Ahora que el evangelista Julio Medem regresa con una nueva película, tres años después del doloroso (aunque justísimo) fiasco de ‘Caótica Ana’, es una excusa tan buena como cualquier otra (como si se necesitaran excusas para hablar de un director) con la que hacer un repaso canalla a la carrera de uno de los directores estrella del cine español, uno de los que se abanderan, se autoproclaman casi, como un autor y un artista, y que goza de muchos seguidores y de no menos detractores.
No hay otro director como Medem, en el cine español, que personifique el rollo “cool” de nuestra filmografía, el espíritu “progre” y el ambiente sectario y cerrado que muchos realizadores españoles construyen en torno a ellos, aislados de todo cuanto se dice y se reflexiona sobre su obra desde revistas de debate teórico o foros de opinión. Medem vive enclaustrado en su cárcel creativa, ensimismado por su sublime, y autoinducido, genio audiovisual, y el resto de nosotros, pobres mortales, sólo podemos esperar a que él nos adoctrine con su abrumador talento.
En realidad, su legado es muy otro. El único cine importante que ha hecho en su vida es el de ‘Vacas’ que es una película muy interesante desde un punto de vista narrativo y visual, y que ofrecía un punto de vista inédito sobre cierta forma de vida cada vez más desaparecida. Pero el cineasta enseguida se creyó lo de que era un cineasta portentoso, se embebió de los divismos de su oficio, y comenzó una caída libre que con cada película parece que ha tocado fondo, pero que se revela como caída sin fondo con la siguiente.
Creo, es mi forma de verlo, que la mayoría de los espectadores o cinéfilos que hablan sobre poesía, tienen una concepción equivocada de la misma. Pero también tienen una concepción equivocada de la poesía en general. La poesía, la más elevada, no se conforma de imágenes oníricas o paisajes fantásticos o abigarramientos intelectuales; en realidad la poesía más importante surge de la vida misma, que está ordenada y conformada por leyes más poéticas de las que se imaginan los conductistas y los que van de profundos y espirituales sin serlo, y que solo los artistas más valientes pueden crear, pues han de bregar con los fantasmas y los acantilados de la realidad, que nunca engaña.
Pongo varios ejemplos: cuando David Lynch hace aparecer a la Bruja Malvada del Oeste al lado del coche de Lula en ‘Corazón salvaje’, crea una imagen poderosísima que convoca a los fantasmas de la infancia y a los orígenes del cine de manera atroz; cuando Terrence Malick muestra una jaula con un pájaro en su interior, sobre el cabecero de la cama de una moribunda, y nos hace sentir la proximidad de un alma enjaulada que pronto saldrá de su presidio.
Esto es poesía. Los jugueteos audiovisuales de creidillos que van de poetas, y que no saben hacer otra cosa que colgar una cámara de un ventilador o colorear su fotograma de manera llamativa o hacer un plano preciosista chorreante de sangre, y que ignoran la condición humana más terrenal, sus miserias y su dolor, pueden convencer a algunos espectadores, e incluso a algunos cinéfilos, y puede que a pocos analistas. Pero a mí no. No cuando todo es un juego burgués acerca del sexo, la muerte y el amor. Y por burgués me refiero a convencionalismos, conservadurismos, trivialidades, disfrazados de vanguardismo y poesía de salón.
Porque de pijerío, experimentalismos baratos (que nada tienen que ver con el arte, que no es un divertimento para científicos), y chorradas grandilocuentes tenemos de sobra en ‘La ardilla roja’, ‘Tierra’, ‘Los amantes del círculo polar’, ‘Lucía y el sexo’ y ‘Caótica Ana’, pasando por el nazismo encubierto de esa porquería reaccionaria de ‘La pelota vasca’, y llegando por fin a la apología infantiloide de la mujer, la estupidez supina, de ‘Caótica Ana’. Una carrera digna de un poeta del cine, sí señor.
Con el fracaso de ‘Caótica Ana’, que le puso en bancarrota personal, Medem dejó las siguientes y muy expresivas declaraciones: “mi próxima película será más comercial, más comprensible para todo el mundo”. Eso es un artista, sí señor, de pura cepa, además. No sólo insulta a los que no aprecian sus películas, suponiendo que no son capaces de comprenderlas, sino que además no tiene el mínimo reparo en entregarse a una supuesta comercialidad. Y salimos pronto de dudas, con el cartel y trailer promocionales de ‘Habitación en Roma’, que se estrena hoy. Qué sorpresa más grande…dos mujeres desnudas en una bañera. Este Medem, que cacho artista…