La carrera de John Woo ha pasado por unos altibajos de valoración crítica y de público francamente espectaculares. Sus películas clásicas de los ochenta en Hong Kong son hoy consideradas templos absolutos de la acción, pero se las ve como reliquias de tiempos que no volverán. Su etapa en Hollywood con el cambio de siglo fue fiscutidísima y aún hoy no terminamos de ponernos de acuerdo sobre si aquello estuvo bien o no.
Y desde entonces, John Woo, director de 'The Killer' y 'Hard-Boiled', pero responsable también de 'Mission: Impossible 2' y 'Blanco humano', bajó la frecuencia con la que dirigía, se zambulló en proyectos de altos vuelos distanciados de sus orígenes y ha acabado reinstalándose en Hong Kong, donde ha dirigido 'Manhunt', recién vista en Venecia. La crítica ha sido, como no podía ser de otro modo, algo condescendiente.
La mayoría de las opiniones sobre este retorno de Woo a un cine de acción bastante parecido al que hacía antes de su periplo americano es que roza la autoparodia de tanto como imita sus tics de autor. Aunque por supuesto no podemos defender o atacar la película hasta no haberla visto, por lo que se percibe en avances y comentarios, esa apreciación parece completamente cierta... aunque las conclusiones sea erróneas.
John Woo no entiende el concepto de autoparodia. Todas las películas con su épica al 11, su sentimentalismo extremo, sus héroes de una pieza, sus palomas y sus cámaras lentas, son completamente serias. Como veremos, a veces hay espacio para el humor, pero siempre viene del guion, de las relaciones entre personajes, nunca de la acción: los duelos con gente muy grave apuntándose con pistolas a dos centímetros de la cámara... eso nunca es un chiste.
Así que vamos a repasar someramente las características del cine de John Woo. Las temáticas y las estéticas. Y luego vamos a sobrevolar (como una paloma, sí, como una paloma, que si no lo decís reventáis) su filmografía, revisando sus éxitos y fracasos. Aviso: por aquí somos más de 'Mission: Impossible II' que de 'Acantilado rojo'. Id preparando la bilis.
Antes de John Woo: la Nueva Ola del cine de Hong Kong
A finales de los setenta empezaba a apagarse el eco del primer bombazo que la filmografía de Hong Kong exportó al resto del mundo, el cine clásico de artes marciales, con la estela de Bruce Lee apagándose entre infinidad de imitadores orientales. Surgió en la entonces aún colonia británica un movimiento de cine renovador y comandado por jóvenes autores. Se le llamó Nueva Ola.
Esa Nueva Ola estaba orgullosa de pertenecer a un país que había fundamentado sus grandes éxitos de taquilla en un folclore milenario y en la ópera china, que es de donde procede el cine de artes marciales. Había exportado ese cine a todo el mundo, había difundido la filosofía oriental implícita en el kung fu y había exportado a occidente una de las estrellas de cine más fulgurantes de todos los tiempos. Y aún así, con todo, no se dejaba contaminar por el cine occidental: hasta bien entrados los noventa, los éxitos de taquilla occidentales no impactaron en Hong Kong.
Estos jóvenes realizadores, curtidos en televisión en la segunda mitad de los setenta, sumaron a esa sensacion de otredad con respecto al cine del resto del mundo cierta necesidad de crítica social, de hablar de problemas reales del Hong Kong de la época, algo que el ultraescapista cine de artes marciales no permitía. La mayoría de ellos (nombres que luego prosperaron en el cine, como Ronny Yu, Alex Cheung o Patrick Tam) rubricaron ficciones televisivas de corte policiaco, pero con un fuerte contenido social.
Cuando esta Nueva Ola de realizadores pasó al cine, conservaron esa temática policiaca, pero sin sucumbir a la tentación de la espectacularidad pura y dura. Retrataron los bajos fondos, una generación joven sin futuro, los choques con las drogas y las armas y el eterno problema, prácticamente silenciado por una sociedad corrompida desde su base, de las triadas, el crimen organizado chino.
No solo eso: esta nueva ola de realizadores era joven, y como tales, deseosos de experimentar con nuevas formas narrativas. Del cine francés de los sesenta (del que Woo siempre se ha considerado un abierto admirador) no solo robaron el término de la Nueva Ola / nouvelle vague, sino también su afán explorador de las formas: montajes atrevidos, dilatación del espacio y el tiempo a través del montaje y la imagen, experimentación continua con la banda sonora y las interpretaciones.
