El verano pasado, Joel Schumacher daba una extensa entrevista que sonaba a despedida en la que repasaba con cariño y cachondeo una vida de rodajes, alegrías, penas, luchas y éxitos. Pero también fracasos.
Lamentablemente, son muchos los que solamente ven el estigma del tipo que torció el camino de Batman tras las películas de Tim Burton, pero además de ser dos festines desacomplejados, fueron dos ejemplos perfectos de la autoría de un cineasta valiente y libre.
Un todoterreno del cine
Schumacher empezó desde abajo, pero sin complejos. Y así seguiría durante toda su carrera. Se encargó del vestuario de dos películas de autor tan interesantes como 'El fin de Sheila', de Herbert Ross, y 'El dormilón', de Woody Allen. Entre medias hizo el diseño de producción de 'Abejas asesinas', una película de serie b del cineasta de culto Curtis Harrington. Repetiría con Allen en 'Interiores' y con Melvin Frank hasta que a finales de los setenta cogiera el toro por los cuernos escribiendo el guión de 'El mago', la popular versión disco de 'El mago de Oz' de Sidney Lumet con Diana Ross y Michael Jackson.
Una declaración de intenciones fue la de debutar adaptando a su manera a Richard Matheson en 'La increíble mujer menguante' junto a Lily Tomlin, Charles Grodin y Ned Beatty. Tras un vehículo al servicio de Mr. T (de manera literal, puesto que estamos hablando de 'Los locos del taxi', Schumacher logró su primer éxito con 'St. Elmo, punto de encuentro', su primer éxito. La película, escrita por el propio director junto a Carl Kurlander, recaudó cuatro veces su presupuesto.El cineasta neoyorquino estaba listo para presentar su primer clásico, otro retrato generacional, en este caso y respondiendo al título que 'Jóvenes ocultos' ('The Lost Boys') recibió en Francia, el de una generación perdida.
Entre Peter Pan y el horror post-rock de mediados de los ochenta, la película de vampiros por excelencia para mi generación (junto a 'Noche de miedo', claro), se convirtió en un hito, un acontecimiento y una celebración del cine como perfecto método de evasión a través de las historias más grandes jamás contadas. Con un reparto descomunal liderado por "los Coreys", su película volvió a recaudar cuatro veces lo que costó.
El inconformista
Schumacher no se conformaba con facilidad, así que su siguiente trabajo nos dejó a todos con cara de asombro: 'Un toque de infidelidad' ('Cousins'), era un remake de la comedia francesa de 1975 'Cousin cousine' que contaba en su reparto con Isabella Rossellini, Ted Danson y Sean Young. Lo más curioso es que esta comedia romántica algo caduca costó más dinero que su espectacular película de vampiros.
Con 'Línea mortal' ('Flatliners'), un pequeño clásico del fantástico, volvió a demostrar lo cómodo que se sentía rodeado de generaciones de talentosos nuevos rostros, algo que desde su primer éxito ha sido una de las señales de identidad de su carrera. La libertad del cineasta se contagiaba entre su elenco. 'Elegir un amor' ('Dying Young'), fue entonces su mayor éxito de taquilla con más de 80 millones de recaudación. Fue la decimoséptima película más taquillera del mundo de ese año, por delante de títulos como 'El último Boy Scout', 'Thelma & Louise' o 'Morir todavía'.
Tras pasar por televisión con '2000 Malibu Road', Joel Schumacher se plantó ante el mundo con otra obra cumbre de su cine, de los noventa y del hastío. 'Un día de furia' ('Falling Down') no hizo tanto dinero como su drama romántico, pero devolvió la violencia y la desesperación a la primera plana cinematográfica a través de un duelo actoral de primer nivel entre Michael Douglas y Robert Duvall. Después de coger aire con una más que entretenida adaptación de John Grisham (escrita por Akiva Goldsman), era el momento de coger al murciélago por las orejas.
'Batman Forever' fue su primer blockbuster y un regalo envenenado. Tras las despedidas de Tim Burton y Michael Keaton tocaba reiniciar el rumbo de la franquicia millonaria con un nuevo libro de estilo y unos personajes nuevos. Val Kilmer, Nicole Kidman, Chris O'Donnell, Tommy Lee Jones y Jim Carrey disfrutaron más o menos (Jones fue una tortura especialmente para Carrey) de una entrega a todo color que fue la más taquillera de la saga.
Tras otra parada en Grisham - Goldsman, volvía al terreno Gotham con una película que costó más y recaudó menos. 'Batman & Robin' pudo acabar con cualquier carrera, pero Joel Schumacher, aunque puedas escuchar lo contrario, no era un cualquiera. Así, el cineasta pudo sacudirse el polvo con 'Nadie es perfecto', título "menor" con Robert De Niro, Philip Seymour Hoffman, ojo al dato, y la mucho más popular 'Asesinato en 8mm', que si bien no ha envejecido como uno espera, sí supo dar un paso más allá del síndrome post-'Se7en'.
'Tigerland' (prestigiosa) y '9 días' (comercial) no obtuvieron la repercusión que tal vez merecían, sobre todo la primera, pero aún quedaba un clásico más por llegar: 'Última llamada', un guión de Larry Cohen, fue otra demostración de tempo y saber hacer (cine). Con 'Veronica Guerin' y 'El fantasma de la ópera' se marcó otros dos tantos de autoría, logrando con la primera una de las más extrañas producciones de Jerry Bruckheimer, hasta el fatalismo inédito de 'El número 23', tal vez su película más desganada. Pero ojo, que nadie se equivoque: la película recaudó el doble de su estirado presupuesto.
A partir de ahí, la carrera de Joel Schumacher empezó a perder brío, y de entre sus últimos trabajos creo que es el momento de reivindicar 'La masacre de Town Creek', una serie b de terror ruidosa, sucia y salvaje llena de nazis, caballos en llamas y experimentos esotéricos relacionados con runas vikingas precolombinas. O sea, una maravilla.
Cuarenta años se mantuvo el bueno de Schumacher al pie del cañón. Cuatro décadas demostrando proyecto tras proyecto que era un autor especial, liberal y libre, nunca libertino, que solo se preocupaba por entregar el producto más digno y, lo más importante, más entretenido posible. Gracias por tantas horas de diversión. Descansa en paz.
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