bastante irregular), pero no creo exagerar al decir que nada de lo mostrado en esas dos películas hacía anticipar ni el estilo ni el éxito de ‘El sexto sentido’, que dirigió con apenas veintinueve años. Me parece más importante analizar, en esta ocasión, la deslumbrante astucia de Shyamalan a la hora de vender sus proyectos, que llevar a cabo un pormenorizado repaso a su carrera, por otra parte innecesario para la mayoría. Por la sencilla razón de que el grandioso éxito de la magnífica ‘El sexto sentido’ creo que tiene gran culpa, por varios motivos, del fracaso (al menos parcial) de otras películas suyas.
Shyamalan hace cine de autor y lo vende como cine “mainstream”, como cine “blockbuster”. En ese sentido, su figura mediática es toda una paradoja. Y considerar que ‘El sexto sentido’ arrasó en taquilla por su gran calidad y por su historia emocionante, me parece toda una ingenuidad. Hay películas mejores que ‘El sexto sentido (Shyamalan tiene varias superiores) que no recaudan ni un diez por ciento de lo que recaudó. Su éxito, creo, llegó por una fabulosa campaña de marketing, por un merecido boca-oreja, y por el morbo que siempre suscitan las buenas historias de terror. El principal problema es que el público siempre espera de Shyamalan algo similar.
Creo que este director hizo un grandioso trabajo con ‘El protegido’, quizá su mejor película. Que esta producción de 75 millones de dólares recaudase 97 en Estados Unidos (y un total de 248 en todo el mundo) fue en parte causa del reciente exitazo de la anterior película. Pero es lo de menos. Era cine por momentos excepcional y verdadero cine de autor. Como lo era la incomprendida ‘Signs’ (408 millones en todo el mundo), que gozó de una campaña de marketing inteligentísima. Shyamalan parecía haber encontrado la fórmula, buscada desde hace décadas, de fundir cine personal con cine comercial. Sin embargo, todo se torció con la siguiente película.
‘El bosque’, ‘La joven del agua’, ‘El incidente’, ‘Airbender: el último guerrero’. Creo que el que sea incapaz de concederle a Shyamalan un coraje a prueba de bombas, no tiene sangre en las venas. Sólo él podía haber recaudado 114 millones de dólares con ‘The Village’, un título vilipendiado hasta extremos inconcecibles, pese a tratarse de un filme magistral y completamente anticomercial. Aunque para vilipendiada, ‘La joven del agua’, que apenas cubrió gastos, verdadera venganza contra todos los que atacan sin piedad cualquier intento de un cine más personal.
Cada película de Shyamalan costaba menos, hasta los 48 millones (una minucia hoy día) que costó ‘El incidente’, brillante película descuartizada por críticos y cinéfilos de todo el mundo, obra tremendamente personal, que gracias a una campaña de promoción soberbia recaudó 163 millones en todo el mundo. El problema de Shyamalan no es la taquilla, sino la crítica americana. Las barbaridades que se están escribiendo sobre ‘Airbender: el último guerrero’, son parecidas a las que han escrito sobre las tres anteriores, como en copy-paste. Pero yo me mojo cuando afirmo: el cine de Shyamalan va a perdurar, y la crítica americana es de las menos coherentes e importantes del mundo.
El 6 de agosto llega a España su última película, que es también la más cara. Está por ver que el reparto no tenga el menor sentido (dicho por ese crítico tan vendido como Roger Ebert), dentro de una especie de confabulación consistente en lamentar que no hayan buscado a más actores asiáticos (???). Esta por comprobar que cualquier escena de ‘Eclipse’ sea mejor que la última de Shyamalan, algo sugerido por muchos aficionados que se han manifestado (!!!), furiosos, contra ella. Esto tiene un nombre: simple y directo boicoteo. Caza de brujas disimulada contra un hombre capaz de filmar con un solo plano, desde una ventana, una pelea violentísima, algo que el 99,9999 % de directores jamás tendrían los redaños de hacer así.
Colmillos afilados y envenenados contra un cineasta capaz de cambiar para siempre el relato gótico en el cine, de contar una invasión alienígena desde el punto de vista de una familia disfuncional, de hablar sobre el miedo sin mostrar jamás un monstruo, de hacernos regresar a la magia de la infancia mientras se ríe de los críticos de cine, de volver tenebrosas las plantas que nos rodean. Da vergüenza ajena lo que está pasando con Shyamalan.