Todo eso caló en Hong Kong... pero sin abandonar ni las intenciones comerciales ni esa extraña querencia por el policiaco. Después de obras interesantísimas y virtualmente desconocidas en occidente, y que van de la mezcla de ci-fi y artes marciales 'Flash Future Kung Fu' de Kirk Wong o la divertida comedia sobrenatural 'The Spooky Bunch', de Ann Hui, hay un pequeño recambio generacional que recibe su propio nombre, la Segunda Ola.
Los directores de esta segunda ola estaban aún más pendientes de la estética, hasta llegar a extremos como el de Wong Kar-wai, al que en su día se le prestó muy merecida atención en occidente. Uno de los nombres más destacados dentro de ella sería Tsui Hark, un iconoclasta director y productor, inquieto y muy importante en el futuro de John Woo.
Su presencia e importancia en el cine de Hong Kong desde mediados de los ochenta es espectacular. Produjo en los ochenta cuatro películas de éxito arrollador y que desataron decenas de imitadores: 'Una historia china de fantasmas, que puso de moda las historias de espíritus voladores y enamorados; 'Érase una vez en china', que asentó el estrellato de Jet Li y condujo al cine de artes marciales a una nueva edad de oro; 'Zu: Guerreros de la Montaña Mágica', quizás hoy la más olvidada, pero cuyo impacto en Hong Kong es comparable a 'Star Wars'; y, claro, 'Un mañana mejor', debut de John Woo.
Solo con eso, Tsui Hark ya sería un nombre esencial para entender el cine de la época en Hong Kong, pero además dirigió sus propias películas. De la tronchante 'Cole cole que te como' a su increíble y fugaz paso por Hollywood, rubricando dos de las películas más increíblemente extrañas de Jean-Claude Van Damme, pasando por la soberbia 'El tiempo no espera'.
Palomas y ralentís: cómo hacer una película de John Woo
Ahora que hemos hablado de la Nueva Ola del cine hongkonés es un poco más sencillo ubicar el estilo visual de John Woo, que es muy personal y barroco, de acuerdo, pero no sale de la nada. Su empleo de los movimientos de cámara para situar a los personajes en el espacio, la cámara lenta para dilatar el tiempo, las imágenes congeladas para subrayar las emociones fuera de sí... todo eso bebe de aquella generación de creadores de los setenta.
Woo se atreve a robar recursos del videoclip (el montaje, la falta de pudor con decisiones estéticas extremas) y hasta de la fotonovela (los planos congelados como viñetas en momentos álgidos), y lo combina con una simbología muy particular donde destacan, cómo no, las palomas y los candelabros. Podríamos extraer una intención metafórica de ellas, pero no existe: Woo las usa para subrayar un momento, a menudo altamente violento, pero también estéticamente arrebatador.
Todo eso lo pone en marcha Woo con un estudiadísimo montaje, quizás su rasgo de autor más notable, por encima de los temas recurrentes y de las dichosas palomas. Su forma de montar las secuencias de acción es clara, combinando travellings laterales que sitúan perfectamente a los personajes en el espacio con primeros planos y planos medios a menudo filmados a cámara lenta, lo que permite combinar sensaciones con explosiones.
Esa es la clave del cine de John Woo: cosas volando por los aires que, gracias a su pericia, no impiden que sepamos qué está sintiendo cada personaje de los implicados en esa exhibición de pirotecnia. A ello se suman una serie de tics visuales en los que insiste una y otra vez hasta dotarles de significado o como meros rasgos de estilo.
-Mexican stand-offs. Para entendernos: el duelo de miradas y pistolas que tan imitado ha sido desde el final de 'Reservoir Dogs' (y que Tarantino, como es bien sabido, copió de 'City on Fire'). Pero donde otros directores como el propio Tarantino acaban haciendo que los duelistas disparen, Woo siempre encuentra la forma de que los contrincantes bajen las armas. ¿Uno de los mejores casos? No os lo vais a creer: 'Broken Arrow'. Más clásicos pero igualmente contundentes son los de 'Cara a cara', 'The Killer' o 'Hard-Boiled'.
-Reflejos. En gafas, cristales, espejos... son siempre preludio de violencia.
