En mi texto de hace unas semanas sobre la evolución del personaje, recordé las palabras que David Morrell, autor de la novela que dio pie a la primera película sobre el personaje, tuvo a propósito de la cuarta entrega de la saga: "Stallone me explicó que no le gustaba el tono que tenían la segunda y tercera película. Me dijo que quería volver a la esencia del personaje. Es el personaje que yo imaginé en 1972: cabreado y devastado. Rambo se detesta, pero al mismo tiempo es plenamente consciente de que solo hay una cosa que sabe hacer: matar”.
Ver para leer, leer para creer
Los primeros años de la década de los setenta, un par de años después del verano del amor y con la irrupción de los followers de Charles Manson en casa de Sharon Tate y Roman Polanski muy reciente, el cine de explotación comenzó su era dorada de tono carcelario, guerrillero y de guerrilla, softcore y hardcore. De torturas y venganzas.
También con ellas llegó la primera novela de Morrell, 'Primera sangre', un descarnado drama de acción ultraviolento sobre un veterano de guerra con problemas de estabilidad emocional perseguido por pueblerinos enfadados y por hombres de ley con tantos o más problemas que John Rambo.
¿Casualidad? No lo creo. Pero disfrazar de prestigio ese drama no le vino mal a la novela, que ha seguido creando adeptos, curiosidad y buenas tardes de lectura. Porque es una novela fenomenal y muy, muy bestia. Mucho más que la adaptación de Sylvester Stallone, Michael Kozoll, William Sackheim, que humanizaron al personaje torturado hasta hacer un auténtico héroe de un, digamos, psicópata.
Gracias a esa película y al masivo éxito de la secuela, Morrell, que nunca más vivió un éxito como el que tuvo con su primera novela hace casi cincuenta años, era un hombre feliz. Se encargó de la novelización de las dos entregas posteriores al mítico ‘Acorralado’ y su regreso triunfal en forma de definitiva pieza de orfebrería actioner en 2008 obtuvo pingües beneficios recaudando más del doble de su presupuesto.
Pero todo eso quedó atrás cuando hace un par de semanas, durante la presentación de la película, Morrell renegaba de la quinta y presumiblemente última película sobre su personaje. "La película es típica ultraviolencia de los años 70 propia de las películas grindhouse, a las cuales 'Rambo: Last Blood' se parece". ¿De verdad, David?
Durante las primeras, no sé, cincuenta páginas de ‘Primera sangre’, un hombre completamente desnudo destripa a un policía en una comisaría y revienta los huesos de la cara a un segundo, haciéndole sangrar por los ojos, antes de emprender una huida desesperada. Si eso no responde a la ultraviolencia de los años 70 propia de las películas grindhouse que tanto repudia el escritor, yo no entiendo nada.
Este Rambo está muy vivo
Por cierto, volviendo a mencionar la insólita (por buena, buenísima) ‘John Rambo’, que tanto le gustó, no está de más compararla a su vez con el cine de explotación, no sé, ¿filipino? que glorifica la violencia como solo un Stallone más cabreado con el mundo que su propio personaje puede hacer.
Y es que parece que el escritor, con el paso de los años, ha perdido la perspectiva del personaje. Como si no fuera capaz de diferenciar su obra de la puesta a punto que realizó Stallone hasta llevarla al cine. La humanización del personaje se la dio su protagonista delante y detrás de la cámara. Sí, también dotó a Rambo de una inmortalidad que no existía en el papel, sí, pero esa inmortalidad es la misma que llena los bolsillos del escritor desde hace cuarenta años.
Es una pena que esta relación se haya torcido así, que Morrell no haya querido apoyar más a Stallone, pero tal vez en esta ocasión no llegó el cheque acordado.
Todos estamos de acuerdo en que al personaje se le quiere, respeta y recuerda por su versión audiovisual. Sobre todo en España, donde la novela hace años que dejó de estar disponible a un precio normal y se piden fortunas por las viejas ediciones. Para eso nos compramos el último blu-ray restaurado, ¿verdad?
Puede que no quede más que la sombra del pasado y el PTSD del personaje original, y aunque no lo parezca, en la muy interesante 'Rambo: Last Blood', estamos viviendo los días en que mejor se define al personaje que su autor ya no reconoce. Por primera vez vemos a un Rambo medicado, con problemas por dentro y por fuera, vulnerable como nunca, enrabietado como siempre y viviendo en un túnel como los que nunca llegó a dejar detrás.
Como siempre, la música también ha jugado un papel icónico en el personaje. Mucho más que el olor de un libro. Sin el gran Jerry Goldsmith, fue Brian Tyler quien tomó las riendas de la saga, y aquí vuelve a ofrecer un trabajo notable y crepuscular con ayuda de The Doors.
Ha sido una lástima que Stallone no volviera a tomar las riendas del proyecto, porque se echa un poco de menos una realización algo menos tosca. Millennium Films debería replantearse un poco su estrategia y dejar a los cineastas un poco más de libertad, porque sus proyectos más honestos terminan saliendo con la sombra de la sospecha desde el primer día. Y si no que pregunten a Neil Marshall.
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