-Fetichismo de las armas. Los personajes las palpan, las sienten, las contemplan y las adoran. En 'The Killer' es un aspecto que Woo lleva al extremo.
-Intercambio de armas. Otro de los rasgos más imitado de Woo. Raro es el tiroteo en el que dos personajes de Woo no se lanzan las armas el uno al otro. Es signo de compañerismo y confianza.
-Cámaras lentas. Desde la contemplación de la acción desde fuera al mero recurso estético, no hay escena de acción de John Woo sin una buena cámara lenta.
En cuanto a los rasgos temáticos comunes en todas sus películas (especialmente en las hongkonesas, ya que en las estadounidenses se se diluyen notablemente), tenemos tropos a los que Woo vuelve una y otra vez, como:
-El honor por encima de todo: Woo ha declarado en numerosas ocasiones sentirse como un hombre chapado a la antigua en términos de honor y caballerosidad, como un guerrero medieval. La amistad, el respeto por el enemigo, los códigos de comportamientos que marcan a los héroes pero también a los villanos...
Hasta los asesinos a sueldo o los miembros de las triadas tienen estrictos códigos que marcan las tramas de películas como 'The Killer' o 'Un mañana mejor', que en su día recibió críticas fortísimas por glorificar a los delincuentes.
-Espiritualidad: John Woo recibió una educación religiosa estricta, a medio camino entre el catolicismo y el luteranismo, y eso se plasma en la estética (de nuevo las palomas, claro, pero también la devoción de Woo por las iglesias y los templos como escenarios para ambientar secuencias de ación). Las estatuas e imágenes de peculiar religiosidad de influencia occidental también están muy presentes en su cine hongkonés. Y luego está el eterno tema de la redención y el perdón, marcado a fuego en su cine y en la religión cristiana.
-Compañerismo: En numerosas ocasiones se ha hablado de un subtexto gay en muchas de sus películas, y que vertebra las relaciones de los personajes de 'Una bala en la cabeza', 'Un mañana mejor' o incluso la pareja de villanos de 'Blanco humano'. Aunque nunca lo hace explícito, lo cierto es que las relaciones de amistad, lealtad y respeto entre los amigos y enemigos de sus películas son mucho más excitantes y humanas que las algo frías relaciones románticas tradicionales que describe en películas como 'Hard-Boiled'.
Los primeros pasos: tiempos de kung fu
John Woo nació en 1946 y vivió una infancia durísima tras la revolución china, la muerte de su padre y un incendio que obligó a su familia a pasar un año en la calle. Se crió en la calle en el Hong Kong de los años sesenta, lo que le permitió contemplar de primera mano la salvaje vida de los gangsters y las bandas que se apropiaban de los barrios más desafortunados de la ciudad.
Sin embargo, consiguió ir a la universidad, y fue allí donde su afición infantil por el cine (su madre les llevaba a él y a sus hermanos siempre que podía) se consolidó, descubriendo el cine internacional y a los cineastas de los sesenta y primeros setenta. Él cita como influencias primordiales de su cine a gente como Fellini, Antonioni, Scorsese, Peckinpah, Truffaut, Hitchcock o Kurosawa.
Tras una etapa de un par de años como cortometrajista dramático experimental, en 1969 logró entrar en la industria trabajando para el conocidísimo cómico Michael Hui, que reventó las taquillas chinas en los ochenta mezclando comedia y acción. En poco tiempo entró en la mítica productora Shaw Brothers haciendo de ayudante de dirección del realizador más importante de la época, el mítico Chang Cheh. De él extrajo detalles técnicos (como la importancia del montaje para que la claridad prevalezca en las secuencias de acción) y temas recurrentes como el compañerismo y el honor.
El debut de Woo como director fue 'The Young Dragons' en 1973, una película de kung fu casi autoproducida en compañía de un par de amigos y que debido a su extrema violencia fue recortada por la productora Golden Harvest. Determinados rasgos de estilo se dejan notar en esta fase inicial, que incluye películas como la potable 'Hand of Death' (debut de otra estrella, Jackie Chan) o la estupenda 'El último caballero'.
Curiosamente, John Woo fue conocido durante una década como el rey de la comedia de Hong Kong. El motivo fue el extraordinario éxito de una película del género que dirigió en 1977 para Ricky Hui, 'Money Crazy'. A esta le siguieron títulos como 'Follow the Star', 'Hello Late Homecomers' y la muy divertida 'From Riches to Rags', la única que salva Woo de todo este periodo y en la que mezcla parodia multireferencial y pactos con el diablo.
Woo aún tendría que bajar más el listón de calidad para poder sobrevivir: en 1981 firmaría un contrato con la nueva productora Cinema City (futura productora de la soberbia saga de comedias de acción 'Aces go places'), donde rodó películas ignotas como 'Laughing Times', 'Plain Jane to the Rescue' o 'Run, Tiger, Run', alguna de ellas fracasos de taquilla tan notorios que le obligaron a irse a vivir a Taiwan a trabajar en labores de producción.
La única película salvable de esta época es una rareza que había rodado en 1982 para Golden harvest y que permanecía inédita, pero que la productora desenterró tras el éxito de 'Un mañana mejor'. Se trata de 'Heroes Shed no Tears', una película bélica excesiva y violentísima en la que un grupo de mercenarios se enfrentan a un narcotraficante y en la que Woo ya ensaya algunos de sus temas típicos y también cierta manera muy primitiva de plasmar la violencia en pantalla.
Masacre en Hong Kong: el John Woo más clásico
Woo vuelve de Taiwán decidido a poner un viejo proyecto en marcha, y para ello recurre a su amigo Tsui Hark. El resultado es 'Un mañana mejor', una película que se convirtió en la más taquillera de la historia del cine de Hong Kong y que desataría decenas de imitadores y vería el nacimiento de un nuevo género: el heroic bloodshed. ¿Todas las películas de gángsters chinos con chaqueta y corbata, gafas de sol y disparando a cámara lenta y a dos manos? Todo empezó en 'Un mañana mejor'.
'Un mañana mejor' desarrolla la turbia historia de un trío de personajes, dos gangsters (Di Lung y Chow Yun-fat) y el hermano del primero de ellos (Leslie Cheung), policía ignorante de sus turbios negocios. Cuando los delincuentes son traicionados por su jefe en una emboscada en Taiwán, las vidas de los tres caen en una espiral de violencia que acabará con venganza, redención y perdón.
Inspirándose en un par de clásicos hongkoneses de los sesenta, el negocio fue redondo para Hark y Woo, que de un presupuesto inicial de ochocientos mil dólares recaudaron más de 35 millones. Chow Yung-fat se convirtió en una superestrella de la noche a la mañana y las gafas y la gabardina que lleva en la película se agotaron en las tiendas. Todos los jóvenes querían imitar su pose torturada y sardónica.
Visualmente menos elaborada que películas posteriores (aunque secuencias como aquella en la que el personaje de Chow Yun-fat es disparado en la pierna, o el tiroteo final, dejan buena constancia de quien está tras la cámara), el sello de Woo está claro sobre todo en la temática, que marcaría el resto de la filmografía del director. Gangsters con honor, códigos de conducta, venganzas salvajes y hermanos reales y putativos.
'Un mañana mejor' tendría una secuela, rodada un año después, y en la que Chow Yun-fat interpretaría a su propio hermano gemelo. Woo aprovecharía para colocar como uno de los protagonistas a Dean Shek, un comediante clásico del cine de kung fu y que aquí aporta una interpretación asombrosamente trágica y rica. Hark, consciente de que el público no quería tanto drama como en la primera entrega, pidió a Woo que potenciara las secuencias de acción.
El resultado es una película explosiva y con un punto paródico, que Woo desprecia por su falta de corazón, pero que funciona como un auténtico espectáculo pirotécnico, sobre todo en su demencial tramo final. La muerte del personaje de Chow Yun-fat (que por cierto es homenajeada en 'Amor a quemarropa') es increíble y estéticamente es aún más refinada e influyente que su predecesora.
The Killer, de 1989, son palabras mayores. Para muchos, la gran película de Woo: con ella consiguió reconocimiento internacional, y refinó sus temas y su estilo visual con un equilibrio asombroso. 'The Killer' es dramática, pero sin excederse; y su acción es absolutamente altovoltaica, pero sin interponerse ante la historia que se está contando.
En ella, un asesino (Chow Yun-fat) y un policía (Danny Lee) se enfrentan a muerte (y se identifican más de lo que les gustaría) mientras llevan a cabo un tira y afloja romántico con una chica ciega. El referente inmediato de la película es el también soberbio polar 'El silencio de un hombre' de Melville, pero Woo la toma de base para desarrollar una serie de temas que le interesan, de la ritualidad de los gestos y el fetichismo armamentístico a la forma de rodar acción, más acrobática y estilizada que en su debut.
Aunque si hay un tema vector en The Killer es la identificación entre policía y asesino, de un modo que Woo no trataría con tanta intensidad de nuevo hasta 'Cara a cara'. Woo lo plasma en juegos de reflejos, planos que se repiten, montajes paralelos y una serie de diálogos de cargadísimo simbolismo y que transmiten la idea de que ambos rivales son el mismo tipo de persona, pero la vida les ha llevado por caminos opuestos.
Poco después, y mientras 'The Killer' hacía un recorrido triunfal por festivales de todo el mundo, Tsui Hark (que había producido también 'The Killer') partía peras definitivamente con Woo. Rodó una precuela de 'Un mañana mejor' ambientada en la guerra de Vietnam contando como se conocieron los protagonistas de la primera entrega, mientras que Woo se distanciaba y atraía el interes de Hollywood, hasta llegar a vender los derechos a Tri-Star para un remake americano de 'The Killer' con Walter Hill dirigiendo a Richard Gere y Denzel Washington y que nunca prosperó.
El éxito animó a Woo a emprender proyectos más personales, y el resultado fue 'Una bala en la cabeza', una película antibélica que dejaba de lado la pirotecnia y proponía un drama duro, sin concesiones y lleno de violencia cruda y poco espectacular. Cuenta la historia de tres amigos (Tony Leung, Jacky Cheung y Waise Lee) que intentan enriquecerse en los años sesenta traficando con medicamentos en Vietnam. La ambición los deshumanizará y pondrá a prueba su amistad.
Más cerca de 'El cazador' que del resto de los thrillers urbanos de Woo, el director quizás intenta distanciarse de las primeras críticas que recibió, en las que se le acusaba de glamourizar la violencia. Aquí, sobre todo en las secuencias bélicas, niños e inocentes mueren en circunstancias violentísimas. Poco complaciente, rabiosamente pacifista y, con todo, muy de Woo, 'Una bala en la cabeza' es una de las películas del autor más difíciles de ver pero también de las más memorables.
Tras la sobredosis de intensidad (y un considerable descalabro en taquilla, sumado a durísimas condiciones de rodaje), Woo decidió ir en otra dirección con su siguiente película, 'Un ladrón es siempre un ladrón', una simpatica película de atracos que le llevó de nuevo a terrenos de comedia y donde recuperó a Chow Yun Fat y Leslie Cheung. Junto a Cherie Cheung, son tres expertos ladrones en una peculiar relación triangular.
Pero que nadie espere dramas románticos aquí, sino más bien algo de simpática autoparodia y una absoluta falta de prejuicios a la hora de plantear los embrollados planes de robos, fundamentados en el arrollador carisma del trío protagonista. Woo retoma sus marcas de fábrica y su magistral manejo de la puesta en escena pero sin baños de sangre, en una película que rinde tributo a clásicos de las caper movies y convierte a a Chow Yun-fat es un saladísimo émulo oriental de Cary Grant.
1992 es, finalmente, el año en el que Woo rubrica la que será momentáneamente su última película en Hong Kong: 'Hard-Boiled', una auténtica catedral de acción mastodóntica y que supone el perfecto puente entre su cine hongkonés más dramático y el ya volcado del todo en la estética y la acción pura de sus mejores películas en Hollywood.
Es el puente perfecto porque cuenta una historia que perfectamente podría haber sido rodada a continuación de 'Un mañana mejor': un policía (Chow Yun-fat) y un colega encubierto en las triadas (Tony Leung) son primero rivales y luego aliados contra un peligroso gángster (Anthony Wong) en un choque apocalíptico que incluirá la muerte de varios amigos y un clímax absolutamante excesivo en un hospital que acaba casi destrozado.
Todo en 'Hard-Boiled' está a tope de volumen y de intensidad: el drama, las secuencias de acción, la envergadura de las explosiones... desde el primer tiroteo con un Chow Yun-fat embadurnado de harina en un bar hasta el increíble final que incluye alguna secuencia merecidamente icónica en la planta de maternidad y un plano secuencia sin trucaje totalmente inolvidable, todo en 'Hard-Boiled' es una auténtica exhibición de pericia visual y una obra maestra del género.
El polvorín americano
La etapa norteamericana de Woo ha sido a menudo despreciada por suponer casi sin excepción una rebaja (cuando no banalización) de la intensidad dramática de sus temas. Es cierto: hasta sus mejores piezas allí, como 'Blanco humano' o 'Cara a cara' no puede medirse en ese sentido con 'Un mañana mejor'. Pero la holgura de medios de Hollywood nos permitieron disfrutar de un auténtico mago de la imagen violenta.
Para empezar, Woo se adaptó con facilidad a su nueva posición y sumó con naturalidad al carácter de sus personajes elementos de western. En ninguna película está más claro que en 'Blanco humano', una hipnótica maravilla en la que un Jean-Claude Van Damme en su mejor momento da vida a un vagabundo que se enfrenta a un par de asesinos que organizan cazas de hombres en Nueva Orleans.
Hay una secuencia gloriosa en 'Blanco humano', la presentación del protagonista en términos de collejas a unos desprevenidos gañanes, que es un auténtico prodigio de montaje, coreografía, encuadres perfectos para contemplar gestos de dolor y combinación calculadísima de cámaras lentas y bellísimas panorámicas a ras de suelo que situan acción y personajes. Una pequeña secuencia que deja en evidencia con facilidad a tantos y tantos directores que confunden "acción trepidante" con "montaje confuso".
Pero eso no es todo: el clímax pesadillesco en un almacén de máscaras y carrozas de carnaval, la persecución en los pantanos... a los fans de Van Damme no nos pilla por sorpresa ni sus torpedos de carisma ni sus frases lapidarias ni su pelo imposible, pero en lo que respecta a John Woo, 'Blanco humano' es una auténtica exhibición. Acaba de llegar a Hollywood y ya ha hecho una de las mejores películas de acción de la década.
Esta producción de Sam Raimi debía haber tenido continuidad inmediata, pero un par de proyectos frustrados separaron en tres años esta y su siguiente película, 'Broken Arrow', una simpática cinta de acción con John Travolta en el papel de villano y enfrentado a Christian Slater. El resultado es estimable y modesto, con unas cuantas marcas de fábrica de Woo y una primera mitad clásica y contenida, de interesante acción abstracta con el desierto como estupendo marco.
Tras rodar unos hoy olvidadísimos pilotos para un par de series, un reboot de su 'Un ladrón es un ladrón' (que dio pie a una efímera y simpática serie de atracos) y 'Blackjack' (sobre un guardaespaldas interpretado por Dolph Lundgren), de resultados más que decentes e interesantes para el completista, Woo se embarca en 'Cara a cara', una absoluta chifladura que muchos consideran su mejor película en Estados Unidos.
No lo es porque 'Blanco humano' es absolutamente imbatible, pero la historia de cómo un agente del FBI (John Travolta) decide intercambiar su cara con un sociópata peligroso (Nicolas Cage) para atraparlo nos regala un recital interpretativo altamente chiflado de ambos actores, gracias a un John Woo que consigue que el inicialmente previsto guion de ciencia-ficción para enfrentar a Stallone y Schwarzenegger se convierta en un peculiar thriller con altas dosis de humor negro.
Es una curiosa versión de un tema vector de Woo (el Bien y el Mal, entendiendo que tienen mucho en común), que aquí se hace físico. Woo aprovecha sus montajes paralelos, sus metáforas visuales, su fetichismo armamentístico para reforzar las ideas de la película, que gracias al empaque visual del director consigue lo imposible: ser creíble y emotiva. El tiroteo con 'Over the Rainbow' de fondo, el duelo en la iglesia, las innumerables balaseras... todo hace hincapié una y otra vez en la idea de la dualidad, algo que no está lejos del núcleo central de 'The killer' o de las identidades mezcladas de 'Hard-Boiled'.
Tras una preproducción agónica (un estreno previsto para 1998 se pospuso dos años para que Tom Cruise participara en 'Eyes Wide Shut', a lo que siguieron múltiples cambios de director y guionista) John Woo acabó a las riendas de 'Mission: Impossible 2', posiblemente la entrega menos apreciada de la franquicia de superespías veraniegos. Nuestro consejo: si nunca te ha gustado 'Mission: Impossible 2', no lo intentes ahora. No va a servir de nada.
Pero si te gusta, ya sabes por qué es: con un Woo más desatado y romántico que nunca y con unos medios que hasta entonces no había tenido, compone secuencias de acción literalmente nunca vistas hasta aquel momento en el cine comercial. Las persecuciones de coches y motos, los tiroteos, las peleas cuerpo a cuerpo, las palomas acompañando al héroe, aquí ya visto como un ideal casi icónico...
El crítico medio de la época se quedó con que los americanos no sabían lo que eran las fallas valencianas (hay que tener la sangre muy fría para decir eso desde uno de los países que más facturó spaghetti-western), pero el gourmet del cine de acción se quedó con unas secuencias de acción bombásticas y disparatadas que parecían parodias pero se tomaban muy en serio a sí mismas. Una película que ni siquiera ha sido reivindicada como "placer culpable". Así de buena es.
A partir de aquí, la estrella de Woo comienza a apagarse. sus dos últimas películas en Hollywood, 'Windtalkers' y 'Paycheck', son pequeños desastres. La primera es una aparatosa pieza bélica ambientada en la II Guerra Mundial y de nuevo protagonizada por Nicolas Cage acerca del uso de soldados navajos para encriptar mensajes durante el conflicto y en la que, pese a su solidez formal, apenas aparecen rasgos propios del autor.
'Paycheck' es aún peor: adaptar a Philip K. Dick es una tarea en la que Woo no está nada cómodo. Sus tics autorales parecen casi por contrato y ni siquiera la idea de las identidades confundidas, muy dickiana, sirve para que, como en 'Cara a cara', el director las haga suyas. 'Windtalkers' y ésta son películas bien narradas, con el aplomo y la elegancia propios del director, pero no tienen ninguna convicción y la taquilla lo demostró con sendos fracasos.
Regreso a China
Es significativo que, desde hace 14 años Woo apebas haya rodado. En Estados Unidos se le vinculó insistentemente a un proyecto relacionado con los Masters del Universo que nunca salió adelante (no sabemos si por suerte o todo lo contrario). Tuvo que regresar a China para reencontrarse con ciertas raíces temáticas que han acabado configurando un peculiar regreso.
Tras dirigir el videojuego 'Strangehold', un estupendo homenaje a 'Hard-Boiled' y el resto de sus películas con Chow Yun-fat, Woo firmó 'Acantilado rojo', una épica producción bélica basada en la Batalla del Acantilado Rojo en la dinastía Han. Con un reparto de estrellas encabezado por Tony Leung y Takeshi Kaneshiro, el film supuso un regreso por todo lo alto al cine chino, recaudando 124 millones de dólares y rompiendo el record que hasta entonces mantenía 'Titanic'.
La película se estrenó en dos partes que sumaban cuatro horas, mientras que fuera de Asia se pudo ver una horrible versión extractada de 148 minutos, que obviamente difiere mucho de la experiencia original. La película es una extraordinaria producción bélica que consigue mantener el equilibrio entre la parte dramática y la de acción, más suntuosa y menos demoledora de lo habitual en Woo.
Visualmente espectacular y con un empleo de los escenarios naturales que deja con la boca abierta, quizás este no sea el Woo que los aficionados al cine de acción más directo buscan, pero sí uno capaz de demostrar que su ojo para la épica tiene aplicaciones mucho más clásicas que las vistas hasta ahora. El éxito de Acantilado rojo propició una continuación en clave más romántica, 'The Crossing', también protagonizada por dos estrellas: de nuevo Takeshi Kaneshiro y Zhang Ziyi.
Esta vez, Woo se alejó completamente de la épica pese a la ambientación en época de guerra y se acercó aún más al modelo 'Titanic' con la historia del hundimiento de un vapor en 1949 en el que murieron 1500 personas. De nuevo el metraje rondó las cuatro horas pero los resultados financieron fueron bien distintos: un nuevo desastre de taquilla.
Sin embargo, el John Woo que conocíamos ha vuelto después de todos estos años de dar bandazos por géneros y estilos que, acompañando el público y la crítica o no, no son los que le dieron la fama. Los críticos que han visto 'Manhunt' en Venecia la califican de un regreso del director a sus raíces. Si estará a la altura o no de su impresionante legado habrá que juzgarlo más adelante, pero de momento estamos preparados para ello, con un revolver en cada mano y mascando nuestra mejor cerilla.
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